Fumie Imaoka es la única alumna de Electromecánica del IES Isidor Macabich. | DANIEL ESPINOSA

En el taller del módulo de Electromecánica, una chica y un chico trabajan bajo un BMW E36. El coche está sobre un elevador del taller del IES Isidor Macabich. Con pelo castaño, una camiseta rosa y un gorro con unos ojos de gato, cualquiera diría que ella es una alumna más en un módulo en el que normalmente sólo hay chicos. Fumie Imaoka no quiere que se publique su edad. Basta decir que tiene más años de los que aparenta y dos hijos de 24 y 25 años. Su historia es un ejemplo de esfuerzo y de una forma de entender la vida que no pone límites al aprendizaje.

Hace 10 años, uno de sus alumnos de japonés le enseñó un video de drifting, un estilo de conducción que consiste en tomar las curvas derrapando de manera que el vehículo forme el ángulo con la inercia. Un estilo que se hizo popular hace unos años con la película A todo gas: Tokyo race o por el anime Initial D. Esta forma de conducir nació en los años 70 en Japón en carreras ilegales, pero a finales de los 90 llegó a Europa y América y se convirtió en deporte. A Fumie le encantó esta forma de conducir. Tanto que viajó a Japón con su alumno para aprender drifting allí.

En ese viaje en 2008, su alumno, Nicholas Boelter, se descubrió como un talento en esta modalidad. Se convirtió en campeón de España en 2016. Fumie también se inició en esta modalidad de conducción y decidió que quería «demostrar que el drifting es un deporte; no algo de gamberros».

Se compró un BMW E36 de tracción trasera, entró en el Automóvil Club de Ibiza y Formentera (Acif) y empezó a participar en eventos. Pero se dio cuenta que para competir necesitaba saber de mecánica. Al ser un deporte muy amateur, los propios pilotos son muchas veces los que se encargan de poner a punto el coche para la competición. Así que ni corta ni perezosa decidió aprender mecánica.

A pesar de que Fumie es licenciada y tiene un máster en Literatura Inglesa, tuvo que volver al instituto. Su título japonés de Secundaria no le valía para acceder al FP de Mecánica. Así que se apuntó a la Escuela de Adultos. Tenía que aprobar Matemáticas, Inglés, Castellano, Naturales, Sociales y Catalán. Éstas tres últimas en lengua catalana, lo que hizo el camino todavía más complicado. Tras un año y medio se examinó. La nota media: 7,8. «El catalán no lo domino, pero los profesores fueron muy amables y me facilitaron poder acabar», explica.

Ahora está acabando, después de cuatro años, el grado medio de Electromecánica en el Instituto Isidor Macabich. Ha tenido que dedicarle el doble de esfuerzo de lo habitual porque por las tardes sigue dando clases particulares de japonés. En un principio, su idea era trabajar como mecánica en algún taller. Aunque es una afición para ella, sabe que, como todo, «la mecánica, si no la practicas la olvidas». Sin embargo, la edad le ha hecho perder algo de vista, fuerza y memoria, reconoce. A pesar de ello, no ceja en su voluntad de sacarse el título. «Me gusta ser capaz de identificar ruidos raros en los coches. Me gustaría saber qué problema tiene un coche simplemente con oírlo; ser una médico de coches», apunta Fumie. De momento, está haciendo las prácticas en Toyota Ibiza.

Valora la posibilidad de seguir aprendiendo catalán para, quizá, trabajar algún día como mecánica en la ITV. De momento cuida su BMW y compite en concursos de drifting.
Una mujer con una mente inquieta que muestra que ni la edad ni el sexo son obstáculos para conseguir, con empeño, lo que sea.