Carlos Martínez Vara de Rey pisó Ibiza por primera vez el jueves. | MARCELO SASTRE

El general Joaquín Vara de Rey está considerado un héroe nacional tras haber fallecido en pleno combate durante la guerra de Cuba. Hijo de militar, abandonó Ibiza a los dos años de nacer. En 1904 fue inaugurado el monumento en su honor por el rey Alfonso XIII y el año pasado el Ayuntamiento de Eivissa promovió una consulta para cambiarle el nombre al paseo. Su tataranieto, Carlos Martínez- Vara de Rey Novales, coronel del Ejército del Aire, pisa por primera vez la isla para contarnos la historia de su tatarabuelo, al que homenajean hoy a partir de las 12.00 horas en el paseo que lleva su nombre con motivo del Día de las Fuerzas Armadas.

—¿Cuántas generaciones de Vara de Rey militares ha habido?
—Hay que hacer diferencia desde el origen del apellido, que es a finales del siglo XII, cuando surge el topónimo de Vara de Rey en la provincia de Cuenca, una zona fronteriza, donde unas familias que se instalan en este punto para proteger la zona de Cuenca se desplazan. Allí hay un Fernando Vara de Rey, que es el primero y era del pueblo Vara de Rey. Su hijo se llamó Alfonso Fernández de Vara de Rey. Hay una serie de generaciones que han participado, sin ser propiamente militares, en operaciones militares. Prácticamente desde este origen hasta el abuelo Joaquín hay nueve generaciones y desde él hasta mis hijos, que también son militares, hay ocho más. El apellido está unido a la historia de España desde Joaquín Vara de Rey Salgado, bisabuelo del héroe de El Caney, hasta nuestros hijos.

—Perteneciendo a esta estirpe de militares, parece que no tenía otro camino que la vida castrense.
—La vida castrense es vocacional, no se puede aceptar por obligación, pero es verdad que te marca mucho por convencimiento. Es bonito decir que Vara de Rey es un apellido que no está repartido en el mundo, todos estamos metidos en un árbol y nos conocemos. Todos venimos de un matrimonio del siglo XIX. Hasta ese momento eran solo una rama y si había mujeres se perdía la rama y si había otro hombre lo mataban en la guerra, con lo cual se ha transmitido por una sola rama y hemos sido militares.

—¿Qué supone para usted llevar el apellido Vara de Rey?
—Ante todo responsabilidad con tu patria y con tu sangre.

—No es un apellido muy ibicenco, ¿qué hacía su familia en la isla?
—Durante todo el siglo XIX, que fue muy convulso, el gobierno solía apaciguar los conflictos que había con el ejército. Con todos los cambios que hubo en este siglo era muy común el emplear al ejército para sofocar los problemas y eso significaba que los ejércitos se movían continuamente. En el caso de Ibiza en concreto fue un periodo de descanso entre la guerra carlista, que había acabado en el año 1841, y la guerra de la Jamància en Barcelona, en el 1843. Durante ese periodo de descanso, que no había conflictos documentados en las islas, había que hacer presencia en todos los sitios y al tercer batallón de la reina no lo desplazaron a Ibiza, sino a Baleares y concretamente la madre de Joaquín llegó a Ibiza en estado y nació aquí el 14 de agosto del 41. Dos años más tarde su hermano nació en Palma de Mallorca. En el año 43 ya no está en Ibiza porque empezó la guerra de la Jamància y al final vemos al padre de Joaquín, cuando mi tatarabuelo tenía solo dos añitos, que se tiene que ir con la familia al Hospital Militar de Barcelona a seguir la recuperación de una herida de bala del padre. La clave final es que las familias acompañaban a las tropas.

—¿Por qué su tatarabuelo es considerado un héroe de guerra?
—Porque llevó el valor al extremo heroico, es decir, su misión era defender una posición en muy precarias condiciones. Eran 6.000 americanos y había 500 españoles defendiendo la posición y él lo más fácil que tenía era haber dicho que no tenía a suficientes hombres. No fue un loco que dijo vamos a morir por morir, pero hizo algo muy bonito. En cinco días, desde el 25 al 30 de junio, fue capaz de diseñar un sistema defensivo que los propios americanos han reconocido como una maravilla de plan. En cinco días engañaron al enemigo y es que hizo un sistema de trincheras escondidas en la vegetación que ni el globo cautivo americano fue capaz de detectar e hizo de toda la ciudad una fortaleza. Ahí está la heroicidad con ese plan tan inteligente, no en un hecho puntual de decir ‘voy a ser valiente cinco minutos’, sino que durante toda su vida se fue preparando para este momento. Hizo dos acciones que le catalogan de héroe incomparable que fue arengar a sus tropas todos el tiempo (consiguió que sus tropas estuvieran motivadas para morir con él en esta hazaña) y empuñar la espada, una espada contra cañones que prácticamente no tiene sentido. Y esta fue la clave de todo, un señor con su espada fue capaz de llegar al último soldado y así mantuvo 14 horas la posición hasta que prácticamente murieron todos. Por eso fue un héroe, eso no lo hace una persona normal.

—En este sentido sí que es verdad que algunos critican que mandó a sus hombres a una muerte segura, incluido a dos de sus hijos, ya que estaba en clarísima inferioridad en El Caney.
—Absolutamente negativo. Estuvo cerca de ganar la guerra. Los americanos a las 10 de la mañana habían retirado las posiciones porque el plan había funcionado. Llegaron a un punto de trampa en el que se quedaron parados en la línea a 300 metros, no podían seguir, pero al final los americanos, que se retiraron, metieron dos divisiones de reserva. Joaquín tenía el plan de recibir una columna de refuerzo de 5.000 hombres que tenían que haber hecho 150 kilómetros en cinco días, que por razones que desconozco no llegaron. Lo que quiero decir es que al final si el plan se hubiera ejecutado con la colaboración de todos, incluso hubiéramos ganado. Él lo que hizo fue aplicar todo lo que tenía a su alcance.

—¿Cómo fue su muerte?
—Hay muchas versiones. Hay gente que habla de que lo mataron con un tiro en la cabeza porque en su cráneo apareció un disparo y yo al final me quedo con que murió, prácticamente, por un obús de 81 milímetros de un cañón de artillería. Cuando él cayó herido a las tres de la tarde, estuvo una hora más en el frente, los soldados lo querían tener con él y en los últimos momentos estuvo en los brazos de sus sargentos para intentar llegar con su voz a la gente. Estaba herido por una o dos balas que le atravesaron las dos piernas y le quitaron el equilibrio. Al final, pusieron paja en medio de la plaza y lo pusieron allí con las piernas destrozadas. Una hora y cuarto después, desangrándose, decidieron coger una camilla y trasladarlo a un hospital que estaba a varios kilómetros. Cuando la camilla empezó a salir de la plaza el cañón ya estaba demasiado cerca y cayó el obús matando también a los cuatro camilleros. Se supone que esta fue su muerte final.

—Se dice que fue enterrado con honores por los norteamericanos, ¿fue así?
—Sí. No puedo demostrar que fuera esa tarde porque los norteamericanos habían perdido a más de 1.000 hombres. Entre el día 1 y 4 le enterraron porque costó encontrarle. Le reconocieron por la barba y por mapas que llevaba en el bolsillo y el jefe de la brigada decidió hacer los honores que tenían establecidos en el protocolo americano. Es algo muy bonito, respetó todas las propiedades del general, pero le quitó la espada. Esta espada que vemos en el monumento de Ibiza se la entregó directamente al comandante jefe. Después se rindió oficialmente Cuba y a los 15 días se formalizó una ceremonia de rendición. Lo que más me emociona es que en aquella ceremonia se quiso que hubiera equilibrio de fuerzas para no quedar nadie por encima de nadie. Era una cuestión de honor militar. Fue un reconocimiento a un imperio que estaba en el ocaso.

—¿Dónde está enterrado su tatarabuelo?
—Fue enterrado en un árbol que se llamó el marañón de Vara de Rey en El Caney hasta noviembre de ese mismo año. A partir de ahí, todavía no se había firmado el acuerdo de París, pero se iba a firmar en dos semanas y con él España perdía Cuba y más propiedades. En ese momento, había un clamor popular porque el cuerpo estuviera en la tierra que le defendió. El general Valderrama con un médico, un sacerdote y dos soldados llegaron a Cuba, buscaron el cuerpo, lo colocaron en un féretro, lo llevaron al puerto y se repatrió. Llegó a Santander el 28 de diciembre de 1898, de ahí fue a Madrid y está en un panteón que hay en el cementerio del este, dedicado a los héroes de El Caney, de Cuba y de Filipinas.

—¿Ha ido usted a Cuba para conocer la zona donde murió?
—Me gustaría, pero no he podido.

—¿Cómo vivió la polémica por el nombre del paseo Vara de Rey aquí en Ibiza?
—Cuando Joaquín muere lo que más me emociona es que el representante de Ibiza, Josep Verdera, en cuanto ve la partida de nacimiento decidió levantar esta estatua. En aquel momento Ibiza era pequeñita y esta era la parte externa de la ciudad. Este paseo se llamaba s’Alamera, quizás lo más acertado para respetar las tradiciones hubiese sido llamarlo s’Alamera de Vara de Rey porque le da más fuerza. Fue un ibicenco y eso es innegable. El problema es que ahora se busca más la confrontación que la unión, entonces intentar cambiarlo de pronto sería romper 100 años de historia y es verdad que hay un punto de razón en recuperar s’Alamera. Habría mucho ibicenco dolido si se llamara solo s’Alamera porque reconocen lo que representó aquella muerte y el valor heroico; que haya gente que no valore eso no significa que el resto no lo hagan. Hay que buscar siempre el consenso, nunca imponer.

—¿Cuántas calles o monumentos tiene su tatarabuelo en España?
—Media docena. En Ávila, que fue su último destino, Murcia, Logroño, donde vivía su madre, Ibiza y en Madrid, un monumento, una plaza y una calle.

—En los últimos años algunas ciudades están cambiando el nombre de calles dedicadas a militares de la época de la dictadura. ¿Qué le parece?
—Me da mucha pena que impongamos los principios políticos a los valores reales. El valor que no caduca y que nos une a todos como una nación integradora de culturas hay que respetarlo mucho. El valor es una cosa y la política es otra; mezclarlo son rencores que no van a ningún lado.

—¿Por qué es tan desconocida en este país la historia de sus fuerzas armadas?
—Es una cualidad nuestra española. A la gente le gusta lo que tenemos, pero somos los primeros en destruirlo siempre. La gente no conoce sus fuerzas armadas, pero porque priorizamos más la vida mediterránea, la vida tranquila.

—Hablaba de que no hay que mezclar el honor con la política. En este sentido, ¿considera que la mayoría de militares son de derechas?
—No, son de principios. Es un error tremendo etiquetar; ha habido gente de izquierdas muy buena. Igual que cuando alguien lleva la bandera de España decir que es de derechas. Esta bandera es de todos. La única diferencia de un castrense con el resto es que ha besado una bandera y ha jurado dar la vida por España y eso tiene una importancia que los demás no entienden, pero eso no significa ser de derechas. El hecho de etiquetar acaba produciendo enfrentamientos.

—Podemos fichó hace un tiempo al ex JEMAD José Julio Rodríguez. ¿Debería haber más militares en política?
—No me parece lo más correcto porque creo que cada uno tiene su terreno. Los militares hacen lo que los políticos les mandan, pero cada uno tiene que tener su papel. Son dos terrenos que no me gusta, para nada, que se mezclen. Un general no debería estar en política porque, en muchas ocasiones, tienes que cruzar líneas rojas que un militar jamás debe cruzar. Es incompatible defender a tu nación con tu propia sangre y a la vez estar firmando muchas de las cosas que firma un político.

—Hay fuerzas políticas que apuestan por una reducción drástica del presupuesto dedicado a defensa. ¿Qué le parece?
—Es una inmadurez porque, queramos o no, somos parte de la OTAN y ser parte de la OTAN es verdad que te da mucha disuasión, pero lleva una responsabilidad y un compromiso. Hace cuatro años se llegó a un acuerdo que decía que en 2020 teníamos que dedicar el 2% del presupuesto y, de eso, el 20% dedicarlo a material para que no fuera todo a personal. Ese acuerdo lo firmó nuestro presidente y hay que cumplirlo. Cuando un político critica esto está rompiendo la cohesión española. No somos creíbles en el mundo si el resto de naciones van a por ello y nosotros no.

—¿Cree que sería positivo que volviera el servicio militar obligatorio?
—No es necesario porque es verdad que tienes una baza de seguridad muy importante, pero hay muchos casos en los que están más necesitados de donde los sacamos que donde queremos que estén. Hay muchas familias que solo cuentan con un varón. Hoy en día, ya no se trata del número de gente si no de sofisticar el material; la tecnología y el liderazgo hay que explotarlos mucho más. Necesitamos jefes que se preocupen de los pocos que estén para que estén motivados, concienciados y entregados a la causa.