José García Verdejo.

Casi toda su carrera profesional se ha desarrollado hasta el momento en Cuidados Intensivos. Primero en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) pediátrica del desaparecido Son Dureta donde estuvo trabajando un año y desde el año 2000 en el hospital Can Misses, en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) donde es enfermero referente, un trabajo en el que realiza funciones de gestión y se enmarca dentro de la enfermería de práctica clínica avanzada.

Toda su vida profesional ha sido hasta ahora en UCI ¿No tiene ganas de cambiar de servicio?
—No, desde que era estudiante de enfermería quería estar en la UCI. La primera vez que entré en una UCI y entendí lo que era un paciente crítico me llamó a trabajar allí.

¿Cómo decidió estudiar Enfermería?
—Siempre he querido trabajar con personas. Dudaba entre Medicina o Enfermería y empecé a indagar a través de un vecino que hacía Enfermería. Se me daban bien la física y las matemáticas pero no me veía trabajando en eso. Me iba a ver mi vecino y le preguntaba lo que hacia, parecía que eso era lo mío.

Su vecino estará contento de su elección.
—He perdido el contacto. Se marchó del barrio. Curiosamente me mareé el primer día de prácticas y me planteé entonces si había elegido bien.

Por el tiempo que lleva trabajando, parece que no se ha equivocado.
—No, lo tengo muy claro. Soy profesor asociado de la Universitat de les Illes Balears (UIB) desde hace diez años y le digo a mis alumnos que si tuviera que volver a elegir una profesión, haría de nuevo Enfermería porque es algo que me llena y esa suerte no la tiene todo el mundo. Valoro mucho en mi vida profesional el hecho de tener algo que me haga crecer como persona. Me considero un hombre con suerte. También me gusta la investigación pero no puedo dedicarle tanto tiempo porque tengo que conciliar la vida familiar. En Enfermería cada vez se investiga más, la cualitativa, relacionada con mi campo, en la experiencia con los pacientes. He visto un cambio muy importante en mi trabajo desde que empecé en 1997. Cuando comienzas te centras en la técnica y a medida que vas madurando te das cuenta de que lo más importante no es eso. En las UCIs hay mucho sufrimiento, estas lidiando con la muerte y es una parte importante. Quizás todavía hay un déficit, no estamos preparados para afrontar no sólo la muerte sino ser un soporte para las familias. Es una parte importante en la UCI. Me acuerdo de un congreso en el que el lema era la UVI da vida. Quizás la gente piensa que cuando ingresas en la UCI vas a morir cuando realmente estas es porque el paciente tiene posibilidades. Si no las tienes y se limita a la terapia de soporte vital hay una parte importante, la de dignificar a la persona, ayudar a la familia a que tenga un mejor duelo acompañar y paliar el sufrimiento.

¿Cuál es el recuerdo más positivo de su trabajo?
—Sobre todo, el día a día, cuando ves que hay gente que sufre un proceso largo de sufrimiento, lo remonta y sale adelante. Ese momento de salir por la puerta de la UCI es un momento gratificante.

¿Y el negativo?
—No se me olvidará nunca. Trabajaba en la UCI pediátrica, tenía poca experiencia como enfermero y tuve que afrontar el fallecimiento de un bebé, que tenía un proceso terminal. Lo viví con mucha ansiedad. Fue a raíz de ahí cuando empecé a formarme, en la bioética, al final de la vida. No afrontamos la muerte como en otras culturas y por eso se nos hace más difícil. Perdí a mi padre cuando tenía 27 años y fue un proceso muy duro. Murió en dos meses y no tuvimos cuidados paliativos, por las circunstancias. En aquel momento pensé que valía la pena ser enfermero por ayudar a mi padre.

Pero tiene que ser muy duro porque se entrecruzan los sentimientos con su trabajo .
—Sí, esta es la experiencia más dura que he vivido a nivel personal y eso te hace relativizar muchas cosas.

¿No ha pensado en volver a Granada?
—Sí, lo pensé. De hecho, tengo mi plaza en el hospital Ruiz de Alda de Granada y aquí tengo una comisión de servicios, pero conocí a mi esposa y estoy esperando que salga el traslado para Ibiza. Mi vida ha dado varios cambios. Saqué la plaza en Can Misses y en Granada, renuncié a la de aquí porque me iba y la cogí pero ahora la estoy trasladando. El destino me ha puesto aquí, soy muy feliz, tengo aquí a mi mujer y a mi hija, de ocho meses. En Granada están mi madre y mi hermana que era lo que me tiraba. Soy muy inquieto profesionalmente y pensé cuando llegué que iba a estar muy limitado, pero no. Soy un hombre con suerte profesionalmente, estoy muy a gusto con mis compañeras de trabajo, con la supervisora Manuela Vila. En UCI se trabaja my bien, hay mucha colaboración entre todos los profesionales y no se ve esa diferencia de estamentos que sí hay en otros sitios.

Ha mencionado antes la bioética ¿Qué le parece la eutanasia?
—No estoy a favor de la eutanasia. Pienso que hay una confusión de términos. Creo que la muerte digna es acompañar a la persona y evitar el sufrimiento. Hay sedación para eso. Hablan de muerte digna como eutanasia pero no son sinónimos. Hay una sedación paliativa al final de la vida y probablemente esa persona se muera antes, pero no con fines de terminar con la vida sino para evitar el sufrimiento y eso hace que la muerte sea más digna. Es mi opinión y yo he sedado a mi padre. Probablemente si no lo hubiera hecho hubiera vivido más pero no ha sido una eutanasia sino una sedación. Respeto la opinión de cada uno.

¿Qué le ha aportado a su vida ejercer la enfermería?
—Un crecimiento personal. Acompañamos a las persona , aprendes mucho de los que cuidas y te aportan mucho más ellas a ti. Muchas veces sales triste por las situaciones que vives, pero es un crecimiento personal. Hay gente que afronta determinadas situaciones que te enseñan.

Recuerda alguna anécdota de su trabajo.
—Sobre todo recuerdo a una señora que estuvo mucho tiempo en UCI. Su pronóstico era muy malo pero salió adelante. Tenía delirios relacionados con su enfermedad y la medicación. Tenía momentos de agitación y luego nos contaba cómo los vivía, con situaciones de pánico o de tranquilidad. Recuerdo que luego pedía perdón. Dependiendo de la persona que le atendía, vivía una situación de su realidad muy diferente.

¿Cómo lo vivió con usted?
—No se podía comunicar. Me cogió apego. Luego estuvo en un programa de diálisis y venía a verme en silla de ruedas. La trataba como a cualquier otra persona pero yo le transmitía tranquilidad y no es porque fuera mejor o peor. Más que una anécdota es algo curioso.

Está bien que lo quieran sus pacientes.
—Es importante. Acabas teniendo una relación muy estrecha, que es lo que me gusta de la enfermería, estar a pie de campo. Los pacientes están en un medio hostil, en una situación de salud en la que están extremadamente vulnerables y viven miedo, sobre todo, por su pronóstico o su familia. Muchos sufren más por su familia que por ellos. Cuando terminamos la carrera lo centramos en la técnica, pero luego ves que dimensión psicológica y la social de las personas son muy importantes; eso lo vas viendo con el bagaje profesional.