El enfermero Quique Torres Rentero.

No conserva buenos recuerdos de sus comienzos como enfermero en Ibiza, aunque veinte años más tarde sigue trabajando en la isla donde, salvo un mes que estuvo en el Servicio Andaluz de Salud, ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional.

Dice que sus inicios fueron duros pero lleva veinte años en Ibiza.
—Me fui cuatro meses porque tenía pendiente acabar la prestación social sustitutoria. En marzo de 2000 volví y me quedé. Empecé en Primaria, en Sant Jordi, cuando era una unidad básica, después en Es Viver y fui empalmando contratos de hospitalización, sobre todo en Urgencias, donde estuve doce años. En 2010 cogí plaza como enfermero en Sant Jordi, estuve siete años en Primaria y ahora, por una promoción interna, estoy en Urgencias de Atención Primaria.

Es decir, que le va la marcha.
—A mí, siempre. Me estimula no saber lo que va a entrar por la puerta. El hecho de liberar adrenalina me gusta.

Pero eso también supone momentos muy malos en su trabajo.
—Hay buenos y malos momentos porque tratas a gente que tiene un problema agudo y eso no es agradable para el paciente.

Conservará muchas anécdotas.
—Recuerdo una experiencia muy buena para nosotros aunque para la señora no tanto porque no le dio tiempo a llegar al hospital y parió en el coche frente a Urgencias del antiguo hospital. Nos llamaron y le cortamos el cordón. Fue muy bonita la experiencia.

¿Y la peor?
—Como coordinador de Enfermería de Sant Jordi y Es Viver. Fueron momentos muy tensos, muy difíciles. Apenas llevaba un año en el puesto. Supongo que puse de mi parte y los compañeros también. Hubo un conato de enfrentamiento que, por suerte, se recondujo y estuve tres años más de coordinador pero fue una situación tensa.

No es fácil tener una situación complicada con los compañeros.
—Sí, eso se traduce en discusiones y tuvo que mediar el jefe directo. En ese momento me sentí un poco traicionado, imagino que ellos tendrían sus motivos de quejarse. Al final llegamos a un entendimiento y fueron tres años más de coordinación. Hubo muchos aspectos positivos.

¿Volvería a ese cargo?
—No por esa experiencia, pero me gusta más el trabajo de enfermería de campo. No es descartable, como tampoco lo es el sindicato. La vida da muchas vueltas y soy un poco culo inquieto.

Eso iba comentarle, también ha sido delegado sindical del CSIF.
—Estuve en el sindicato y como cualquier otro trabajo hubo momentos malos, había muchos problemas porque con la crisis desaparecían puestos de trabajo y la gente estaba muy preocupada por su futuro laboral. Hubo otros muy buenos porque empezamos con 40 o 50 afiliados, éramos casi unos parias en el hospital dentro del sindicalismo, y fuimos remontando con Teresa Arce, nuestra gran mentora, tanto mía y como de Luis. Cuando dejé el sindicato en 2010 había más de 300 afiliados. Sigo teniendo mucha relación porque imparto docencia para el sindicato.

¿Qué opina de esa mala fama que se le atribuye a los sindicalistas? ¿Es merecida?
—Es como todo, la fama la hacen las personas. Si un sindicato tiene la mala fortuna de tener varias personas que desacreditan la profesión no es su responsabilidad, es como tener malos enfermeros o malos médicos, son las personas las que desacreditan la entidad. El CSIF es tan buen sindicato como puede ser otro y, particularmente, pienso que es mejor que los demás, por eso estoy afiliado. El CSIF da mucho más que cualquier otro sindicato a nivel de sanidad.

Le sale mucho la vena sindicalista.
—Creo que esa vena no la he dejado, me atrevería a decir que viene un poco de cuna. Mi padre fue sindicalista afiliado a otra organización. Me mueve mucho el tema de los derechos y de defender a los compañeros. No descarto volver en un futuro, me han tentado varias veces.

¿Por qué se hizo enfermero?
—Mi opción prioritaria era la Medicina, pero vengo de una familia muy humilde. Estudiar Medicina suponía irme a Granada, porque no había en Jaén, tenía que buscar un piso y no podía. Opté por la opción más factible, que era Enfermería. Me dio la nota y no me arrepiento para nada, todo lo contrario.

¿No se ha planteado el paso a la Medicina?
—No, porque Enfermería tiene tanto margen de actuación y campo para trabajar que no me merece la pena. Me gusta mucho lo que hago. Quiero tanto la Enfermería que no la cambio por la Medicina.

Su pareja es auxiliar de Enfermería. ¿Se llevan el trabajo a casa?
—Hubo una época de nuestra vida que sí, pero menos desde que apareció una personilla, mi hija Sara, que tiene cinco años y que le gusta la enfermería. En la época del sindicato sí me llevaba mucho el trabajo a casa, pero actualmente no.

La consellera de Salut, Patricia Gómez, es enfermera. ¿Ha contribuido a visibilizar la profesión?
—No se qué decirte. Sé que es enfermera, pero es más política por el cargo que está. Estoy contento de que sea enfermera porque ha roto una barrera y supongo que habrá hecho cosas para la enfermería.

¿Qué le aporta su trabajo?
—Hubo una época en mi vida que era lo más importante pero afortunadamente lo vas dejando de lado porque te sobrepasa. Mi trabajo me genera satisfacciones y lo que hago ahora, me llena más.

La Enfermería es una profesión mayoritariamente femenina. ¿Cómo lo lleva un hombre?
—Al principio regular por cultura, porque vengo de una ciudad con muchos estereotipos, pero me ha aportado mucho. Algunas de mis compañeras incluso me acogieron como si fueran mi madre cuando llegué, porque tenía 21 años. No cambiaría trabajar con vosotras por tener compañeros masculinos. Sois bastantes más visionarias e inteligentes. Te van aportando cosas, poco a poco eso se va interiorizando y a veces creo que tengo más estrógenos que una mujer.

No se qué van a decir sus compañeros.
—Seguro que están de acuerdo conmigo, Trabajamos en una profesión eminentemente femenina. Cuando empecé a estudiar éramos 120 en clase y cien eran mujeres, con lo cual ya sabes lo que va.

¿Nunca ha querido dedicarse a otra cosa que no fuera la sanidad?
—Cambiar la profesión no, pero sí complementarla. Me gusta la docencia y creo que se me da bien, hago cursos de vez en cuando y me quito el gusanillo.

¿Se ha planteado regresar a Linares?
—Particularmente no, porque hay un 50 % de desempleo, pero sí a cualquier otro sitio de la Península por el alto nivel de vida de la isla, pero Ibiza me aporta muchas cosas.