La tradición náutica de la familia Costa se remonta a los inicios de 1900, con varias tiendas y nombres comerciales a lo largo de su historia. Un relevo que ha recogido Paco Costa (1956, Eivissa) de su padre y de su abuelo y que hoy en día se plasma en Náutica Ereso, una de las empresas punteras en Ibiza en la venta de barcos y material náutico.

¿Cuándo nació Náutica Ereso y quién la fundó?

— La fundó mi padre. Con el nombre de Náutica Ereso empezó en el año 2000, pero hace 45 años abrimos una tienda en la avenida Santa Eulària. Con anterioridad, también tuvimos un local nuestro de exposición y venta de embarcaciones. Náutica Ereso empezó en el lugar donde ha estado siempre con diferentes nombres comerciales, pero siempre con los mismos propietarios. No obstante, todo empezó realmente con un local que tenía mi abuelo y mi padre en la entrada del puerto de Ibiza, enfrente de la barrera de acceso, donde ya empezó a vender embarcaciones en los años 60. Y con más anterioridad, mi abuelo, que era práctico del puerto de Ibiza, empezó con un local donde suministraban pinturas y material de pesca. De esta forma, la tradición familiar de tienda náutica o marinera nos viene desde principios de 1900.

¿Cómo fueron los inicios?

— Cuando empezados en la avenida Santa Eulària, abrimos un local pequeño en una esquina y teníamos expuestos tres o cuatro embarcaciones. Después mi padre cogió el local de al lado y allí empezó con pesca submarina, algunos botes y unas lanchas de Barcelona. Yo tendría 15 años y estaba allí de guardia y cuando tenía algún problema llamaba a mi padre que venía caminando de la otra tienda. Al lado teníamos competencia con un local que vendía accesorios y mi padre se asoció con uno de sus empleados y partir de allí empezamos a crecer y a vender accesorios y pinturas. Cogimos otro local y lo juntamos todo que es la parte de accesorios actual de Náutica Ereso. En el año 2005 crecimos y nos instalamos en el otro local que tenemos ahora, donde tenemos los foraborda y embarcaciones y que nos permite tener esta exposición sobre la acera que nos fue muy bien para crecer un poco más.

¿Fue el momento de mayor expansión de la empresa?

— La empresa ha tenido dos momentos de crecimiento importantes. Cuando abrimos y juntamos los locales en la parte actual de accesorios de Náutica Ereso y, después, la más importante, fue en 2005 cuando crecimos con este local.

¿Empezaron entonces con la venta fuerte de embarcaciones ?

— No, nosotros ya llevábamos muchos años con Zodiac, vienen con nosotros casi desde que empezamos, sobre los años 60 o 70. Después hemos ido cogiendo otras marcas como Jeanneau, GoldenShip, Lomac, Yamaha o Sessa Marine. Lo que hicimos fue ampliar el campo y todo tipo de embarcaciones.

¿Qué productos se pueden encontrar en Náutica Ereso?

— Nosotros tenemos un lema de toda la vida que es «Todo para navegar». Tenemos materiales para el mantenimiento del barco, pinturas, defensas, salvamento, anclas, bombas de achique, luces y también la vida a bordo como neveras o ropa de agua, material de buceo y pesca submarina. Además, tenemos la venta de embarcaciones. Somos importadores directos de Jeanneau, una marca con la que estamos muy contentos porque ofrece una gama muy amplia.

¿Qué servicios ofrecen?

— Además de venta, hemos empezado a hacer algunos pinitos en alquiler de embarcaciones. También damos un buen servicio posventa a nuestros clientes, ya que les guardamos el barco en invierno y nos encargamos de hacer un pequeño mantenimiento, según lo que necesiten. Esto ha hecho ampliar los campos de trabajo y oferta que tenemos.

¿Qué tipo de embarcaciones tienen más salida en Ibiza?

— Para nosotros las semirígidas de Zodiac y ahora las embarcaciones de Jeanneau. La puntera es la gama Cap Camarat Walk Around, en los que puedes navegar con toda la familia con tranquilidad y dentro tiene una cabina donde puedes pasar noche. Para la actividad que se hace en Ibiza, como pasar un fin de semana en Formentera o visitar alguna cala, es la mejor opción. Ahora también nos están pidiendo los clientes la gama Leader de Jeanneau, que son embarcaciones más grandes, que entra dentro de la gama crucero-yate.

¿Quiénes son los clientes habituales? ¿Son de Ibiza o de fuera?

— Tenemos de todo. Tenemos la suerte de tener muy buena gente de Ibiza y también españoles, alemanes, holandeses y franceses. A la gente le sorprende mucho que tengamos cliente francés. Ahora se ha perdido un poco, pero ha habido una colonia en Ibiza de franceses que venían a veranear y les gusta mucho el mar.

¿Recuerda quién fue el primer cliente que adquirió un barco de la empresa?

— Recuerdo de los inicios a una serie de personas. Primero, al médico Villangómez, que compró a mi padre una lancha de la marca Inerga. También Mariano Matutes que nos compró una lancha de la misma fábrica de color rojo y, por último, una persona que me llamó la atención porque falleció en un accidente de tráfico, que fue el hijo del capitán marítimo Bermejo. Nos hizo la compra en el local que teníamos en el puerto y el barco se llamaba Draco.

También tengo un recuerdo curioso. Mi padre vendió una embarcación a una señora inglesa que tenía muchos perros y como quedó tan contenta un día se nos presentó con un cachorro de pastor inglés y nos lo regaló. Fue un gran regalo y estuvimos todos muy contentos. Son detallas de estos clientes del principio cuando se establecía una relación muy personal.

¿Cómo ha cambiado el sector de la náutica desde que empezaron hasta ahora?

— Uno de los cambios más importantes es que antes la gente tenía mucho tiempo y se hacía mucho bricolaje. La gente podía ir a su barco, arreglarlo, ponerlo a punto, pintarlo, etc. Ahora todo son empresas que lo hacen. El cambio es que se ha profesionalizado todo mucho más y las esloras de los barcos crecen cada año más. Antes tener un barco de cuatro metros era una alegría y ahora con uno de seis parece pequeño.

¿La falta de amarres son un problema para la venta de embarcaciones?

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— Los amarres siempre son un problema porque hay pocos en temporada alta y son caros. En invierno no viene nadie, que es una de las cosas que se podrían mejorar. Vas por Europa y en Holanda hace un frío que pela y la gente sale a navegar, pero nosotros no estamos acostumbrados. Tendría que haber más amarres pero sin que se disparen los precios por una oferta-demanda exagerada donde la gente puede llegar a pagar cualquier precio para tener un amarre durante dos o tres meses en verano. Posiblemente, se tendría que estudiar potenciar las marinas secas, que dan una salida para guardar los barcos a un precio no excesivamente caro. Tampoco entiendo porque se cierran de esta manera las instituciones cuando oyen la palabra puerto deportivo como si fuera un enemigo. Creo que se pueden hacer cosas que no sean de cinco estrellas, que al final en esta isla nos vamos a que todo será de cinco estrellas y «tants en vengueren que de casa ens tragueren». Se tendría que humanizar un poco más con un nivel más razonable para que tanto los ibicencos como la gente de fuera puedan disfrutar del mar sin que sea tan caro.

¿El aumento de turismo en los últimos años se ha traducido en más ventas de barcos?

— Sí, evidentemente, las ventas han crecido, aunque también los gastos. Todo resulta más caro, vivimos en una isla cara y todo sube.

¿Cuántas embarcaciones pueden llegar a vender en un año?

— Depende. Sube o baja, según el año, no es algo lineal. Hay un año que vendes cuatro o cinco barcos de un modelo, apuestas por él y al año siguiente no vendes ninguno. Hace tres años tenía una Zodiac de seis metros y la tuvimos colgada dos años. Hicimos una oferta, un cliente nuestro la compró y a partir de allí en dos meses vendimos cuatro barcas. Estamos en una línea en la que estamos contentos de lo que vendemos.

¿Cuál es el secreto para mantener una empresa tantos años?

— Estar aquí cada día a las 9 de la mañana e irte cuando Dios quiera y cuando los clientes te lo pidan. Es un negocio bastante personal ya que en la náutica se crean relaciones con otras empresas, mecánicos o clientes y hay un trato muy personal.

¿También han pasado por dificultades?

— Como todos, sobre todo con la crisis. Aunque en la Península era horroroso. A un amigo de Barcelona le dije que estaba desesperado porque solo hacía presupuestos y él me contestó que tenía suerte que al menos podía hacer presupuestos. Demuestra la diferencia del daño que hizo la crisis.

¿Cuántos trabajadores empezaron y cuántos son ahora?

— Empezó mi padre, que llevaba la parte económica y contable, junto a un francés. Con el tiempo empezó un tío mío como socio y yo venía a ayudarles en verano hasta que decidí dejar los estudios y ya me quedé definitivamente. También entró a trabajar un chico que se llamaba Jesús y mi hermano Joan. Fuimos creciendo y ahora somos ocho trabajadores.

¿Desde siempre sabía que se dedicaría a este sector?

— No, pero siempre me ha gustado esto de vender. Mi abuela tenía una tienda y ya de muy pequeño le ayudaba a hacer la campaña de Navidad. Eso sí, luego me iba a casa a ver que me habían traído los Reyes, santa inocencia (risas).

¿La empresa tendrá una continuidad generacional?

— Está mi hermano que es más joven que yo y espero que siga. Mis hijos, no lo sé, porque los dos están viviendo en Barcelona.

¿Volvería a ser empresario?

— Mira que mi padre me dijo que hiciera unas oposiciones... (risas). Creo que sí, porque me gusta mucho lo que hago. Me gusta la marcha y estoy todo el día con actividad, me gusta la relación con la gente, vender e intentar aconsejar bien a la gente. Tengo la gran suerte de que muchos clientes son casi como amigos. Se ha establecido una relación que va más allá de la comercial.

¿Qué dificultades tiene un empresario en Ibiza?

— El problema número uno que tenemos en Ibiza es la estacionalidad. Para las empresas que abrimos todo el año es una puñalada trapera. Desde noviembre hasta marzo estás aquí contando moscas. Se habla mucho de desestacionalizar pero nadie hace nada. Los únicos que hacemos algo es los que abrimos también en invierno. Por otra parte, últimamente mucha gente está acusando al sector náutico de ser los culpables de lo que le pasa a la posidonia. Hay un estudio de Mallorca de la incidencia de la náutica sobre la posidonia y es minúscula en relación con lo que contaminan los vertidos como los que había en Talamanca. Si lo que se hace son actuaciones a base de boyas para balizar sitios de arena para que no vayan, hacen que la flota se vaya para afuera y te encuentras barcos de grandes esloras tirando el ancla sobre posidonia. Estas ganas de vallar el campo, o el mar en este caso, se tendría que replantear porque es tan malo o más para la posidonia que el daño que ellos pueden considerar que hacen los barcos. Si no puedes llegar donde hay arena para fondear, ¿qué haces?

¿Qué hará cuando se jubile?

— Tengo una afición que no tiene nada que ver con el mar, que es correr. Soy corredor popular y me gustaría seguir. También me gusta navegar para disfrutar.

¿Sabrá desconectar?

— No, tendré que aprender.