El tradicional mensaje navideño del Rey hizo un especial llamamiento a los jóvenes para que asumiesen, en los tiempos actuales, los valores que posibilitaron la Transición española que culminaron con la redacción de la vigente Constitución que este año ha cumplido su cuarenta aniversario. La acertada reflexión de don Felipe merecía apuntar aquellos aspectos que es imprescindible abordar para modernizar la Carta Magna, un documento que aunó las aspiraciones de sensibilidades políticas muy diferentes para dar respuesta a las exigencias de una sociedad que aspiraba a un régimen democrático; ahora se plantean nuevos retos que también necesitan ser resueltos. Los jóvenes también deben quedar comprometidos con el futuro político de España.

Inmovilismo institucional.
En la alocución del monarca no hubo ninguna alusión explícita al principal problema al que debe hacer frente el Estado español: el proceso soberanista de Cataluña. Las leves referencias al tema dejaron entrever que la apuesta sigue siendo el mero voluntarismo, apelando al conocido marco constitucional que se está mostrando insuficiente para resolver lo que ya se considera un conflicto abierto. Dentro de las estrechas atribuciones de las que dispone el Rey, el discurso de Nochebuena tampoco aportó ninguna vía nueva en la que explorar una posible solución al enfrentamiento, cada vez más radicalizado, entre los catalanes y, por extensión, el resto de los españoles. Aunque seguramente no sea el jefe del Estado quien deba proponer soluciones políticas al conflicto, sino los representantes de los ciudadanos.

Valentía política.
En tiempos difíciles, como lo fue la Transición, las fuerzas políticas, sociales y económicas fueron capaces de hallar un camino para avanzar hacia el progreso y la libertad en España. Es preciso que los actuales dirigentes asuman la necesidad de ofrecer soluciones a los problemas actuales con herramientas políticas actuales, con la misma valentía y determinación que se hizo hace más de cuatro décadas.