Juan Torres Torres (Nito misses). Mestre d'aixa retirado | MARCELO SASTRE

En el varadero, junto al Club Náutico Ibiza, bajo el techado en el que se guardan cascos de optimist y de otras pequeñas embarcaciones de competición hay dos mesas con maquetas de barcos. Un velero de tres mástiles, un par de botes, algunos llaüts de vela latina. Es el taller de Nito Misses (Eivissa, 1929), un mestre d’aixa jubilado que visita sus réplicas de barcos cada día. Los bancos de cubierta y su interior, el mástil, el timón... todo está cuidado como si fuese un barco que pudiera botarse en cualquier momento. O lo estaba. Cuando los enseña lamenta que estén algo dejados. Al estar en un sitio abierto a los vientos, una tormenta tiró las maquetas y todas necesitan pequeños retoques. Este rincón es la vida de Nito. Cuenta que, a veces, simplemente se sienta a mirarlos y a recordar su vida como constructor de embarcaciones.

¿Cuándo comenzó a trabajar en la construcción de barcos?

-A los 10 o 12 años empecé a trabajar.

¿Dónde?

-Con los Mañá. Primero con Antonio, Antonio Mañá Cruz. Era una gente que se iba pasando el negocio. Estaba allí, donde está la estación en la que venden los tiques de Formentera. Allí había una rampa por donde se tiraban los barcos. Y había un caballo que daba vueltas y subía los barcos muy despacio, que se enganchaba a una cosa que tenía muchos engranes y hacía que no pesara. En aquella época no había nada mecánico.

¿Y cómo llega a ser mestre d’aixa?

-Yo estuve casi toda la vida como un trabajador normal. Cuando pensé que tenía mejorar fui a un maestro que me enseñó a hacer planos, pagando, en la escuela de artes y oficios que estaba en la avenida España. Íbamos allí a la escuela algunos y nos enseñó a hacer planos de embarcaciones. Con aquellos planos podías hacer un llaüt o un bote. Así empecé a trabajar como mestre d’aixá con los Mañás.

¿Le viene de familia esta profesión?

-No. Mi padre era patrón de barco. Tengo una foto...[enseña una foto de un velero] a éste le llamaban el Cala Encantada. Antes gobernaba el Pedro, pero la naviera le puso luego éste. Era una antiguo yate, el yate de Sala le llamaba. La naviera era una empresa muy grande y transformaba barcos como éste para carga y pasajeros. Con estos barcos se iba a todas partes. Se dependía del viento. A veces había poco viento y por la mañana estaban más atrás de donde habían acabado. Tardaban días desde aquí a la Península.

¿Había mucho trabajo para un ‘mestre d’aixa’ en aquella época?

-Mucho. Ibiza siempre ha sido una de las industrias más grandes. Todo se llevaba en barco. En aquella época había barcos de madera que iban a Barcelona e iban a Palma y llevaban de todo. Y se llevaba madera desde aquí. Era una industria muy grande.

¿Cuántos barcos hacía cada año?

-Pues un hombre solo, para hacer un llaüt tardaba cerca de un año. El plano es lo que más costaba porque necesitan enseñarte. Si no te enseñan, no eres capaz de hacer las rayas. Esto nos lo enseñaron en la escuela de artes y oficios. Había un par de mestres d’aixa que enseñaban allí. Nosotros le dijimos al profesor de allí que lo que nos interesaba era hacer esas rayas. Porque sin esas rayas no puedes trabajar. Bueno, trabajar sí puedes, pero necesitas un plano antes de empezar.

¿Cómo se hace un llaüt?

-Primero, se hace el plano. Después del plano se hace una maqueta. Con el plano realmente basta, pero con esa maqueta, si veías alguna cosa que no te gustaban lo modificabas en el plano y entonces ya hacías el plano en grande, escala 1:10. Con eso se hacían las plantillas y nos íbamos al bosque a buscar la madera. Como las maderas son curvas nos costaba mucho encontrar la madera. Íbamos marcando árboles, los que eran buenos para esto o para aquello. Cuando los teníamos marcados los cortábamos y los traíamos al puerto.

¿Se tenían que encontrar las maderas con la forma exacta?

-Claro, para que no quedase una madera entrecortada. Si coges una madera derecha y la pones curva, queda entrecortada y se puede romper. Así que íbamos con mucho cuidado con eso. Estos maderos [señala las cuadernas de una maqueta en la que se ve la estructura] eran todos de una pieza para que no se entrecortaran.

Y ¿llegó a ser maestro de otros mestres d’aixa en algún momento?

- Pues aquí ha venido gente y yo les he enseñado a estudiantes y a niños cómo se hacía uno de estos barcos [señala las maquetas]. Pero yo he hecho planos solo para mí. No he dejado alumnos. Principalmente, porque hoy en día la madera se la quieren quitar de en medio. A pesar de que yo siempre digo que un barco de madera es algo para toda la vida. Porque estas embarcaciones aguantan más de 100 años. Pero ahora, con los plásticos, van desapareciendo. Mestres d’aixa ya no hay.

¿No quedan?

-Hay alguno, pero no quedan muchos. Había unos que hacían llaüts en Jesús, los Llucs que les llamaban. Pero ya murieron.

Y entre mestres d’aixa, ¿se ayudaban? ¿Se pedían consejo?

-No, no había mucha ayuda porque todo el mundo se guardaba estas cosas. Si te hacía falta una embarcación buscabas a la persona que mejor lo hiciera. Te venían a buscar. Por eso a mí no me interesaba enseñar a hacer los planos que yo hacía. Los que sabían hacer planos los escondían. Cuando sacaban barcos a tierra, yo pensaba, ‘si no sé hacer estos barcos no seré nada nunca’. Y veía lo que marcaban allí y en casa yo lo iba marcando. Un día vi unas rayas que no sabía cómo las calculaban y le pregunté al maestro ‘maestro ¿estas rayas cómo se sacan?’ y me acordaré toda la vida que me dijo ‘esto se aprende mirando’. Después fue cuando fui a la escuela de artes porque sino no había nadie que te enseñase.

¿Había secretos entre maestros?

-Sí que los había. Las herramientas eran las mismas, pero a hacer las rayas no te enseñaba nadie.

¿Qué herramientas se utilizaba?

-Todo herramientas manuales, lo que se usaba más en aquella época era un hacha para hacerle las caras (partes planas) a los pinos. Les hacíamos una cara amplia y los poníamos encima de una sierra y serrábamos las piezas. Pero lo primero, al ser piezas curvas, no se podía hacer con la sierra porque era muy difícil de aguantar. En cambio si tenías una cara hecha ya podías hacer lo que quisieras.

Y se utilizaba también el aixa. ¿Qué es el aixa?

-Pues a un pino se le hacía una cara con el hacha. Marcábamos una raya y hacíamos esa cara. Y después para dejarlo fino tenías que hacerlo con un aixa, que era como una azada pequeña. Ibas arreglando con ella todo para que quedara plano. Un día vino a vernos uno que quería hacer unas vigas para una escalera delante de Santa Cruz. Y vinieron a buscarme para que le hiciese las caras a un tronco muy grande que tenían allí. Y los mestres d’aixa teníamos un poco el orgullo de que cuando lo pasábamos por aixa quedase muy plano. Y entonces fui y lo dejé lo más plano que pude. Y el hombre me dijo ‘Nito, nos hemos entendido bien’, porque estaba muy satisfecho con el trabajo y quería precisamente que se viera el trabajo del aixa. Que no se viera como si viniera de una carpintería.

Y todavía sigue haciendo maquetas ¿por qué las hace?

-Bueno, primero porque las tenía que hacer después de hacer el plano. Haces media maqueta. Cuando haces un plano haces medio barquito para ver qué tal queda. Y se mira bien que no haya ningún defecto. Hace tiempo que no hago nuevas.

¿Hay gente que venga a intentar comprárselas?

-Ahora no por que las tengo descuidadas, pero éstas que tengo aquí arriba ya las habría vendido si hubiera querido. Pero como cuesta arreglarlas no las he reparado. Pero ya estaban bien terminadas. Y las que vendía las tenía lo mejor posible. Las compraba gente de aquí que las veía, y también extranjeros. Vendí muchas. Desde que me jubilé me dediqué a hacer esto y vendí bastantes.

Y ¿qué pasará con estas cuando usted ya no las cuide?

- Tengo un hijo que se las llevará a un solar que tiene y las tendrá por allí. Pero venderlas no me interesa. Esto me ayuda a vivir. Si supiese jugar a las cartas como hace mucha gente que viene al Club Náutico estaría allí, pero yo como no sé hacer todo eso, si no puedo jugar con barcos... me tengo que entretener con esto.

¿Es un juego?

-Para mí lo es. Es mi entretenimiento. Y ahora ya no tanto, pero venían colegios y grupos de niños que estaban aprendiendo a navegar. Les enseñaba los barcos, cómo se hacían y todo eso. Ahora ya no vienen.

¿Hubo alguna vez que se encontrara con algún reto? ¿Alguna embarcación que fuera más difícil?

-Los llaüts cuestan siempre lo mismo. Una vez que tienes los planos, vas haciendo la maqueta… lo que a veces costaba más era encontrar la madera, por ejemplo. La madera para hacerlo era lo más difícil de encontrar. Para hacer barcos grandes había que encontrar pinos grandes para hacer las quillas. Tenían que ser muy largas para conseguir hacerlas como mucho con uno o dos empalmes. Y esas piezas las serrábamos con una sierra grande que teníamos, uno arriba y otro abajo y lo cortábamos por en medio y con un remolque nos las traían por mar. Porque no se podían traer por dentro del bosque con un camión. Nosotros las cogíamos, las tirábamos al mar y después con un remolque venían a buscarlas y nos las traían. Y los barcos tampoco se podían hacer de cualquier manera. Por ejemplo yo para hacer un llaüt tenía que ir a pedir un permiso a la comandancia y venían a ver como lo habías hecho. Y cuando lo botabas se ponían tres o cuatro apoyados en la borda para ver si el barco tenía suficiente fuerza, que no se pusiese gente en los lados y volcase. Eso se miraba mucho.

¿Los barcos grandes se hacían en el mismo sitio?

-Todo lo que es el muelle era una playa y se hacían los barcos grandes delante del Mar y Sol. Allí había una playa y hacían los barcos allí y los tiraban de lado al mar. [Coge una foto de un barco de vela con cuatro mástiles frente a Dalt Vila] Esto tiene más de cien años. El barco se había hecho justo ahí, frente al Mar y Sol. Se hacían unos carros y se tiraban así de lado al mar. Este era un barco que iba a vela de aquí a Barcelona. Los dueños del barco hacían una fiesta cuando se tiraban estos barcos al mar. Este era de la casa Matutes. Tiraban el barco al mar y tiraban una botella por la proa y traían dulces para la gente.

¿Y los barcos pequeños quién los compraba? ¿Eran sólo pescadores?

-Para el club se habían vendido muchos, para todo tipo de gente. Ahora ya no los hay. Ahora solo hay barcos de plástico. El plástico fue la ruina de los mestres d’aixa.

¿Se debería recuperar este trabajo?

-Creo que sí. El plástico también se estropea. La madera se pudre pero si la cuidas dura muchos años. Incluso los barcos grandes también, se les daba una pátina y se les iba cuidando y duraban mucho tiempo.