Miguel Ángel Casasnovas, escritor, profesor y vicepresidente del Cercle d’Economia de Menorca

Guillem López Casasanovas (Ciutadella, 1955) es economista, catedrático de la Pompeu Fabra y fue consejero del Banco de España. Miguel Ángel Casasnovas (Ciutadella, 1964) es autor de estudios y compendios de historia de Baleares, profesor y vicepresidente del Cercle d´Economia de Menorca. Ambos han publicado con Documenta Balear Menorca i Eivissa. Dues illes, dos relats històrics i econòmics. En él explican las claves de dos modelos de crecimiento muy diferenciados en dos territorios, Ibiza y Menorca, casi con la misma extensión y en el mismo ámbito insular.

—La comparativa que hacen de Ibiza y Menorca se puede decir que parte del momento de la conquista del siglo XIII, pero antes hay sustratos que pueden haber influido antropológicamente en las diferencias entre ibicencos, menorquines y mallorquines; por ejemplo, lo fenicio en un caso, lo talayótico en otro, ¿cómo ve esto?
—Creo que influye poco. Los procesos de conquista del siglo XIII (1229-32 en Mallorca, 1235 en las Pitiüsas y 1287 en Menorca) suponen la eliminación de mucha población islámica y un proceso de colonización. En Menorca este proceso es más radical pues fueron todos expulsados o esclavizados. Hay un antes y un después de la conquista y colonización feudal del siglo XIII en las Islas, aunque en ciertos aspectos pueden darse situaciones de continuidad, sobre todo por factores físicos. Por ejemplo, la explotación salinera en Ibiza y la ganadera en Menorca.

—En la Edad Media, Menorca era de jurisdicción real, mientras Ibiza dependía de la archidiócesis de Tarragona. Parece que entonces empieza la bifurcación de dos modelos distintos, uno más para la riqueza y otro más para la pobreza…
—Sin duda es un factor importante. Los procesos de conquista y colonización de cada territorio obedecen a lógicas diferentes. En Ibiza y Formentera, Jaime I encomendó la conquista a Guillem de Montgrí, quien se asoció con el conde del Rosellón y el infante Pedro de Portugal. Solo una cuarta parte de las Pitiusas revertió posteriormente a la Corona, quedando el resto en régimen de señoría eclesiástica, siendo una pesada losa que condicionó el desarrollo a largo plazo. Mientras Menorca desde el primer momento de la conquista es territorio de dominio real y la Universitat consiguió de los monarcas privilegios que contribuyeron al posterior desarrollo. Por ejemplo, la exención del diezmo de lana y queso, los principales productos de exportación de la isla hasta el siglo XVIII.

—También han estudiado la concentración de la población en las dos islas. Mientras en Ibiza era completamente agraria, en Menorca se concentraba en Alaior, Mahón y Ciudadela. Tal vez eso también influyó a posteriori …
—Es otro de los factores diferenciales. En Ibiza, Vila fue el único núcleo urbano hasta tiempos muy recientes. No es el caso de Menorca, donde el componente urbano es esencial ya a finales de la Edad Media. A finales del XVIII su población dedicada a actividades no agrarias estaba por debajo del 50%, algo insólito en aquella época; la pitiusa, en cambio, rozaba el 90%.

—Mahón tenía uno de los mejores puertos del Mediterráneo en el que recalaban las más importantes escuadras y en Ibiza la sal era lo único que se exportaba. Nos encontramos con una isla mucho más globalizada que otra…
—No se entiende la historia de Menorca sin Mahón, aunque su importancia militar y estratégica empieza a partir del XVII. La condición de plaza militar y base naval ha tenido, indiscutiblemente, un efecto dinamizador de la economía. Sin embargo la isla ya tenía una gran diversificación económica antes de los británicos.

—Por lo menos gracias a los británicos Menorca se globalizó más…
—La especial coyuntura del siglo XVIII y primeras décadas del XIX tiene importantes efectos en todos los órdenes, pero no se parte de la nada. Aunque es claro que el dominio británico pone a Menorca en los mapas de Europa y despierta la curiosidad de medio mundo.

—Menorca en los sesenta tenía un modelo económico con industria y agricultura y en Ibiza estamos más en una agricultura de subsistencia. ¿Eso explica que el turismo se comiera Ibiza y no sucediera lo mismo con Menorca?
—El retraso de Menorca en el turismo de masas se debe a un cúmulo de factores. De hecho se interesaron de manera precoz por las posibilidades del turismo. De todos modos, entre 1955 y 1975 la industria menorquina funcionaba a pleno rendimiento ofreciendo buenos salarios a los trabajadores, que en principio se sentían poco atraídos por esta nueva actividad. Además, muchos propietarios eran reticentes a vender sus tierras en un momento en que se apostaba por la ganadería bovina gracias a la demanda de leche que generaba El Caserío, ni había ningún importante grupo empresarial local realmente interesado en el sector turístico. También hasta 1969 las infraestructuras aeroportuarias eran insuficientes. Pero a partir de la inauguración del nuevo aeropuerto se ponen en marcha numerosos planes de desarrollo urbanístico que de haberse realizado habrían cambiado totalmente la imagen de Menorca. Fue la crisis del petróleo de 1973-1975 la que abortó estos planes. En los años siguientes, con las libertades democráticas acabó de cuajar la mentalidad conservacionista, de protección del territorio, que desembocó en la declaración de Reserva de Biosfera (1993).

—¿Y respecto a Ibiza qué me dice?
—Ibiza al adentrarse en el turismo de masas ya había iniciado un proceso de modernización económica que arranca de finales del siglo XIX, con la modernización de la explotación salinera y la forja de una agricultura comercial. Ibiza empieza a recibir visitantes europeos (artistas, escritores) que divulgan sus encantos como paraíso en el Mediterráneo. De algún modo se ponen las bases del sector antes de la Guerra Civil, lo que permitirá luego la gran expansión una vez se den las condiciones propicias. De todos modos, las bases de partida son muy diferentes a las de Menorca.

—¿Cómo ve la opción de Ibiza por el turismo de lujo?
—Ibiza es una potentísima marca turística que ha creado su propio modelo, que últimamente ha derivado, en efecto, hacia el turismo de lujo, aunque sin prescindir del turismo tradicional de sol y playa. Es un modelo completamente diferente al de Menorca y no creo que sea extrapolable.

—¿Qué opina de la ecotasa?
—Siempre me ha parecido una buena iniciativa, aunque lo importante es que los fondos recaudados se inviertan en política medioambiental. No veo claro, por ejemplo, que se financien viviendas sociales con fondos de la ecotasa, pues las viviendas sociales (que deberían ser una prioridad de la Administración) deberían financiarse con otras partidas presupuestarias.

—¿Y de los movimientos políticos antituristas?
—Creo que esto que se ha dado en llamar turismofobia obedece a motivaciones diversas, algunas de ellas más bien políticas e ideológicas. De todos modos, me parece totalmente legítimo cuestionar el modelo turístico y denunciar sus externalidades negativas, que objetivamente las hay. En las Islas, también en Menorca, no podemos prescindir del turismo. Ahora bien, es necesario encauzarlo correctamente para evitar en lo posible efectos negativos que a la larga precisamente van a perjudicar a la misma actividad turística: consumo desaforado de territorio, deterioro del medio natural, disponibilidad de recursos hídricos, masificación, etc. Se da la paradoja que más turistas y más destrucción de territorio no implican mejor nivel de renta para los residentes; en este sentido los datos de lo que llevamos del siglo XXI parecen claros.

—¿Qué es lo que más y lo que menos le gusta de Ibiza?
—He visitado Ibiza en pleno agosto y en invierno. Me quedo con la isla en temporada baja. No me gusta la masificación del verano (tampoco en Menorca, aunque la densidad turística es mucho menor). De Ibiza me atrae el paisaje y el patrimonio.