Arturo Valenzuela, en la imagen, conoció esta técnica oriental a raíz de su estancia en Japón.

Las III Jornadas de Humanización del Área de Salud ofrecerán hoy ponencias acerca de iniciativas pioneras implantadas en el Hospital Can Misses, como Dogspital o Plantagrama, y otras que se han puesto en marcha en otros centros sanitarios, como el shiatsu. Es una técnica oriental que consiste en aplicar unas presiones con los dedos pulgares y las palmas de las manos sobre determinados puntos del cuerpo y que ofrece, de forma voluntaria, Arturo Valenzuela Serrano en los hospitales universitarios de Madrid. Valenzuela, que conoció esta técnica a raíz de su estancia en Japón durante varios años, explica cómo empezó a aplicarla en el ámbito sanitario.

¿En qué consiste el shiatsu?
—En 1986 me fui a Japón, me quedé a vivir, me casé allí y una de las cosas que aprendí fue esto. Yo me dedicaba entonces a otro trabajo muy diferente, la gestión de multinacionales, y decidí cambiar de ambiente. La gente dice que el shiatsu es un tipo de masaje pero hacemos poco la fricción del masaje, sino presionamos en determinadas partes del cuerpo, enviamos la información al cerebro que la recoge, ve lo que le hemos mandado y elabora una respuesta. Parece muy fácil pero es algo más complejo.

¿Cómo surgió?
—Un persona que yo trataba habitualmente con shiatsu me preguntó si le iba bien a los niños y le dije que era muy bueno. Siempre decía “qué bien le vendría a mis niños” y le contesté que los trajera al centro; me respondió que trabajaba en un hospital, que sería muy bueno darle esta técnica pero no tenían fondos para pagar; le dije que no se preocupara porque no cobrábamos si era para gente con una necesidad específica, podíamos ayudar y creamos unos grupos. Esa señora era la jefa de Unidad de Hemodiálisis de la Paz y no había entonces voluntarios. En 1997 fundé el grupo de voluntariado y desde entonces aplicamos shiatsu en el Hospital La Paz. Llevamos más de medio millón de horas de voluntariado y no sólo en los hospitales sino trabajamos con los niños de huesos de cristal.

¿Cómo una técnica de este tipo puede tener resultados?
—El shiatsu está autorizado por el Ministerio de Sanidad en Japón, los médicos lo recomiendan y el seguro paga ese tratamiento a los ayuntamientos para los pensionistas en su programa de cuidado de la salud. Aquí no se conoce pero no es nada raro. ¿Sabe qué pasa? Hay mucho esoterismo en el mundo de las terapias naturales. Con el shiatsu presionamos puntos neuromusculares, hay unos receptores en el cuerpo que lo mandan a través de la médula y llegan al cerebro. Tenemos varios estudios que han hecho los sanitarios de La Paz. Uno se hizo expresamente en la Unidad de Cuidados Intensivos para probar si el shiatsu funcionaba en los niños hospitalizados y los resultados fueron bastantes relevantes. Tras el tratamiento de un mes se observó que el llanto se calmaba en un 95% de los casos; se normalizaba la saturación de oxígeno en el cuerpo en el 82% con una mejora de la mecánica respiratoria y la percepción del dolor disminuía y/o desaparecía en el 80%. La familia lo percibía como algo bueno en el cien por cien de los casos. Lo más importante es que los niños hospitalizados reclamaban que se les aplicara. Después se lo dimos a los familiares porque sufren bastante cuando tienen un familiar hospitalizado varios días y les ayudaba a liberar tensiones, que se podían concentrar en lo importante que era ayudar a sus hijos, no estar todo el día preocupados, sino en transmitir bienestar y amor, y lo valoraban muy positivo. Los padres estaban más por nosotros e incluso los sanitarios. Al principio nos llamaban “los dedos” cuando íbamos por allí.

La experiencia de la Paz se ha llevado a otros hospitales.
—Sí, después también el Puerta de Hierro, Princesa y Niño Jesús. En Princesa es donde más tiempo hemos estado y se atendió también a pacientes con fibromialgia. Nos incluyeron en un equipo multidisciplinar.

¿Qué va a explicar en su intervención en las Jornadas de Humanización en Ibiza?
—Que vea la gente que hay otras técnicas que se desconocen e incluso se minusvaloran pero están dando un resultado muy importante. La prueba es que llevamos 21 años haciendo eso con personas de forma voluntaria y sin cobrar. Los pacientes lo reclaman porque les ayuda a tener un tratamiento menos doloroso. Además de la atención sanitaria integral que es muy importante, podemos ayudar a las personas ingresadas, darle el apoyo psicoafectivo que ayuda a reducir el impacto del estrés que suele acompañar a los niños cuando están ingresados, son los más desvalidos. La persona mayor puede entender porqué está en un hospital pero un niño es otra cosa.

¿Siguen teniendo el grupo de voluntarios?
—Sí, tenemos nuestra escuela con la que ganamos dinero pero nuestro trabajo de voluntario es aparte y en el que participan los alumnos que quieren, sabiendo que no van a cobrar, no es una obligación.

Revisando la hemeroteca he visto que sus alumnos le llaman maestro Corazón. ¿Por qué?
—Porque soy muy apasionado en lo que hago. Ellos dicen que soy muy buena persona, pero no sé sí será verdad.