Óscar Jaenada ayer en el Hotel Aguas de Ibiza.

Óscar Jaenada (Esplugues de Llobregat, 4 de mayo de 1975) va camino de ser un habitual de Ibiza. El actor, uno de los más respetados de nuestro país y ganador en 2005 de un Goya a la mejor interpretación por Camarón, visita la isla por segundo año consecutivo para apoyar el Ibiza Film Festival que dirige Xavi Benlloch. El año pasado lo hizo con Ángela Molina y Carlos Saura y ahora lo hace con las actrices Greta Fernández, María Esteve y la ibicenca Ana Vide. Precisamente con ellas presenta hoy en el Palau de Congressos la final de cortos del festival y su película The man who killed Don Quixote. Mientras tanto, ayer Periódico de Ibiza y Formentera disfrutó con él de una charla amena, divertida y distendida.

—¿Acabará viviendo aquí?
—Ojalá. Aquí me tratan fenomenal. Siempre que no esté lejos o trabajando apoyaré este festival de cine y las iniciativas culturales de la isla. Todo el mundo necesita a Ibiza para ser feliz.

—¿Le nombrarán embajador como a Paris Hilton?
—(Risas) No me importaría. Hablaré con Xavi para que lo mueva. (Risas)

—En un anuncio de cerveza aseguraba que no quiere que la suya sea una vida cualquiera. ¿Se considera el prototipo de quien busca una Ibiza diferente?
—Tal vez. Me gusta la Ibiza más desconocida y auténtica. La de la gastronomía tradicional que no se sirve en restaurantes de lujo. Me quedo con esa parte que mantiene la esencia que hizo a Ibiza tan especial.

—¿Qué tiene ahora entre manos?
—Estoy por estrenar Chaos Walking, una película que rodé en Canadá junto a Doug Liman. Y después, descansar tras estrenar Loving Pablo y la serie de Luis Miguel. Tras un año intenso necesito desconectar.

—¿Cómo lo hace tras meterse tanto en la piel de un personaje?
—Marchándome a mi pequeño terreno, a sembrar, a recoger y a cortar el césped.

—¿No acaba creyéndose el personaje?
—No. Creo que soy trabajador, tenaz e investigo mucho para meterme en la piel del personaje, pero cuando lo dejo lo olvido rápidamente. De hecho, una vez me preguntaron sobre Cantinflas, y aunque fue muy importante para mí, a la semana de terminar el rodaje ya me había olvidado. No me podría volver a enfrentarme a él. Mi vida no es sólo la interpretación (Risas).

—¿Cine o series?
—Yo busco el personaje. Elijo mis proyectos en función del personaje y me da igual si son para series o cine.

—¿No cree que le están ganando terreno las series al cine?
—Sin duda. Se han apretado unos tornillos en la industria de la televisión y ésta ha mejorado mucho. Ya no se busca la cantidad por encima de la calidad. Antes se hacían producciones pensando en la audiencia, los guiones se cambiaban sobre la marcha viendo lo que gustaba al espectador y si una serie era buena y había tenido éxito en la primera temporada se reducía la inversión para la siguiente y así ganar más dinero. Aún recuerdo cuando (Paolo) Vasile retiró Vientos de agua del maravilloso director argentino Juan José Campanella porque no tenía audiencia. Sólo emitieron dos episodios. Ahora eso ha cambiado, se rueda el paquete entero y se lanza. La audiencia ya no importa tanto. Importa más el producto.

—Son películas de 45 minutos...
—Eso habla de la apuesta por la calidad. Cada vez hay más presupuesto y eso es muy positivo.

—¿Las series se han sabido aprovechar del mal momento que vive el cine?
—Claro. El cine en España tiene que volver a apostar por la calidad en vez de por lo comercial. Estamos volviendo a Pajares y Esteso, cuerpos bonitos y actores top sin que importe la historia.

—Hay quien dice cada vez se hacen mejores películas.
—Es cierto. Pero falta originalidad. Gente que apueste por historias que se salgan de los canales establecidos. Hoy serían imposible proyectos como Barrio, de León de Aranoa, o Noviembre o El bola, de Achero Mañas. Las grandes distribuidoras no apuestan por ellas y no se proyectan. Ya solo nos quedan los cines Princesa...

—¿Y cuál es el problema para que el cine pierda espectadores año tras año?
—Es una suma de muchos factores. El cine doblado, la pérdida de independencia ante el cine norteamericano, la transformación de las salas, mejores medios en nuestras casas, Internet, la piratería...

—Personalmente creo que los multicines han hecho mucho daño.
—Y yo. Se ha perdido la magia de las grandes salas, con esa pantalla gigante, el telón... ahora estás pegado al de al lado, compartes sus palomitas y hay una pantalla casi como la de tu casa. Además, están en centros comerciales, hay que coger el coche y eso da pereza. Se ha perdido ese acto casi romántico de pasar por delante de una sala en Madrid, ver lo que ponen, mirarte los bolsillo y decir: ¡allá vamos!

—¿Y más apoyo institucional?
—Puede ser, pero lo he dado casi por imposible. Aún tengo grabada en la memoria una charla en el Festival de Cannes con la entonces ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde. Cuando le dije que apostara por lo nuestro ya que estamos invadidos por el cine de fuera me miró, no dijo nada, asintió y vi en su mirada la derrota. Una mirada de la que no puede o no quiere hacer nada. Me decepcionó muchísimo porque a los americanos se lo damos todo hecho mientras que aquí nos tiramos piedras entre nosotros.

—Entonces, si un aspirante a actor le pregunta ¿le dirá que está todo perdido?
—No tanto. Le diría que no hay un camino trazado sino que te lo tienes que hacer tú, dando mucho más de lo que tienes. Que trabaje como si el día tuviera 25 horas, que asimile los consejos que le den y que tenga claro que hay que subir y bajar muchos escalones. Que no olvide nunca que aunque un día tenga el papel del siglo con Almodóvar cuando termine de rodar te va a tocar bajar y seguir luchando.

—¿Que los sueños hay que lucharlos?
—Sin duda. Yo me fui a Estados Unidos buscando nuevos horizontes y la gente me tachó de loco. Los sueños no caen del cielo. Hay que buscarlos.

—¿Cómo fue el cambio a Hollywood?
—Bien. Pero no muy distinto al que hice cuando me mudé desde mi pueblo a Barcelona, de Barcelona a Madrid, de Madrid a Nueva York y de Nueva York a Los Ángeles. Hay que tener siempre los pies en el suelo.