Vistas al mar. Rafel Tur, asomado a la barandilla de la terraza cubierta del gimnasio Nirvana en Platja d’en Bossa. | Arguiñe Escandón

Desde joven Rafael Tur ha estado vinculado al mundo del deporte. Lleva más de 30 años haciendo pesas y musculación, estuvo en la directiva de la Penya Esportiva Sant Jordi y hoy día hace también boxeo. Dedica más de dos horas al día a hacer ejercicio. Dice que el deporte le sirvió de terapia contra los excesos de la juventud. Se muestra muy satisfecho con sus dos centros de fitness, en los que uno puede disfrutar de la naturaleza mientras hace ejercicio. Un proyecto para ofrecer aquello que a él le gusta.

¿Qué deporte practicaba de joven?
— Cuando iba a la escuela hacía lo típico. He jugado a fútbol, a voleibol, y a partir de los veintipico años empecé en el gimnasio Pascal. Desde entonces no lo he dejado nunca. Fue como mi medicina, una especie de terapia. A mi me tiraba mucho la fiesta y vivir el día a día, lo que es la juventud. Pero siempre currando. Yo empecé en el 77, con 17 años, a trabajar en el aeropuerto, pero anteriormente ya con 12 años me iba al bar Can Jurat a fregar vasos los fines de semana. Era un sitio que hacía bodas, comuniones y todo ese tipo de guateques. Al final llevo casi toda la vida en el mundo de la hostelería.

¿Y cómo entra en el mundo empresarial?
— Pues con 17 años, con dos socios más, ya monté una pizzería en Platja d’en Bossa. Siempre he sido una persona muy emprendedora y siempre voy a jugármelas todas. Más adelante llevé un gimnasio también aquí, en Platja d’en Bossa. Eso me funcionó muy bien, no había el mercado que hay a día de hoy, y siempre me quedó el rollo de que ese era un buen negocio y tenía mucho futuro. Además yo siempre estaba metido en el gimnasio, era algo que me gustaba y que nunca he dejado. Y cuando se hizo el centro comercial de Sant Jordi, había un local que tenía vistas del mar y de la montaña, en el que podías salir fuera y respirar aire fresco. Casi todos los gimnasios están en calles, en zonas muy cerradas. Y pensé que aquello era un cañón. En aquel momento no había gimnasios en todo el entorno, no tenía casi competencia. Comencé allí con un socio y fue un éxito. Ya hace 14 años de eso.

¿Y desde ahí siempre ha ido bien?
— Sí, aunque el camino no ha sido fácil. En aquel momento se pagaban unos impuestos que ahora casi se han duplicado. Y el precio de las mensualidades se ha reducido prácticamente en un 50% en 13 o 14 años. Ha cambiado mucho. En aquel entonces no había polideportivos municipales que ofrecieran lo que ahora. Han comenzado a hacernos una competencia que a los empresarios nos afecta. Ahora ellos ya hacen clases de todo tipo: de yoga, de pilates… y a unos precios... y luego la competencia también ha ido creciendo. Aunque, todo hay que decirlo, la persona que más se beneficia de esto es el consumidor. Para el empresario se hace complicado. Una persona que ha comenzado de cero en la vida y se mete en un tinglado de estos tiene que tener mucho valor y pensárselo. Esto conlleva hipotecas y cargas que ves que o sales adelante o te vas a dormir bajo un puente. Si te pegas un trompazo, ahí ya nadie se acuerda de ti.

Más adelante abre el centro en Platja d’en Bossa en 2007, justo antes de la crisis. ¿Cómo consiguió que se mantuviera?
— Yo no era algo que viera difícil, era algo de lo que estaba convencido al 100%. Hubo crisis, pero era un buen proyecto, porque no había competencia en todo el entorno. En Sant Jordi, Sa Carroca, Sant Josep… era un negocio que no existía. Era como abrir un supermercado donde no lo hay. La gente tiene que ir a comprar. Además el mundo del fitness ha ido creciendo mucho. En Sant Jordi fue abrir y, el primer mes, no te quiero engañar, pero me parece que se apuntaron 450 personas.

Y, ¿de dónde vino el nombre de Nirvana?
— Bautizar un negocio, igual que bautizar a un hijo, es un problema. No es fácil decidir si le pones Pep, Joan o Xicu. Y en el caso de un negocio tienes que buscar un nombre que atraiga. Y me acuerdo que un día me iba con un amigo a Formentera. Tenía todo el proyecto hecho, y el papeleo, y no sabía que nombre ponerle. En aquel tiempo había hecho algunos viajes a Bali, Tailandia y por allí. Y mi amigo, que lo sabía, me dijo: “oye Rafa, tú que viajas mucho por Asia, ¿qué te parecería de nombre Nirvana?”. Y dije: “Chapó”. Y de ahí salió. Y hoy día me siento muy orgulloso de tener este nombre.

¿La decoración oriental la trajo de sus viajes a Asia?
— Todo esto, las figuras de Budha y demás, lo traje en un contenedor de Indonesia. Comencé en el de Sant Jordi. Todo este rollo oriental ahora ya está muy visto, pero hace 15 o 20 años era muy novedoso y aquí están. Han visto mejores tiempos.

Noticias relacionadas

¿Este es el estilo que busca en los centros?
— Si, el Nirvana, un estado de bienestar de Budha. Y aquí donde estamos la gente lo agradece mucho. Puedes estar entrenando o haciendo lo que quieras. Cada momento que pasa miras al mar y el paisaje cambia. En ningún momento es igual. Disfrutas cuando puedes venir aquí. Yo vengo a trabajar, pero ¿sabes lo que es trabajar aquí? Muy diferente de estar encerrado en una oficina con albaranes y facturas, siempre frente al ordenador. Yo no soy un amante de los ordenadores ni de nada de esto. Disfrutar de la naturaleza es lo que me gusta y aquí lo puedo hacer.

¿Cuánto tiempo le dedica usted a hacer ejercicio?
— Yo normalmente hago unas dos horas y media de ejercicio diario. Aunque soy una persona a la que le gusta todo. Me cuido, pero también me pego mis comilonas. Pero vamos, que el deporte en general me gusta. Hago boxeo tres veces a la semana, hago pesas y musculación desde hace treinta y pico años. Pero el deporte en general me ha gustado siempre y es algo con lo que disfruto.

¿Cómo ha cambiado el mundo de los gimnasios desde que empieza con Nirvana hasta ahora?
— Pues ha cambiado, aunque nosotros en Sant Jordi siempre hemos llevado una misma línea, con clases de yoga, spinning… pero es verdad que en Platja d’en Bossa hemos cambiado mucho. Hoy día hay mucho entrenador personal, nutricionistas, asesores de todo tipo... la gente se quiere cuidar mucho. No es como antes que la gente hacía ejercicio pero lo llevaba como le daba la gana. Ahora la gente quiere asesoramiento, aunque siempre haya quien lo coja a su manera. En verano ves a muchos entrenadores personales con su coche que se acercan a las villas... no sé como funcionan y cada uno se lo monta como puede. Pero aquí tenemos a cuatro personas que son profesionales titulados, son autónomos y yo tengo un acuerdo con ellos y ofrecen este entreno personal. Y es una cosa que hemos incorporado para dar el mejor servicio posible. Así que son dos formas completamente diferentes de trabajar. En Sant Jordi tengo unos profesores desde el principio, a los que estoy muy agradecido, porque uno solo no podría dar a basto. Tengo un gran equipo al que quiero agradecer lo bien que trabaja. Y aquí es todo más autónomo.

¿Qué es lo que diferencia a Nirvana dentro del sector?
— Yo soy una persona a la que le gusta mucho mirar hacia adelante. Creo que cada uno debe mirar un poco por sí mismo, más que a los demás. Sigo mi línea de siempre. El que entre por la puerta lo haga como cliente y salga como amigo. Es un gimnasio muy personalizado y se busca un trato muy directo y muy cercano. En verano, entre los dos gimnasios rondamos los 2.500 socios. Y creo que más que nada es por el trato personal. Porque, por ejemplo, el tema ofertas yo lo hago por que hay que hacerlas. Pero no creo que me afectara no hacerlas.

¿Cómo ve el tema de la gente que se apunta al gimnasio después del verano o como propósito de año nuevo?
— La gente a veces no está muy bien asesorada. Son muy impulsivos y lo quieren hacer todo en un día. Cogen, se suben a la cinta o a la bicicleta y el primer día quieren correr una hora, cuando es gente que antes no hacía nada más que sentarse en el sillón y comer , como aquel que dice. Y así no se va a ningún sitio. Cuando llevan tres días o una semana sigue corriendo tu tía Rita. Porque se apuntan y quieren venir cada día, y hay que explicarles que deben empezar a lo mejor tres días por semana, 45 minutos por sesión para que el cuerpo se vaya acostumbrando. Un tanto por ciento muy pequeño hace caso y dura. Porque además el tema de hacer ejercicio es algo que lo tienes que sentir y te tiene que gustar. Si haces algo por obligación, por que quieres quitarte cuatro kilos, y te das cuenta que en una semana no has bajado ni 100 gramos, te cansas y vuelves al bocadillo. Si quieres ver resultados hay que poner un sacrificio, como en todo en la vida.

¿Cómo cambia este negocio del invierno al verano?
— En verano el ambiente es completamente diferente al que tenemos ahora. La gente de aquí, parece que cuando empieza a hacer temporada piensen que por trabajar ya no se puede ir una hora al gimnasio. De los socios que tenemos ahora quedan muy pocos. En verano viene la gente que le gusta, que lo vive, y trabajan de porteros, gogós, camareros… ese ambiente es el que nos mantiene en verano. Y luego en octubre la gente que trabaja en temporada vuelve. Hay un porcentaje pequeño que esté todo el año. Lo notamos bastante y yo no lo entiendo. No puede ser que estés trabajando seis meses y ya una hora te suponga tanto. Por que al final es algo bueno para tu salud.

Hábleme sobre sus proyectos de futuro.
— Mi objetivo para el futuro siempre es mejorar las instalaciones y tener lo mejor para los clientes, y que yo pueda disfrutar viéndolo. Saliendo un poco de este negocio, ahora estoy montando un pequeño restaurante japonés, como te he contado viajo mucho por Asia y me gusta mucho su gastronomía. Así que en Sant Jordi abriré ahora este negocio. Soy bastante emprendedor y parece que no tengo bastante con los gimnasios (sonríe). Yo he vivido siempre en el mundo de la restauración, y es algo que me encanta, el trabajo de cara al público y con la gente.

¿Ibiza es un buen entorno para alguien emprendedor?
— No es fácil. No me preguntes cómo he llegado aquí, pero quizá, si tuviese que volver a comenzar, me lo pensaría. Tal vez sea también la edad, yo ahora voy a cumplir 59 años y no es lo mismo que cuando tienes 35 o 40 que parece que todo te viene de cara. En el mundo de la empresa son todo trabas. A donde vayas a pedir un papel tienes que estar un día detrás de otro, constantemente preocupado. No te facilitan nada, todo son peros. Yo estuve muy cómodo cuando estaba de empleado en empresas privadas, y vivía muy tranquilo. Ahora tengo una plantilla de trabajadores, y hay meses en los que, si no llego, tengo que buscar como llegar. Y eso lo sé yo, ellos no lo saben. Si en diciembre es más flojo o cualquier cosa. Pero una vez que te subes al barco, tienes que estar allí navegando te vengan de donde te vengan.