Adolfo Ramirez.

Nada más acabar la especialidad de Medicina de Familia se vino a trabajar a Ibiza en busca de una mejor oportunidad laboral ya que las ofertas que le surgían de Andalucía eran peores. A través de un compañero se enteró que buscaban médicos de refuerzo en verano para Urgencias en Can Misses con garantías de continuidad. «Me vine por un impulso, no lo pensé mucho y llegué un 1 de junio, sin casa y sin nada», recuerda.

¿Cómo se apañó cuando llegó en Ibiza un 1 de junio sin alojamiento?
—A través del contacto de un italiano que conocí cuando estaba becado por Erasmus en Roma. Alquilaba habitaciones y me sirvió de cobertura los primeros días cuando buscaba vivienda. Encontré una casa en Los Molinos, después del verano me trasladé a donde sigo ahora, también de alquiler. Me vine con la maleta y sin casa, pero siempre me parecía mejor que lo que me ofrecían allí y, además, necesitaba un cambio de aires. Cuando volví a Algeciras no podía desarrollar la medicina de una manera objetiva porque conocía parte de la población que atendía y necesitaba poner en práctica lo que he aprendido en un ambiente neutro, que yo no conociera a nadie ni que me prejuzgaran por conocerte previamente.

Pero aquí también es un sitio pequeño donde todo el mundo termina conociéndose.
—Sí, pero lo ves de otra manera. Hay una vinculación pura, tu has partido de cero, te conocen ya como profesional.

¿Cómo recuerda su primer día de trabajo en las Urgencias de Can Misses?
—Era el verano de 2015, de los complicados. Recuerdo que el primer día me encontré un poco perdido, pero me llevé muy buena sensación. Era un hospital nuevo y yo venía de un centro de Algeciras que está para rehabilitarlo. Era un ambiente confortable y cómodo. Me llamaba mucho la atención el perfil del personal que son muy jóvenes y con muchas ganas de trabajar.

¿Qué le llamó la atención de sus pacientes?
—El respeto a los profesionales y la paciencia. Donde estaba en el campo de Gibraltar era una zona conflictiva con una exigencia más elevada en los tiempos de espera.

De Urgencias pasó a la unidad básica de Cala de Bou.
—Fue una experiencia muy buena. Los profesionales son magníficos y la población es como una ciudad dormitorio, muchos venían de mi comunidad y empatizaba con ellos. En abril me ofrecieron una alternativa, un contrato largo con el 061 y con un horario más flexible y más cómodo, compatibilizarlo con mi vida personal y con nuevos retos académicos, formarme como master, hacer más cursos y aportar también para la Unidad de Seguridad del Paciente.

¿Cuál ha sido hasta ahora su mejor y peor experiencia?
—La peor se me viene en mente. Empatizo demasiado con el paciente porque considero que es un equilibrio que hace falta. La sanidad, no en esta isla, está perdiendo muchos valores humanos. Me veo muy identificado con la USP porque hacemos una labor de acercarnos a la sociedad y la calidez humana que debemos aportar como profesionales. Recuerdo el caso de una chica de Luxemburgo que venía de vacaciones, decía que tenía un dolor abdominal, tenía paciencia y no te intensificaba tu llamada de atención. La estuve explorando y le dije «no te preocupes, será poco» y ese fue mi error. Se puso muy mal, estuvo en la UCI y se murió al cabo de dos horas. Tuve que asumir el duelo con su pareja y su familia que vino desde Luxemburgo. Tenía un problema de salud que no tenía remedio pero empatizas tanto que te hace trizas. No se me va a olvidar este caso. Cuando estaba haciendo la residencia en Andalucía recuerdo el aborto de una menor en la que había un adulto como cómplice, que se lo había provocado con fármacos. Son casos que aprendes de ellos, pero también es una carga a tu espalda porque es otra persona, como tu.

¿Le supone un problema ese alto grado de empatía que tiene en su trabajo?
—Una vez que lo modulas, no.

¿Le ha ayudado la USP?
—Sí, porque ves a homólogos tuyos con una empatía superior a la media y también porque gracias a compartir la experiencia con los compañeros somos capaces de solventar el problema y no quedártelo dentro.

¿Y las mejores experiencias? Seguro que tiene más de una.
—No sabría quedarme con una, sería injusta para las otras experiencias. Hay muchas gratificantes y lo bueno es que cada día son más.

¿Por qué se hizo médico?
—No tengo una vocación clara y definida al ámbito sanitario, sino a la ayuda, a la colaboración y a los valores que mis padres me enseñaron en casa. Cuando llegó ese momento de decidir en el instituto me decanté por las rama de las Ciencias de la Salud y en el último momento elegí varias careras que no tenían nada que ver unas con otras: Biología, Medicina, Periodismo. Había que ordenar las preferencias y puse Medicina, no se cómo la puse. Siempre he tenido periodos de dudas existenciales, de decir si realmente quiero ser médico pero me acabo convenciendo.

¿Y ahora tiene esas dudas?
—No, ahora estoy convencido, pero si me replanteara la pregunta de que si querría hacer otra cosa que no tuviera nada que hacer con la Medicina, sería cuestión de probar.

¿Qué haría?
—Veterinaria, tengo pasión por los animales, o el Periodismo. También me gusta mucho la docencia y a lo mejor el destino me lleva a la universidad o a la escuela; esta es una de las partes que me suplementa la USP con los talleres que hacemos con los niños y charlas formativas.

Veo que le aporta mucho la USP.
—Sí, es el eje o epicentro de mi labor aquí.

¿Más que la profesión?
—Sí, yo he ido saltando de un sitio a otro y complementando mi formación, en emergencias, como médico de familia y en Urgencias, donde estuve dos años y medio y aprendí una serie de habilidades.

¿Es una buena escuela para un médico pasar por Urgencias?
—Es una gran escuela para nosotros y para los residentes. Aunque a veces no se da una imagen buena, se ha utilizado como moneda de cambio por el tema político, pero en Urgencias acabé aprendiendo mucho más de lo que sabía cuando llegué. Para mí ha sido un aprendizaje.

¿Se ha planteado quedarse en Ibiza?
—Me falla el alquiler, mi pareja está en Palma y hay condicionantes externos como las oposiciones; eso me hace replantearme las cosas. No tengo unas expectativas de futuro muy a la larga porque puede cambiar mi destino pero si los condicionantes van igual de bien estaría dispuesto a seguir aquí trabajando y formándome.

¿Tiene alguna anécdota de su trabajo?
—En Ibiza empieza a llover de pronto de manera intensa y recuerdo que en uno de esos chaparrones nos pilló en un servicio del 061 con un precipitado. Los compañeros acabamos de agua hasta arriba y cuando hicimos el traslado al hospital encharqué medio Can Misses. En Urgencias tengo muy buenos recuerdos de fechas señaladas, como el 31 de diciembre que te toca trabajar, haces piña con la gente y al final encuentras el lado positivo. Recuerdo que en mi segundo final de año que me tocó me encargaba de los pacientes que estaban críticos y quería que se tomaran las uvas. Compartes ese momento con una persona que, a lo mejor, no va a volver a vivirlo otro año y tienes el privilegio de que ellos quieren compartirlo contigo. Eso te marca.