Antonio Vázquez.

Antonio Vázquez llegó a Ibiza hace más de 30 años por el trabajo de su mujer. Confiesa que ha tenido la oportunidad de marcharse en varias ocasiones, pero finalmente se ha quedado. Le gustaba la docencia e, incluso, se dedicó a ella antes de venir a Ibiza.

¿Cómo un zamorano se vino a Ibiza a trabajar?

—Por mi mujer (risas). Consiguió una oposición como trabajadora social y yo me vine prácticamente a la aventura; debe ser el destino que te lleva por caminos que no pensabas. Nos venimos para un año que se han convertido en 31. Ha habido circunstancias en las que nos hemos podido ir pero al final hemos decidido quedarnos. Me ofrecieron irme al Hospital de Manacor, pero se truncó. La segunda oportunidad fue cuando aprobé la oposición con una puntuación muy alta para irme donde quisiera y decidimos quedarnos.

También está vinculado afectivamente por su familia.

—Si, mi hija hizo Enfermería y trabaja en Maternidad, está de supervisora. Mi otro hijo es arquitecto.

Desempeña un trabajo muy desconocido, más a la sombra.

—El trabajo de mantenimiento consiste en mantener la infraestructura disponible durante 24 horas al día y 365 días al año. Hay que hacerlo entre bambalinas. El mejor mantenimiento es el que no se ve. Todas las instalaciones y el equipamiento tiene que funcionar y en estos 30 años ha ido creciendo de forma brutal; para eso se han ido poniendo medios y organizando servicios para adaptarse a las nuevas circunstancias, incluso a la concesionaria. Otro hito para el servicio fue cuando se montó la Oficina Técnica que aumenta más nuestro valor porque somos más autónomos.

Parece que tiene menos trabajo porque el mantenimiento lo lleva la concesionaria.

—Hay un mantenimiento de los edificios concesionados, el hospital y el centro de salud de Sant Josep, sobre el que hacemos una labor de supervisión y los otros edificios sobre el que tenemos un servicio contratado. El equipamiento es básicamente el servicio de electromedicina que está subcontratado.

Vamos, que tiene poca tarea.

—Hoy tenemos un tema de colchones que parece una tontería pero no tener colchones es no tener camas y no tener ingresos. Tienes que estar encima de lo que pasa con ese colchón antiescaras que no se repara.

Me está dando titulares.

—Es lo habitual en un hospital. Un día es un bisturí, otro una cama, otro la sala de rayos o un microscopio de Anatomía Patológica.

¿Cómo recuerda sus inicios?

—Un poco nervioso por el desconocimiento. La ingeniería es un campo tan amplio que te prepara para adaptarte a todo pero no concreta casi en nada. Cuando llegué tuve que estudiar mucho, empaparme de manuales y esquemas para conocer la gestión hospitalaria y organizar el servicio a medida que íbamos creciendo. Era muy complicado, no había los medios que hay ahora. Venir un técnico a Ibiza era un drama. Antes no había electromedicina y recuerdo una vez que en laboratorio se había estropeado un aparato y no había servicio técnico en España, estaba en Suiza. Me pude entender con un ingeniero que había aprendido español en Chile para arreglar el aparato antes de venir de Suiza.

Pero dicen que los nuevos de mantenimiento no se aclaran cuando se estropea una lavadora.

—En los hospitales se crea un equipo de mantenimiento y cuando hay una avería saben de lo que va. Cuando la lavandería estaba bajo la supervisión del hospital había gente que controlaba perfectamente la maquinaría. Aquí era muy conocido el último maestre industrial, ahora jubilado, Jesús Mateo, al que le era muy difícil que se le parara una máquina, sea una freidora o una lavadora. ¿Qué ha pasado con la concesionaria? Ha fichado gente nueva, pero ese conocimiento se ha perdido. No es solo la concesionaria, son los nuevos métodos de gestión. Todo se ha externalizado.

¿Qué le trae buenos recuerdos?

—Cada vez que hemos hecho una reforma o se ha abierto una nueva infraestructura, como las aperturas de los centros de salud o la reforma integral de Can Misses en 2000 que dimos el gran salto tecnológico.

¿Más que con el nuevo hospital?

—No, aquí hemos dado otro salto brutal en infraestructura médica. En 2000 lo que hicimos fue poner aire acondicionado en las habitaciones. Antes teníamos radiadores.

¿Y cuál ha sido la peor experiencia?

—La inundación del centro de salud de Can Misses que llegaba el agua al hospital. La otra es cuando una instalación vital se para, como le pasó a Carlos Sainz casi a punto de llegar a la meta. Eso lo he vivido un día de tormenta en el que se fue la luz de Gesa y entró un grupo de electrógeno, se paró y no tenía cómo solucionarlo. Fue una de las situaciones más críticas.

¿Cómo ha sido su relación con los gerentes?

—Creo que he visto pasar a once. Nunca he tenido problemas. El tema de la infraestructura es que cuando llegan a la Gerencia y ven lo que hay se dan cuenta que necesitan un profesional. Siempre me han dado esa confianza y he estado bastante satisfecho. Tengo buen recuerdo de Ferran Moll porque fue el primero con el que estuve y con el que hicimos muchas cosas.

¿Que le aporta su trabajo?

—Es muy enriquecedor. Estamos en un barco que está siempre evolucionando tecnológicamente y nos hemos ido adaptando. Cualquier tema de ingeniería hospitalaria me suena.