Domingo Martínez.

Empezó a trabajar en el Área de Salud con un contrato «de un mes para despejarme de la cocina, me gustó y me quedé» y de eso hace ya 30 años. Trabaja como celador y ha pasado por diferentes departamentos, incluso en la cocina por su experiencia anterior en el mundo de la hostelería.

¿Cómo fue eso de trabajar en la cocina?

—Cuando faltaba algún cocinero me llamaban y me iba a la cocina.

Antes la comida de Can Misses tenía buena fama.

—No es por ponerme galones, pero me llamaban de algunos departamentos para darme la enhorabuena. Me venía arriba. Me gusta mucho el mundo de la sanidad.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo en el hospital ?

—Ayudar. Estar en contacto con los pacientes. Mis compañeros son formidables y, sobre todo, Antonio Cruz, que es muy majete. Me lo paso bien.

Ahora desempeña su trabajo en el registro del antiguo hospital Can Misses ¿Dónde le gusta más el antiguo o el nuevo?

—Son cambios muy bruscos entre un centro y otro. Haces de todo. Si haces falta echar una mano, te llaman.

¿Qué le aporta su trabajo?

—Mucho bienestar. Yo no soy de los que van a trabajar diciendo qué rollo. A mí me han llegado a decir en Farmacia, porque también he estado repartiendo medicamentos cuando estaba en Suministros, que era lo que me tomaba por la mañana porque iba muy alegre.

Usted es una de las personas que van contentos al trabajo.

—Sí, voy alegre al trabajo. Eso es bueno porque contagias mucho a tus compañeros.

Eso no lo dirá porque el jefe lea esta entrevista.

—No, no, eso es lo que siento yo. Tenemos nuestras rachitas, pero yo vengo alegre al trabajo y eso es muy importante. No es lo mismo si vienes de mala uva para el desarrollo de tu trabajo.

¿Recuerda alguna anécdota de su trabajo en estos 30 años?

—Me acuerdo que una vez empezó a llover y estaba aquí al lado el centro de salud. Nos tuvimos que ir para allá varios celadores porque el agua estaba subiendo y había gente dentro. Nos llevaba el agua por la cintura.

¿Cuál ha sido hasta ahora la mejor experiencia de su vida laboral?

—Cuando estaba en planta ayudando y veías a los pacientes que estaban deseando verte, que llegaras, te lo agradecen bastante y eso te llena mucho.

¿Y cuál ha sido la peor?

—La peor es cuando vas a un sitio y crees que hay una persona y ya no está.

Nadie se acostumbra a eso en el trabajo.

—No, no, sobre todo en Urgencias, en el antiguo hospital, cuando había un accidente y traían a un chiquitín. Se te ponía mal cuerpo.

Nunca ha pensado en dar el salto y de dedicarse a Enfermería.

—Alguna vez lo ha llegado a pensar, pero cuando tienes hijos lo que quieres es trabajar. Ahora que cada uno tiene su vida hago la mía, hago deporte, unas de mis aficiones. Si pudiera estudiaría Enfermería.

¿Alguno de sus hijos se ha dedicado al mundo sanitario?

—Sí, la mayor quería ser médico desde que era pequeña. Probó enfermería y le encanta.

¿Cómo se lleva eso de tener la familia en el trabajo?

—La verdad es que muy bien. No he coincidido para trabajar, pero sí que he ido a verla si estaba en un servicio. Me da una gran satisfacción que trabaje en algo que le gusta.

¿Qué cambiaría de su trabajo si pudiera?

—Tengo lo mejor. Lo veo bien.

¿Pîensa en su jubilación?

—No pienso en eso pero tengo mis hobbies para cuando llegue el momento. No me voy a quedar parado. Seguiré con el deporte, iré a pescar y la pintura. Estuve en Artes y Oficios hace años, pero uno no puede abarcarlo todo.

¿Recuerda cómo fue el primer día de su trabajo en Can Misses?

—Sí, lo recuerdo. Me tiré tres meses sin bajar ningún exitus y se lo pedía a un compañero. El primer día que bajé uno me temblaban hasta los pies. Luego piensas que haces el bien, que está ayudando y te vas mentalizando. Lo malo es cuando no te portas bien con alguien y ahí tienes que reflexionar sobre tu comportamiento.

No lo veo por lo que cuenta que usted haya tenido problemas por su carácter.

—No. Al contrario, me doy la vuelta e intento tranquilizarlos si se trata de pacientes. A mí han llegado a encararse pacientes para darme o psiquiátricos con los que me he quedado solo en la habitación que están dando golpes pero he intentado dominar la situación. Gracias a Dios nunca ha pasado nada.

En estos 30 años trabajando en el hospital habrá conocido a mucha gente.

—He visto a compañeros ya jubilados que eran estupendos, si alguno necesitaba ayuda iba a echarte una mano y al contrario, también. Éramos poquitos, pero muy buenos. Yo me he tirado mucho tiempo en la calle haciendo gestiones o repartiendo por mi trabajo y no he estado tan integrado pero hay compañeros de mi quinta que son una maravilla, son encantadores.