La periodista y escritora madrileña Marta Robles ha conseguido un gran éxito con la segunda parte de las aventuras del detective Roures.

Marta Robles (Madrid, 30 de junio de 1963) acumula una larga trayectoria como periodista de éxito en radio, televisión y prensa escrita y desde hace tiempo, también se ha convertido en una escritora de prestigio. Con más de una decena de libros publicados ha sido gracias a la figura del detective Roures cuando se ha convertido en uno de los grandes referentes en España de la novela negra. Sin embargo, las dos aventuras de este excorresponsal de guerra que engancha desde la primera de sus frases – A menos de cinco centímetros y La mala suerte – son mucho más que una historia tradicional «sobre polis y cacos en los que los malos son muy malos y los buenos muy buenos». Son magníficas novelas con un trazo costumbrista que nos lanzan a la cara aspectos de nuestro día a día, sin tapujos, de forma brutal, directa y dura, demostrándonos que en muchas ocasiones la realidad puede acabar superando a la ficción. De todo ello hablará hoy a partir de las 19.00 horas en la recién inaugurada Casal de Igualtat de la ciudad de Ibiza dentro del ciclo Dones Escriptores que organiza el ayuntamiento.

—La mala suerte (Espasa, 2018) es la segunda de las aventuras del detective Roures. La presenta en un ciclo de mujeres escritoras. Parece que no puede estar en mejores manos su protagonista...
—(Risas). Sin duda. Tony Roures es un tipo duro y con muchas cicatrices a causa de su pasado pero tiene la capacidad de entenderse siempre muy bien con las mujeres. Y eso es porque se relaciona con ellas, las escucha, las comprende y hasta las admira... Y eso hace, que a pesar de tener 62 años, también tenga mucho éxito con ellas (Risas).

—Un ejemplo a seguir. Muchos hombres de esa edad podían aplicarse eso de escuchar, comprender y admirar a las mujeres...
—La verdad que sí. Pero por eso Roures es tan excepcional.

—¿Por qué un nombre tan impactante como La mala suerte para esta novela?
—Por un cúmulo de circunstancias. Hay novelas que tienen un título desde el principio y esta se iba a llamar Roures 2 así que imagínate. Después, al repasar el capítulo 13 del libro, cuando Roures recuerda el momento en el que siendo corresponsal de guerra en los Balcanes una muchacha le ofrece su cuerpo a cambio de una ducha y lo comparé con la historia de Lucía Peña, la joven que desaparece en la novela, me di cuenta que la mala suerte está muy presente toda la trama. Una porque no tiene absolutamente nada y se vende por una simple ducha y otra porque aún teniéndolo todo se convierte sin quererlo en víctima. Ya ves, la mala suerte.

—¿Pero la suerte se tiene o se consigue?
—No lo se realmente. A mi el tema de la suerte nunca me había obsesionado. De hecho en 1999 cuando hice una serie de reportajes a 19 empresarios de éxito todos ellos me dijeron que para llegar a lo más alto eran necesarias una serie de condiciones como trabajo, esfuerzo, capacidad o liderazgo pero que sin suerte no había nada que hacer. Yo no le di importancia pero luego con el tiempo y al escribir la novela me he dado cuenta que sí, que tiene su influencia. Y más si tenemos en cuenta que en esta novela las mujeres están acechadas por la mala suerte.

—Habla de un caso de desaparición. El de una joven, Lucía Peña de 18 años. ¿Usted que es periodista se ha inspirado en algún caso en concreto?
—La verdad que no. Es cierto que yo soy de una generación a la que marcaron casos como los de Anabel Segura o las niñas de Alcasser y que aún está muy reciente el caso de Diana Quer, pero al final y desgraciadamente como periodistas que somos sabemos que todas las desapariciones siempre responden al mismo patrón. Tanto las que son mediáticas como las que no.

—Es cierto. ¿Cree que hay desapariciones de primera y desapariciones de segunda?
—Yo no las definiría así. Pero si está claro que hay muchas que no llegan a conocerse porque no reúnen las condiciones necesarias para ser lo suficientemente atractivas para los medios de comunicación. Las mediáticas siempre responden a una misma línea. Desgraciadamente son de chicas guapas y de familias acomodadas.

—¿La clave está en denunciar a tiempo?
—Sin duda. Es absurdo esperar a las 48 horas. Hay que denunciar a las autoridades competentes en el mismo momento en el que sientas que tu ser querido ya no está porque cada segundo que pasa es básico. Además, sabemos que cuanto más tiempo pasa, desgraciadamente, es más complicado encontrar a alguien con vida.

—La novela La mala suerte también ha conseguido poner en el mapa un dato que es escalofriante y casi desconocido. España es el segundo país del mundo con más desapariciones después de Camboya.
—¿Muy fuerte no? Pues es verdad. Es algo que no suele trascender todo lo que debería y es lamentable porque es un tema terrible para las familias que siguen buscando por más que pasen los días, los meses o los años.

—Cambiando de tema. Una de las claves de las dos novelas es el personaje del detective Roures. Engancha y es muy carismático. Usted que es periodista y ha conocido a tanta gente, ¿se ha inspirado en alguien en concreto?
—No y sí. Tengo la fortuna de tener muchos amigos que han sido corresponsales de guerra y siempre hablo con ellos de su trabajo y su vida porque me parecen fascinantes. Uno de ellos es el gran Arturo Pérez Reverte y te engañaría si te dijera que en Roures no hay algo de él. Pero también es cierto que hay otras cosas de otros amigos y compañeros.

—Es un personaje común. Con sus cosas buenas y malas. ¿Eso le hace tan atractivo?
—Puede ser. Pero también creo que le hace atractivo el que, como la mayoría de los corresponsales de guerra, no mira la realidad juzgándola. Todos ellos han estado trabajando en tantos conflictos que saben perfectamente que los hombres que están al límite se convierten en alimañas y son capaces de hacer cualquier cosa. Por eso cuando hablan contigo y les cuentas tus cosas jamás te juzgan. Y eso para mi es muy bueno.

—Roures siempre tiene que lidiar con su pasado y con sus recuerdos. ¿Cree que hay que olvidar para intentar ser mejores?
—Olvidar del todo no. Al final todos nosotros acabamos manchando nuestro pasado y usamos nuestros recuerdos como queremos para intentar sobrevivir y no volvernos locos. Es lo de la memoria selectiva. No se trata de olvidar sino ser conscientes que hay cosas en nuestra historia que pasaron y sucedieron y que ya no podemos hacer nada. Creo que si eso lo tenemos claro y sin rencor seremos mucho mejores.

—La mala suerte la ha consagrado como un referente de la novela negra. ¿Es cierto que lleva escribiendo este género desde que tenía 15 años?
—E incluso antes (Risas). Yo soy de esa generación que creció con los libros de Los Cinco de Enid Blyton o Los tres investigadores Robert Arthur y además desde que tenía 11 o 12 años ya era una lectora furibunda de novelas de misterio. Sin embargo no había escrito nada de este género porque estaba esperando que me llegara la historia adecuada. Yo quería escribir una novela negra del siglo XXI, que fuera más allá de las tradicionales novelas de polis y cacos en la que el malo es muy malo y el bueno es muy bueno. Para mi tiene que ser mucho más, tiene que ser una radiografía de la sociedad en la que vivimos, una especie de novela negra costumbrista y de realismo social. Tiene que servir además para denunciar ciertos temas de nuestra sociedad.

—¿No ha pensado que estas dos novelas se podrían llevar al cine o a la televisión?
—Podría ser. Es cierto que todos los personajes dan mucho juego para una serie de televisión ahora que están tan de moda. Sin embargo yo no escribo las novelas pensando en lenguajes cinematográficos o audiovisuales porque para mi lo más importante es el texto y que no se pierda la magia de leer una novela.

—¿Seguro que nunca le han preguntado en qué actores ha pensado para sus personajes?
—(Risas). Alguna vez pero prefiero callármelo para no defraudar a los lectores. Además cada uno seguro que tiene un actor en mente (Risas)

—Y ya la última. ¿Habrá tercera parte?
—Por supuesto. Ya estoy con ella. Tengo una historia muy clara de la que prefiero no adelantar nada pero cuando la termine creo que me tomaré un respiro de Roures.

—¿Lo abandonará del todo?
—No lo se. Posiblemente luego lo recupere pero tal vez como una precuela. Pero eso ya se verá.