La joven escritora ibicenca María Manonelles en una divertida fotografía tomada el mes de diciembre del año pasado.

La ibicenca María Manonelles se ha convertido con Duermo mucho (Fragile Movement), su primera y única obra hasta el momento, en un referente del género que se ha bautizado como ‘medicina gráfica’. A sus 22 años, la joven cuenta su propia experiencia en un hospital psiquiátrico a través de una narrativa ágil y alegre derivada del cuaderno con notas y dibujos que hizo durante el mes que estuvo ingresada en el Hospital del Mar de Barcelona tras ser diagnosticada con un Trastorno de la personalidad con rasgos mixtos.

Por su contenido, sus reflexiones y su forma de enfocar la vida y la enfermedad, Duermo mucho se ha convertido desde que apareció en 2017 de forma autoeditada en un trabajo que muchos especialistas recomiendan a sus pacientes para que comprendan enfermedades como el cáncer, el Alzhéimer o la depresión. De hecho, según los especialistas, el libro aborda con gran acierto el dramatismo del día a día de una persona que está ingresada en un psiquiátrico y el humor que siempre es necesario «para tirar para adelante cuando llegan los malos momentos».

—¿Cómo surge la idea de hacer Duermo mucho?
—Empezó siendo mi cuaderno personal, que creé durante el mes que estuve en el psiquiátrico. Quería entretenerme y dejar constancia de lo que me estaba ocurriendo, pues tengo una memoria muy chunga y me daba la sensación de que tenía que hacer algo para poder recordar todo lo que pasaba. Después, al volver a La Massana para finalizar mis estudios de ilustración tenía que presentar mi proyecto final, una animación sin acabar sobre mis sueños recurrentes y de ahí surgió todo. Y como se me da muy mal poner títulos, lo reciclé para el cuaderno y lo presenté como Dormo molt.

—¿Cuando la gente le dice que su libro le ha sido útil para su día a día cómo se lo toma?
—Es algo que sigue sorprendiéndome. Supongo que justifica el hecho de que se encuentre en la sección de autoayuda, por mucho que me incomode el género. Además, entiendo que para muchos no es tan fácil hablar abiertamente sobre salud mental. Si realmente está ayudando este libro basado en mi experiencia con la salud mental a que otras personas se sientan más cómodas hablando de ello en su día a día... ¡pues menuda fortuna!

—Usted nos acerca la vida de los enfermos mentales desde una perspectiva cercana y alegre. ¿Cree que hay un antes y un después en la literatura con esta obra?
—Estoy segura de que más gente nos ha tratado con humanidad en éste género con anterioridad, pero si leyera lo suficiente como para llamarme escritora, os citaría alguna obra [Risas]. Estamos locos, sí, tenemos nuestras peculiaridades e incluso limitaciones en según qué casos, pero ni en la literatura ni el la vida merecemos ningún trato diferente que el de una persona normal con la inexistente línea de inmunidad que la separe del otro bando.

—¿Se considera ya un referente de lo que se conoce como medicina gráfica?
—Hombre, no. Eso es cuando ya te han traducido a unos setenta idiomas y te puedes pagar el alquiler con el dinero que cobras de ello [Risas]. Acabo de llegar y aún estoy aprendiendo mucho sobre este género. Pero si Wikipedia acaba opinando algo semejante en un futuro tampoco me quejaré... [Risas].

—¿Por qué no hay un final en Duermo mucho?
—Mi sensación al salir del hospital fue muy súbita. No me despedí de nadie, de pronto ya no estaba allí y sin embargo muchas cosas que esperaba que se quedaran allí, no lo hicieron. He querido dar esa misma sensación, un corte de pronto sin conclusión. Y no es ninguna mentira, pues yo todavía no he superado mis movidas, aunque voy avanzando y cada vez tengo más herramientas no es algo que pueda concluir con una valiosa lección de vida porque no la tengo. Pero tampoco pasa nada, no era el objetivo del libro.

—¿En qué medida cree que puede ayudar Duermo mucho a los lectores?
—Ojalá que ayude a la gente a escuchar a los demás cuando, del modo en que sea, piden ayuda. Y si no tienen los medios para darla, puedan buscar a psicólogos, psiquiatras, amigos, malabaristas y lo que haga falta para conseguirla.

—¿Y no cree que su libro debería ser una lectura obligatoria en los institutos de Ibiza y de España?
—Uy, pues no sé qué decir. Te voy a ser sincera. El hecho de que estuviera la palabra «obligatoria» al lado de «lectura» me hizo odiar cada libro que me hicieron leer durante los estudios [Risas]. Casi todos los ‘leí’ a través del portal de Internet El rincón del vago, de los pocos que leí no me acuerdo y el único que me apasionó, Invasió subtil i altres contes de Pere Calders, no gustó a ninguno de mis compañeros. Así que si quieren que lo pongan de lectura optativa o que hagan un proyecto pero exámenes no, examen de mi libro prohibido. Como vea yo un examen de mi libro voy al instituto que sea y saboteo las notas [Risas].

—Bueno... ¿entonces mejor charlas en centros educativos?
—Pues sí, eso estaría fantástico. Si hay centros interesados que me contacten que como este tema me lo sé, no me da pánico hablarlo delante de toda la clase.

—Su siguiente proyecto no tiene que ver con la salud mental ¿Nos puede adelantar algo?
—Me he metido a estudiar toda la vertiente femenina de la religión católica. Y entre varias ideas, la más factible a corto plazo será un santoral femenino ilustrado en clave feminista. Yo que me creía atea, ¡en unos meses he descubierto que mis abuelas me bautizaron en secreto bajo el grifo del baño! ¡Aleluya!

—¿Y retomar el mundo de la ilustración?
—Yo nunca dejo la ilustración [Risas].