Un episodio inédito de la adolescencia de Marià Villangómez. | TEF TV

Si hay un personaje cenital en toda la historia de la Literatura ibicenca, ese es sin duda Marià Villangómez, uno de los grandes escritores del siglo pasado no sólo de las Pitiusas sino de todas partes. Puso los paisajes y gentes de Ibiza en clave universal. Yo tuve la gran fortuna de conocerle, incluso me concedió, cosa rara, una entrevista que pasó por varias peripecias – algunas de ellas es mejor no contarlas – y acabó publicada en la revista Estudis Baleàrics y posteriormente recopilada por él mismo en su libro Parlar i escriure, lo que para mí, desde luego, fue un gran honor. Para hacerle la entrevista, primero me leí toda la obra de don Marià que estaba en la Biblioteca Bartolomé March de Palma. El poeta me recibió en su casa ibicenca y se extrañó mucho que una persona que hablaba en castellano fuere a verle interesado por su poesía…

Así era y así sigue siendo porque como homenaje al gran escritor pitiuso, publicamos hoy en Periódico de Ibiza y Formentera un material que creo es desconocido. Se trata de varias colaboraciones que hizo un joven Marià en el periódico La Nación cuando tenía catorce años. Una de ellas consistió en un dibujo de la catedral de Ibiza muy bonito y con cierto toque ingenuista que se publicó en el mencionado diario, en la página 4 un 20 de mayo de 1927. La otra colaboración fue ya un poema sobre el loro Cunegundo, con el mismo quedó segundo en un concurso literario organizado por ese periódico y en el que participaron 223 niños y adolescentes.

La Nación era un diario vespertino que tenía la redacción en la calle Marqués del Monasterio en Madrid, al lado del Teatro María Guerrero cerca del paseo de Recoletos, en pleno centro. Fue un diario importante, aunque duró poco, de 1925 hasta los comienzos de la Guerra Civil. Los ejemplares de este rotativo llegaban a las «provincias y plazas africanas», y a los pueblos importantes de España y, sin duda, a Ibiza porque además de Villangómez escriben otros niños ibicencos, como un tal Miguel Tur Costa de Santa Eulària, que por cierto escribía muy bien. Es verdad que parte de 1927 lo pasó Villangómez estudiando el bachillerato en Murcia por lo que no sabemos si su poema sobre el loro Cunegundo lo mandó desde Vila o desde Murcia. Me recuerda, Jean Serra, que «Don Joan Villangómez Ferrer, el padre, leía cuentos a sus hijos y de su biblioteca podían disponer desde de las Fábulas a las Rondallas». De modo que la imaginación de nuestro poeta volaba ya desde la infancia.

Pitusilla y Pitusín
La sección infantil de La Nación se titulaba Pitusilla y Pitusín, ocupaba una página entera, y en la misma admitían «originales artísticos» como el dibujo de la Catedral de Ibiza que mandó nuestro poeta. Una de las secciones más divertidas de la página infantil, era la Correspondencia entre lectores en las que se mandaba cartas a beneficio de inventario de otro lector. Por ejemplo, el vigués Félix Martín Pérez felicita a Villangómez por su poema sobre Cunegundo de esta guisa: «Para Mariano Villangómez, Ibiza. Querido amigo Mariano: No te extrañarás de que ponga querido amigo, pues todos los pitusistas del mundo tienen el deber de ser entrañables amigos. Sabrás ya que leí con gran satisfacción la historia de Cunegundo, publicada en el Almanaque de Pitusilla y Pitusín, de este año, y cuyo afortunado autor eres tú. Te vuelvo a felicitar por el acierto que tuviste y por la manera de narrar las aventuras de Cunegundo, con una naturalidad tan grande, que yo llegué a dudar si el simpático lorito y tú fuerais antiguos camaradas. Eres, además, un gran poeta, cuyas admirables cualidades envidiarán muchos de esos que usan melena (…) No estaría de más que te convirtieras en asiduo colaborador de la instructiva Página Infantil de La Nación, pues así cultivarías tus excepcionales condiciones como poeta, en cuya rama de la literatura te desea grandes progresos tu nuevo amigo Félix Martín Pérez».

Un episodio inédito de la adolescencia de Marià Villangómez

A otro lector de La Nación también le entusiasmó el poema de del escritor ibicenco. Su comentario no tiene desperdicio: «Querido amigo Mariano: Acabo de escribir a nuestro amigo Norberto, de Mingorría (Ávila), y no puedo dejar para atrás a un amigo tan apreciable, y te doy la enhorabuena por tu ¡Historia de Cunegundo!, en la que mereciste La familia futurista, que bien lo tuviste que pensar. Ignoraba que tantas cartas pitusistas salieran de ese tu país, y que tuvieras tú tanto talento. Recibe un afectuoso saludo de tu amigo, que está dispuesto por ti, Victoriano H. M, trece años».

El loro Cunegundo
Sobre este loro sobre el que La Nación organizó un concurso literario. Hubo tres premios, y quien acabaría siendo autor de El cop a la terra consiguió el segundo puesto. Para ello escribió un poema en castellano (hasta 1930 no comenzaría a escribir en catalán).

Un episodio inédito de la adolescencia de Marià Villangómez

El poema es una maravilla y demuestra la imaginación desbordante que tenía nuestro gran poeta ya de adolescente, recordemos que el tema, el loro, le venía impuesto. Leamos el poema del loro trotamundos que quien escribiría Declarat amb el vent se sacó de la chistera a los catorce años. Añadir que los herederos de Villangómez no tenían fichado este poema, verdadera primicia de Periódico de Ibiza y Formentera.

EL POEMA

Historia de Cunegundo

Por Mariano Villangómez Llobet (Ibiza, Baleares)*

Cierto señor regresó a su país desde América,
y con él un loro trajomás bello que las estrellas,
al que llamó Cunegundo,
y lo regaló a una vieja,
que era muda,
y así el loro no aprendió palabras de ella,
pero sí de una criada,
que por cierto era muy fea,
pero que hablaba seguido,
que le enseñó la manerade hablar,
y el loro muy pronto,
casi tanto habló como ella.
Cuando la criada no pudo
enseñarle más su lengua,
decidió el loro aprender
por completo las ajenas.
Cierto día un cristal roto
divisó, y vio, que esto era
su salvación para huir
y aprender las demás lenguas.
Y huyó aquel mismo día.
En cuatro años la tierra por completo recorrió,
y aprendió todas sus lenguas.
Cierto día que volando
nuestro sabio loro estaba,
fue herido por un disparo
de un cazador en un ala.
Y el loro se cayó al suelo,
y el cazador a su casa
lo llevó para venderlo.
Lo vendió al profesor Larta,
que lo era de idiomas
en cierta ciudad de España,
y que deseaba aprender
el de los monos del África;
y allí envió a Cunegundo
para que se lo enseñara
después de aprenderlo él.
Y Cunegundo marchó
hacia aquel país de los monos,
al mismo tiempo que estaban
en él nuestros cuatro amigos
y en gran peligro se hallaban.
Y el loro logró salvarlos,
y ellos le dieron las gracias.
c) Herederos de Marià Villangómez
*N/E Publicado en La Nación 26-12-1927, página 6. Villangómez tenía 14 años.