El médico Enrique Garcerán.

Quique Garcerán no solo es médico, sino que, además, ha pasado por la política, fue concejal del PP en Sant Josep, ha filmado cortos y ha participado en obras teatrales, una actividad artística que sigue compaginando con la Medicina y con su aportación a la Unidad de Seguridad del Paciente. En esta entrevista relata cómo llegó a Ibiza tras realizar las milicias universitarias en Palma donde estuvo como médico del Ejército de Aire y ascendió teniente.

¿Cómo fue venir a Ibiza?
—Me llamaron para trabajar en un centro médico que atendía los hoteles. Después estuve veinte años como inspector médico. La Inspección Médica era en un principio un órgano de calidad, acreditación de centros y servicios, pero poco a poco fue perdiendo su espíritu de gestión y se convirtió en un órgano de control y de expedientes disciplinarios. A mí me llevó a cambiar a Atención Primaria en 2012.

Es un médico muy versátil porque también se dedica al cine y al teatro.
—Mi padre tenía una productora de vídeo, de las primeras que se hicieron en la Región, que era más de índole comercial, filmábamos urbanizaciones, plantaciones agrícolas y cosas relacionadas con el turismo.

¿Cómo se le ocurrió entonces dedicarse a la Medicina?
—Estuve pensando en hacer Periodismo, Derecho o Medicina. Me decanté por la Medicina por mi padre. Mi hermana era médico. En aquella época estábamos muy dirigidos. Las milicias universitarias me condicionaron mucho, era la salida de casa, me fui a Palma y quise irme a Estados Unidos, pero me ofrecieron trabajo en Ibiza y me vine aquí.

Ahora acaba de terminar una obra de teatro.
—Sí, con el GAT. Más que la interpretación me atraía mucho la dirección de actores, he hecho cursos con Darío Facal que es un tótem del teatro en Madrid, pero me dijeron que si quería aprender dirección de actores empezara por ahí. Es un aprendizaje con mucha disciplina.

También ha hecho cortos, ha vuelto a sus orígenes.
—Cuando salí de mi casa dije que nunca iba a tocar una cámara de cine ni de vídeo en mi vida. Me regalaron una que utilicé para filmar a mis hijas que eran pequeñas, pero ya está. Un día estábamos en Can Misses viendo un vídeo de un evento adverso en la Unidad de Seguridad del Paciente y dije que está muy mal hecho. Paz Merino me preguntó si sabía hacerlo mejor y le contesté que sí. Aún así, como los egoísmos y las manías nos mueven en la vida, dije que no lo haría con cámara sino con un móvil. A Merino y a la dirección les gustó mucho y me propusieron hacer más. Aquel vídeo se titula «A dónde me lleváis hora», una frase muy descriptiva de la soledad del paciente en un mundo extraño como es el hospital. Toda la gente del hospital se implicó una barbaridad. Después hicimos un musical en el hospital sobre un evento adverso.

¿Es más gratificante el mundo artístico que el político?
—Fui concejal de Sanidad sin sueldo y después fue presidente del PP en Sant Josep. Quizás pertenecer a un grupo político tan denostado hoy en día no significa un marchamo de orgullo, pero yo puse ven marcha el centro de salud de Sant Josep y terminé el de Sant Jordi. Eso lo llevo en mi bolsillo. Es complejo hacer un centro de salud. Mi ilusión era que en Sant Josep tuviera un centro de salud porque cuando llegué no había ninguno y cuando me fui estaban diseñados y aprobados.

¿No piensa volver a la política?
—No, para nada. Tuve mucha suerte cuando estuve de concejal porque nadie el ayuntamiento en aquel entonces tenía conocimientos de gestión pero querían hacer algo para el municipio. Nadie se metía en mi parcela, podía hacer lo que quisiera, pedía permiso y siempre decían sí a todo.

Aun así dejó la política.
—Sí, pero la dejé ganando. Cumplí mi ciclo de concejal y no me presenté a la reelección. No dimití.

Ha hablado de política y de teatro, pero no de sanidad. ¿Cómo recuerda su primer día como médico?
—Me acuerdo perfectamente. Había terminado la carrera y en Torre Pacheco, un pueblo de Murcia, sustituí al médico, Herminio Alcaraz, que era amigo de mi padre y con el que se iba de vacaciones. Los pacientes al verme tan joven preguntaban por el otro médico y sólo se tomaban la tensión. Estaba muy nervioso. Cuando volvieron de vacaciones me preguntaron a cuántos había matado, les contesté que a nadie, que todos están bien y me dijeron la siguiente frase que llevo grabada: «Qué sabia es la naturaleza». Fue una experiencia muy gratificante, porque ves como el usuario confía su salud a su médico.

En su etapa en la Inspección Médica tuvo que ser duro gestionar los expedientes disciplinarios de sus compañeros.
—Durísimo, tanto que yo dije que haría los expedientes de gente de Palma y de Menorca, que no querría hacerlos de Ibiza y a veces se me respetó, otras no. No es nada gratificante. Tampoco lo fue el control de las incapacidades temporales porque el usuario no entendía mucho la función del inspector médico. Hice muchos cursos de ética, la bioética médica es hacer el bien, nunca el mal, la justicia y la autonomía del paciente. La inspección médica se mueve en el concepto de la justicia pero muchas veces no es bien recibido por nadie. Si tu le das el alta a un paciente que el piensa que no puede ir a trabajar no te lo agradece.

¿Y la peor experiencia?
—Una de las peores experiencias que tiene un médico es cuando se le escapa algo, es lo que se llama la segunda víctimas. Ningún médico trabajando, en su sano de juicio, quiere que a su paciente le pase algo, siempre dará lo mejor para el paciente; muy pocos médicos están influenciados por la industria farmacéuticas, por prebendas, y no quiere que se le escape algún diagnóstico o algo que se le da al paciente le siente mal. Cuando eso ocurre se da el fenómeno de la segunda víctima, que es el médico. Le aseguro que las situaciones que he tenido cuando se me ha escapado algo lo he pasado mal. Son momentos que sufres de verdad.

¿Y la mejor?
—Cuando vas a un domicilio o al hospital a ver a un paciente que tienes en la consulta. O cuando le das tu número de móvil a un paciente que te llama y te pide consejo. Esas son las mejores experiencias.

También ha sido presidente de la Casa Regional de Murcia.
—Cuando llegué el mursianu era un apelativo no muy bien considerado. No puedo luchar contra eso pero sí demostrar cómo es la Región de Murcia, nuestra cultura y las tradiciones, que venimos de una región maravillosa.

Después de tantos años ¿es más ibicenco que murciano?
—Yo no soy de aquí ni de allá, como decía Facundo Cabral. El cariño que tengo a Ibiza no me lo va a quitar nadie, puede quitármelo el Alzheimer pero nadie más. Tampoco puedo olvidar mi Mar Menor, San Pedro del Pinatar, ni Murcia. Allí están mis padres, mi hermana y mis orígenes, no lo olvidaré nunca. Yo soy de los que he visto mil veces Nueva York en el cine y el año que viene la veré por primera vez. Me apasiona. Creo que hay tantos sitios maravillosos en el mundo que decir que soy de aquí, sí que soy ibicenco y mi corazón está compartido con Murcia, pero me considero ciudadano del mundo porque hay muchas cosas que aprender y personas maravillosas, aunque también hay otros que mejor no acercarse (Risas).

¿Se jubilará como médico de primaria?
—No lo sé. La medicina es una experiencia maravillosa en la que se tiene mucho contacto con mucha gente y al mismo tiempo cansa mucho. Dicen que estamos programados para no saber ni pensar nunca el final de nuestra vida.