Cada más y nada menos que 30 son los años que Catina Ribas lleva al frente de su emblemática tienda en el 18 de la calle Abad i Lasierra de Vila.

Ayer fue el último día que ‘Ballerina’ tendrá sus puertas abiertas a todas las niñas, madres y bailarinas en general con Catina al frente de ella porque su alma mater se tiene que jubilar.

«Tengo 73 años y ya llegó el momento. Estoy muy, pero muy, agradecida al pueblo de la isla de Ibiza y de Formentera, a todas los colegios, a las escuelas de baile, a todos los clientes porque siempre me han apoyado», cuenta Catina a Periódico de Ibiza y Formentera con los ojos llenos de lágrimas delante de esas estanterías que ha llenado a lo largo de todos estos años con trabajo, esfuerzo y muchos recuerdos.

‘Ballerina’ es la única tienda de la isla que vende insumos para bailarinas de ballet, flamenco y gimnasia deportiva como zapatos y zapatillas de baile, mallots, trajes, vestidos, castañuelas, medias y todo tipo de accesorios para que las bailarinas sobre el escenario se sientan como verdaderas estrellas.

Catina espera encontrar a alguien que «tenga un poquito de corazón como he tenido yo y la siga; igualmente ahora habrá que cerrar, hacer un inventario y estudiar que es lo que más conviene hacer» ya que ella no puede seguir al frente del negocio por cuestiones de edad y de salud y sus hijas no pueden hacerse cargo de la misma por motivos familiares y laborales. «Me duele mucho porque he tenido mucha actividad en la tienda; han sido muchos años de pedidos, arreglos, de colaborar con algunos colegios para hacerles los vestidos de fin de curso… ha sido mucho», comenta emocionada.

Los comienzos

Era el año 1989 cuando la familia poseía este pequeño local y su hija estaba haciendo ballet. Paralelamente, ellos dejaron ese local a unas personas que «nos lo devolvieron destrozado»; entonces a su hija se le ocurrió decirme: «Mamá, ¿por qué no ponemos una tienda de ballet que no hay ninguna?».

Y tenía razón porque siempre «teníamos que traer todo de fuera. Me dio un poco de miedo al principio porque en este mundo yo no estaba puesta y al final de decidí». En aquel momento sólo había un par de escuelas de baile y una de gimnasia deportiva. Empezamos un mes antes de los carnavales de ese año «con poquita cosa, sólo con este tramo de estanterías -mientras las muestra- y poca cosa más. Poquito a poco, porque ricos no somos, fuí agregando material según iba trabajando y ampliando.

El dinero que ganaba lo iba invirtiendo en más estanterías, en cambiar las puertas, cristales… Hace ocho años que la renové toda». Y agrega: «me da pena cerrar pero todo tiene un principio y un fin, me da pena porque he hecho muchas horas cada día durante muchos años, en una tiendecita así hay que trabajar mucho». Sobre todo «ha colaborado muchos con los colegios de Sant Jordi y la Consolación para hacerles los trajes de fin de curso, al verlos «me ponía muy contenta y súper feliz. Hay muchísimas grabaciones seguramente». Catina describe al de ayer como «un día de tristeza» pero las vecinas y las escuelas de baile se han acordado mucho de ella y le han llevado ramos de flores y cocas en este día tan especial para levantarle un poco el ánimo y hacerle saber lo mucho que la echarán de menos.

Una nueva etapa

Reconoce que el lunes ya empezará a limpiar y a recontar porque «hay mucho que hacer» mientras recuerda que incluso desde Holanda le han enviado fotos de las niñas vestidas con los trajes que le compraban pero estas y muchas más las atesora en su casa en muchos álbumes y no hemos podido verlas.

Asegura que internet no ha podido con ella sino que unos problemas de salud aceleraron la decisión de jubilarse que de todas formas hubiera tenido que tomar pero quizás de una forma más relajada y que en esta nueva etapa que comienza echará de menos «todo». «La gente no quiere comprar un mallot por internet porque se lo quiere probar, además, la calidad no es la misma», confiesa.

Ana, una de sus hijas, asegura que los nietos serán quienes más echarán de menos la tienda porque era un «punto de encuentro para todos nosotros. Ahora tendremos que quedar en su casa». Seguramente todas las bailarinas de Ibiza echarán de menos su sabio asesoramiento.