Talleres para niños, kokedamas y organillos de manubrio son algunos de los tesoros que se pueden encontrar en este particular festival. | L.G.

Llegar a Forada los sábados, y en especial los días en los que se celebra el Festival, es como sumergirse en aquel espíritu de la Ibiza hippy que cada vez nos cuesta más encontrar.

Unos 40 puestos formaron parte ayer de una nueva edición del Festival de Forada con gran éxito de acogida, tal y como ya viene siendo costumbre.

Productores locales de frutas, verduras y alimentos de elaboración propia y saludable, como el legendario pan ecológico de espelta del obrador de la cooperativa, cerveza local y la exitosa paella vegana, se sumaron a los zumos naturales, la cerámica, la cosmética natural, a diferentes tipos de plantas, a la ropa ecológica, y los libros para dar protagonismo a una Ibiza más alternativa y hacer de este evento mucho más que eso; para transformarlo en un punto de encuentro de todos aquellos residentes, y algún que otro turista, que quieren disfrutar de la esencia de la Ibiza más pura y de una opción sana y saludable para disfrutar en familia, mascotas incluidas.

Este año por primera vez contó a lo largo de toda la jornada, de 11.00 a 19.00 horas, con música en vivo cuyos artistas ofrecieron la magia de sus acordes de forma completamente altruista de la mano también de la Cooperativa Integral d’Eivissa. Jeroni Gómez, uno de los organizadores, señaló a Periódico de Ibiza y Formentera que una vez más contaron con un espacio dedicado a los más pequeños con talleres de manualidades, una obra de marionetas y la cúpula geodésica que tanto les apasiona, y agradeció que «siempre tenemos una respuesta muy generosa del público».

Perdiéndonos entre las sorpresas que albergan los diferentes puestos encontramos el de Berta de Miguel que ofrece ‘kokedamas’, plantas propias de una técnica japonesa que utiliza el musgo como maceta. Se compone de sustrato con ‘akadama’, fibra de coco y otros elementos que hacen de drenaje y mantienen la humedad de la planta.

Se riegan por inmersión «hasta que dejan de echar burbujitas, cogen el agua que necesitan y se las deja escurrir sobre una base de madera o de pizarra, por ejemplo», nos ilumina Berta. Necesitan no estar al sol directo para impedir que el musgo se queme, en un sitio luminoso o en el interior de una casa «están perfectamente». La elaboración de cada kokedama lleva unos 15 minutos, «luego crecen muy bien, son muy agradecidas».

Por otro lado, Neus se encargó de ponerle también de musicalizar la jornada gracias a su órganillo de manubrio que encontró en un rincón de Berlín y que no dudo en hacerse con este instrumento de viento que todos recordamos cómo antiguamente algunos se buscaban la vida paseando con él en un carrito acompañado por un mono que bailaba al son de su melodía a cambio de dinero.