Pepita aceptó ir a Formentera cada día para poder ejercer el trabajo de sus sueños. Como licenciada en Ciencias Ambientales siempre quiso poner en práctica sus conocimientos en un puesto que le permitiera estar en contacto con la naturaleza. | A.Camarena

Cuando Pepita Cardona le contó a Esther, una amiga de la universidad, que empezaría a trabajar como Agente de Medio Ambiente en Formentera y que tendría que coger el ferri para ir a trabajar cada mañana, ella le contestó emocionada algo así como: «Jo tía, sabía que tu llegarías lejos». «Lo decía como si fuera algo muy guay, como si por ir en barco a trabajar cada mañana fueras alguien importante», dice sonriendo Pepita. Y sin embargo, esa es la rutina de cientos de ibicencos y formenterenses que pasan una parte de su vida entre Es Freus.

Son las 7:20 de la mañana. Desde el aparcamiento de Es Gorg llega Pepita uniformada como Agente de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Govern de las Illes Balears. Hoy llega pronto, dice que por los nervios de haber quedado con la prensa. El barco sale a las 7:30 para llevarla a Formentera e iniciar su jornada laboral. Normalmente suele llegar casi cuando están retirando la rampa.

Este día a día peculiar surgió de una llamada, un miércoles por la mañana, de la que apenas entendió las palabras «Govern...agente...Formentera». Tuvo que pedir que se lo repitieran. Acababan de poner en marcha la bolsa de empleo de Agentes de Medio Ambiente para la isla de Formentera a la que ella había presentado los papeles hacía años. Su candidatura estaba en los primeros puestos de la lista.

Le explicaron el trabajo y en su cabeza ya surgió la duda: «Tienes que coger un barco cada día, salir antes de casa y no perderlo...es otro tipo de organización». Pero era el trabajo con el que ella soñaba y no se lo pensó, el mismo jueves confirmó que aceptaba el puesto.
Dejaba un buen trabajo en Ibiza, dice que estaba cómoda tanto con su día a día como con sus compañeros, pero un trabajo como el de agente de Medio Ambiente era a lo que siempre había aspirado desde que estudió la licenciatura de Ciencias Ambientales y más adelante el máster de Zonas Costeras y Estuáricas.

Contenta con su decisión, ella seguía dándole vueltas a cómo debía ser eso de coger un barco cada día. Su mayor temor era perderlo por las mañanas, ya que confiesa que la puntualidad no es una de sus virtudes. Pidió a varias personas, que ahora son sus compañeras de ruta en su día a día, que le contaran su experiencia. «Quería saber si era como un bus, si te adaptas, si te mareas, cómo es aparcar en Es Gorg y salir corriendo para llegar a la barca...todo». Desde su punto de vista: sí, es como ir en el autobús; sí, te adaptas; sí, al principio te mareas. «Los primeros cuatro meses llegaba a puerto como...despistada, necesitaba un rato para reubicarme».

Su mañana empieza en Santa Gertrudis. Después de desayunar coge el coche «siempre en torno a las 7:00 para no encontrar tráfico», aparca en Es Gorg y camina unos 7 u 8 minutos para embarcar en dirección a Formentera. Probablemente el suyo sea de los viajes más largos para ir a trabajar que se pueden hacer en las Pitiusas, tarda más de una hora desde su casa hasta la oficina.

Todavía recuerda el primer día que tuvo que coger el ferri para ir a trabajar. «Era invierno, hacía frío y tuve que hacer el paseo desde el parking de Es Gorg todavía de noche, pero como era el primer día iba con muchas ganas». Lo que más le sorprendió desde el principio fue la gran cantidad de gente que va en ese barco de primera hora. Caras que ya le son familiares. Profesores, médicos, personal administrativo... que cada día la acompañan de camino al trabajo.

La relación con Formentera
En el barco suele coincidir con sus compañeros, Violeta y Juanfran, que también residen en Ibiza. De camino ya hacen una especie de primera reunión de la mañana.
El día en el que la acompañamos para hacer este reportaje va sola. Pone en marcha el TETRA, el dispositivo de radio que utilizan para mantener contacto con la central, por si hubiera alguna alerta. Al desembarcar da aviso de entrada: «Atención central, aquí AMA (Agente de Medio Ambiente) Pepita. Empiezo servicio en Formentera, buenos días».

Una jornada normal empieza en la oficina, comprobando si hay correo con nuevos protocolos o algún aviso. Su trabajo consiste en la inspección, vigilancia y control de los espacios de relevancia ambiental, como puede ser el parque natural de Ses Salines de Eivissa y Formentera. Esto implica controlar los fondéos sobre posidonia, vigilar por si hay plagas de hongos o insectos en las masas forestales o participar en los dispositivos de extinción de incendios si se declarara un fuego en la isla.

Trabajar en Formentera ha cambiado su relación con la isla. «Antes venía aquí con ganas de desconectar y de ir a la playa, venir a Formentera era como venir de vacaciones», explica. Este año todavía no ha metido el pie en el mar. Formentera se ha convertido en su centro de trabajo y la asociación mental es inevitable. Espera que con el tiempo esto cambie y pueda recuperar esas sensaciones que tenía.

A pesar de todo, le gusta trabajar en Formentera. «Una vez que me he acostumbrado a todo: a madrugar, coger el barco... llego aquí y disfruto. Es el paisaje... no sé, es como llegar a otro ambiente», reflexiona.

Le falta por conocer cómo es trabajar en verano en Formentera, una estación que ya empieza a conocer y de la que le preocupa tanto el tráfico en las carreteras como la conducta que puedan tener algunos turistas hacia el medio ambiente.

Pendiente del tiempo
Uno de los principales problemas de tener que coger un barco cada mañana, además de la necesidad de salir con tiempo de casa para llegar antes de la hora de partida, es la dependencia del clima. «En estos meses solo me he quedado en tierra dos veces por mal tiempo, una en Ibiza y otra en Formentera». Las dos veces fue decisión suya. Los ferris salen siempre, salvo que el puerto esté cerrado.

Una vez, a pesar del mal tiempo, decidió embarcar. «Pasé miedo. Cuando frenan motores en el recorrido ya te imaginas que algo viene. Pues frenó motores. Miré por la ventana y venía una ola alta como el barco. Pasó la ola y el barco cayó dando un golpe sobre el mar. El pasaje estaba asustado, claro. Yo paré a una marinera y le pregunté, ¿vamos bien o no vamos bien? Y ella me dio una contestación muy simple: se puede navegar, ¿no? Y escucha, me dio una tranquilidad. Se podía navegar».

Pero una cosa es que se pueda navegar y otra que uno vaya cómodo en el barco. Explica que ese mismo día cerraron varias veces el puerto de La Savina y a la hora de volver decidió quedarse en tierra. «Pensé: yo no me vuelvo a Ibiza, si mañana tengo que volver. ¿Tengo que pasar miedo para venir a Formentera y luego miedo para volver? Pues no», explica con la convicción del que recuerda con claridad una mala experiencia. Como tiene personas conocidas en la isla, pudo quedarse en su casa.

Servicio básico
Pepita seguirá haciendo este trayecto. No se plantea buscar alojamiento en Formentera. Tiene su casa en Santa Gertrudis y toda su vida social en Ibiza. Su ruta diaria al trabajo se ha convertido en algo natural. Se le hace raro el día que no se desplaza a la pequeña de las Pitiusas, ya sea por alguna reunión de servicio en Ibiza o por cualquier otro motivo. Además disfruta trabajando en Formentera.

Es por ello que considera el transporte entre Ibiza y Formentera como algo «imprescindible». Es una parte más de la vida diaria de mucha gente de las Pitiusas que tiene estos ferris como un servicio básico, parte de su rutina diaria.