Gerard Quintana durante la presentación de su novela ‘Entre el cel i la terra’ en Palma el pasado mes de marzo. | Teresa Ayuga

Gerard Quintana es uno de los cantautores en lengua catalana más importantes de las últimas décadas. Al frente del grupo Sopa de Cabra ha hecho historia y sus letras, unidas a su voz, se han convertido en himnos que han cantado y bailado miles de personas. Ahora ha dado un giro a su carrera y se ha convertido en escritor de éxito con su primera novela Entre el cel i la terra (Columna Edicions), ambienta en distintos momentos del siglo XX en Barcelona. Sin embargo, con su hablar pausado y amable, Quintana nos da la vuelta a la tortilla y nos cuenta, entre muchas cosas, que él ya era escritor antes que cantautor y que, de hecho, llegó a la música «como un intruso». Sea como sea, el gerundense ha llegado al mundo de la literatura para quedarse porque además ya había escrito otra novela anteriormente sin que se pudiera publicar y porque ya prepara otro libro en el que Ibiza será una de las grandes protagonistas.

— La gente le conoce como cantante. ¿Por qué ha decidido dar el salto a la novela?
— Realmente es un salto premeditado, no por casualidad. De hecho es un plan trazado antes de dedicarme a la música. Yo crecí y viví durante más de veinte años encima de la librería de mi tío en Girona. Tenía más de 200.000 volúmenes con lo que más que librero se podría decir que era un guardián del pensamiento y de todas las miradas posibles para entender el mundo. Además, yo era un chico tímido e introvertido y aquellas lecturas me ayudaron a vivir otras cosas y otras historias a las que no me atrevía en mi propia realidad.

— ¿Pero le ha resultado difícil cambiar canciones de apenas unos minutos por una novela de más de 360 páginas?
— Realmente no. Siempre había escrito y realmente llegué a la música como un intruso, sin entender el lenguaje ni tener experiencia. Lo hice porque tenía un fancine con unos amigos en 1985 y de ahí me llamaron para que escribiera letras. Pero lo cierto es que no tenía ni idea.

— Si había escrito tanto, ¿por qué se ha decidido ahora a publicar Entre el cel i la terra?
— Porque llegó un momento en el que me dí cuenta que mi plan de vida debía ser otro y que estaría bien recuperar todo lo que había escrito y hacerlo público a ver que opinaba la gente. De hecho esta será mi segunda novela porque ya hice una que nunca se llegó a publicar. La iba a editar La Magrana de RBA, pero desgraciadamente cerró antes de que la pudiera terminar del todo.

— Usted que nació y se crió en Girona, ¿por qué ambienta su novela en Barcelona?
— Porque Barcelona para mi significa libertad. Yo nací en el Barri Vell de Girona, en pleno caso histórico, y en aquellos años sesenta y setenta era una ciudad muy pequeña y provinciana, peor en algunas cosas que un pueblo. Por eso cuando yo me marché con 17 años a Barcelona para estudiar Periodismo descubrí un mundo nuevo y una libertad que nunca había experimentado. Además, aunque no vivo allí actualmente es una ciudad que me ha marcado de por vida, que me ha dado mucho y de la que siempre estaré profundamente enamorado.

— ¿Y por qué comienza en los años 50?
— Porque fueron años muy convulsos en los que hubo muchos cambios que han acabado influyendo en lo que somos ahora. Al principio mi intención era centrar la novela en dos personajes que viven en los sesenta, una generación que a mi me estaba más cercana porque nací en el 64, pero al final el personaje de Pachi Saura fue cogiendo tanta fuerza que decidí poner el comienzo unos años más atrás. Además, influyeron ciertas vivencias familiares ya que también mi padres y mi tío vinieron de Euskadi y de Navarra para buscarse la vida a Barcelona.

— ¿Es también un reflejo de la Barcelona que no queda?
— En parte sí porque han pasado muchos años. Es un reflejo de una Barcelona que yo también me perdí pero de la que he oído hablar en mi familia y que, con sus cosas malas y buenas, era fascinante. Por eso me lo he pasado muy bien buceando en esas pensiones de soltero en las que vivió mi padre, en los días de estraperlo y tranvía, de las madereras en pleno Ravall o del ambiente de la calle Sant Ramon, donde vivía mi tía. Un mundo que merece la pena ser compartido.

— Unos tiempos de los que tendríamos que aprender para no cometer los mismos errores...
— Sin duda. Somos producto de nuestro pasado reciente. Precisamente hoy estaba leyendo un artículo en el que se decía que había que recuperar la democracia participativa y no sólo interesarnos por la política cada cuatro años. Los años 50, 60 o 70 fueron años de muchas crísis y grandes reajustes que acabaron transformando la clase media en perjuicio de los más ricos y eso es algo que no se puede volver a repetir. Hay mucha más verdad de la que nos pensamos en la ficción y por eso he intentado ser lo más fiel posible a todo lo que sucedió aquellos días.

— ¿No ha pensado que Entre el cel i la terra da para una serie de televisión?
— Pues no es la primera persona que me lo dice. Cada capítulo está ambientado en un día concreto que fue importante por unas cosas o por otras. El Congreso eucarístico internacional que tuvo lugar en Barcelona en 1952, el atentado mortal de Carrero Blanco, el incendio del Liceu... son días que todos tenemos en nuestra memoria y de los que todos nos acordamos y sabemos que hacíamos en ese momento. Por eso creo que la novela y los personajes resultan tan cercanos. Y sí, tal vez daría para una serie.

— La música es fundamental en la historia. Daría tambien para que se editara un disco...
— Pues ya hay hay una playlist en Spotify para cada uno de los personajes de la novela. Yo elegí la música de forma muy deliberada porque quería que los personajes masculinos principales fueran muy melómanos y de ahí que se incluya música muy diversa. Desde compositores como Richard Wagner o Maurice Ravel a las canciones que sonaban en los bares y en las calles de la época como Miles Davis o Bob Dylan Todos los temas me ayudan a contextualizar, retratar y dar vida a cada personaje y por eso son tan importantes.

— Y de entre ellos brilla especialmente la francesa Edith Piaf...
— Es cierto y de hecho el libro se abre con una cita suya. Es una figura que siempre me ha atraído muchísimo por su mezcla entre lo frágil que era físicamente y de salud, con varias operaciones, y la fuerza que desarrollaba sobre el escenario, donde consiguió fascinar a generaciones enteras.

— Usted que tiene una relación tan estrecha con Ibiza. ¿Tiene pensado dedicarle algo en sus próximas novelas?
— Sí porque es una isla muy inspiradora y sugerente, con sus extremos, entre este verano que ya está aquí aunque estemos en primavera y ese invierno más tranquilo que a mi me encanta. De hecho, en la nueva novela que ya estoy preparando Ibiza jugará un papel muy importante.

— ¿Nos podría adelantar algo?
— Mucho no. Sólo que cuando venía hoy en el avión estaba leyendo el Calle de dirección única de Walter Benjamin y he quedado fascinado con esa mirada tan peculiar y tan rica de ver las cosas y de ver Ibiza. Lástima que si ahora levantara la cabeza probablemente ya no conocería esta isla, pensaría que se habría pasado cuando llegara aquí.