Una familia de Luxemburgo ha pagado 18 millones de euros para hacerse con la propiedad de s’Espalmador, un movimiento inmobiliario que ha provocado que muchos ibicencos y formenterenses se hayan llevado las manos a la cabeza. ‘Són molt àsens, aquests!’, ha debido pensar más de un pitiuso al ver que se ha abonado tal millonada por una isla de apenas 2 km² con un par de viviendas, una laguna putrefacta y sin posibilidad de sacarle más rendimiento que el de disfrutar de una isla paradisíaca que en verano está rodeada de yates y de bañistas que llegan desde la vecina Formentera.

Pero, para mí, lo más sorprendente de este asunto es que representantes de instituciones públicas como el Consell de Formentera o el Govern balear se hubieran planteado el malgastar un euro del dinero de todos en pujar por la compra de esta isla. Todavía no he entendido qué mejora habrían sufrido nuestras vidas si s’Espalmador hubiera sido público. ¿Cuántos colegios, escoletas, centros de días y residencias podrían construirse con 18 millones de euros? Algunos políticos (y políticas) todavía no han entendido que el dinero público hay que tratarlo mejor que si fuera de uno.

Esta semana la patronal Pimeef ha dado la voz de alarma al asegurar que la economía de las Pitiusas empieza a sufrir una «desaceleración» después de muchos años tirando del carro del crecimiento en el archipiélago balear. Un diagnóstico que coincide con el informe de coyuntura elaborado por el BBVA, que alerta sobre los primeros «síntomas de agotamiento» en Ibiza y Formentera. Entre las propuestas que lanzó el presidente de Pimeef, Alfonso Rojo, fue el de no apostarlo todo al turismo, la principal y casi única industria de nuestras islas, y empezar a pensar en diversificar nuestro modelo productivo para no depender casi en exclusiva de la llegada de turistas en verano. Mientras, con la llegada de la Semana Santa el sector turístico está a punto de empezar una nueva temporada turística que muchos esperan que sea, al menos, como la del año pasado.