La doctora Marta Gamarra.

Marta Gamarra decidió dejar su Perú natal y trasladarse a España para estudiar Medicina donde ha desarrollado hasta ahora su vida profesional como médico del centro de salud de Sant Antoni, una profesión que compagina con los cursos que realiza. «Hay que estar innovándose constantemente», dice.

¿Por qué estudió Medicina?
—Desde que era pequeña quería estudiar Medicina y fuera de casa. Siempre que mis padres o cualquier persona adulta me preguntaban a qué me iba a dedicar, decía que a curar. Pensaba entonces que los médicos curábamos.

Algo hacen.
—Bueno, la gente tiene recursos y habilidades para poder cuidarse y eso lo he ido aprendiendo a lo largo de este tiempo.

¿Cómo fue venir a España?
—Hice el examen de Selectividad en la Embajada de España. Pregunté a mis padres si podía venir porque ellos tenían que pagarme la manutención. Desde los once años les dije que iba a estudiar fuera; eso creo que se fue normalizando, cuando llegó el momento hice el examen y aprobé. Elegí Valladolid porque me permitía llegar al Hospital 12 de Octubre. Fue una etapa muy buena. Los tres primeros años fueron complicados por el proceso de adaptación. Mis compañeros fueron excelentes y mis profesores me motivaron mucho para estudiar porque el sistema de enseñanza era distinto. Terminé la universidad y quería volver a Perú, pero no pude porque no me convalidaban la carrera. Me puse a hacer el doctorado y a estudiar el MIR, lo aprobé y me vine a Ibiza a hacer la residencia como médico de familia.

¿Cómo recuerda sus años de residente en Ibiza?
—Me encantaba medicina de familia, estaba como pez en el agua. Llegaba temprano al hospital, miraba las constantes de los pacientes, si había hecho efecto la medicación, me maravillaba cuando funcionaba. El último año de residencia hice una rotación externa de rehabilitación cardiaca en el Ramón y Cajal. También hice paralelamente un máster de nutrición y después estudié otro de psicología clínica. La residencia me gustó mucho porque era contacto con el paciente y ves la realidad de la medicina. Cuando hice el programa de rehabilitación cardiaca vi que no solamente había una perspectiva biomédica sino un trabajo multidipliscinar desde un criterio biopsicosocial que yo entonces no entendía muy bien.

¿Toda esa formación le ha ayudado en su consulta?
—Sí, sobre todo con la intervención psicosocial que es fundamental para entender la medicina. Son intervenciones estructuradas, organizadas, continuas y continuadas en el tiempo. No es sólo una escucha activa. Daba clases en la universidad del abordaje psicosocial de la enfermedad crónica y la que terminó aprendiendo más fui yo. Tenía muchas ganas de ponerlo en marcha cuando empecé a trabajar. Trabajamos en equipo, enfermera y médico, sólo no se puede hacer. Pero una cosa es plasmarlo y otro vivirlo a nivel personal. Coincidió cuando empezaba este trabajo cuando me diagnosticaron un cáncer de mama, pensé que lo tenía bien interiorizado, que lo tenía asumido y reaccionas como los pacientes, la negación o la respuesta emocional de la negación. Esa experiencia fue bastante de sorpresa porque hacia ejercicio y comía sano. Hay cosas que puedes controlar en la vida y otras no.

¿Cómo se vive la medicina cuando se pasa de médico a paciente?
—Al principio tuve una actitud pasiva. Toda mi familia está en Perú y aquí hice mi vida. ¿Qué hago? ¿Vuelvo a Perú? Me dije, vivo aquí, me han diagnosticado la enfermedad y tengo que afrontarlo. Tengo mis creencias y valores personales, son las que te sostienen a lo largo de tu vida. A los pacientes les digo que hagan ejercicio físico porque una de los beneficios es que aumenta la autoestima y para eso no hay antidepresivos, pero ejercitarte en otras habilidades y capacidades sí te aumenta la autoestima.

¿Recuerda su llegada a Ibiza?
—Vine a principio de julio de 2005. Me sorprendió la cantidad de gente en el aeropuerto, las maletas, ya en el avión recuerdo que la gente gritaba y se cambiaba de ropa. En Valladolid la población era más diferente. Fue interesante. Luego buscar casa, que ya empezaba a haber problemas de vivienda.

¿Se ha planteado regresar a Perú?
—Cuando lo he intentado no he podido porque no me convalidaban y me dije que si estoy aquí tengo que participar y colaborar en el lugar donde vivo. He estado en muchos sitios viajando y haciendo rotaciones externas, toda ciudad tiene su encanto, pero en el sitio que estas tienes que adaptarte y funcionar bien. Si te gusta bien, y si no tienes el doble trabajo, te tienes que gustar y estar bien.

¿Qué es lo mejor de su profesión?
—Cuando ayudas a la gente a desarrollar sus propios autocuidados, que identifican sus habilidades y ves que empiezan a hacer sus registros; son personas empoderadas en sus cuidados de la salud. Vienen a sus controles con sus carpetas y sus apuntes. Es la mejor alegría.

Ha conseguido que lo que lo ha estudiado sobre la intervención psicosocial se ponga en práctica.
—Todos tenemos habilidades y capacidades. A veces me pregunto si no lo hacen es que no lo sé transmitir, pero en cualquier tipo de situaciones.

¿La peor experiencia?
—La negación. Cuando das un diagnóstico complicado y lo explicas, la persona te sigue preguntando por qué le pasa, lo vuelves a repetir y vuelve a preguntarte por eso. No lo entienden porque simplemente han cerrado su mente a esa evidencia. Trabajar el desbloqueo y hacerlo en siete minutos es complicado. Hay que buscar otras alternativas, cómo dar ese diagnóstico, amortiguar la respuesta, pasar del shock, aceptación a la fase de asumir la enfermedad.

¿Se ha planteado dedicarse a otra cosa que o sea la medicina?
—Muchas veces lo he pensado pero qué haría si no fuera médico. No sé, me gusta lo que hago, disfruto con ello. Si hay dificultades y problemas, lo asumes.

¿Se acuerda de sus comienzos en la sanidad?
—Me asustaba mucho en Urgencias. Tengo una hermana mayor, que es gestora sanitaria en Perú, me preguntaba si había empezado a hacer las prácticas o si ya había hecho tal técnica. Me decía que tenía que seguir lo que hace enfermería. Los primeros días que empece la residencia estaba detrás de los tutores y de enfermería para pinchar y poner vías. Me asustaba mucho el efecto de los medicamentos.

A veces se tiene la imagen de que el médico trabaja de forma aislada pero usted forma un tándem con enfermería.
—Tienes que trabajar de forma conjunta. Aprendí mucho eso cuando daba clases en la universidad. Es importante porque cuatro ojos van a ver más que dos. Tenemos roles diferentes pero confluimos en unos objetivos, mejorar nuestros resultados y potenciar nuestros esfuerzos para potenciar los resultados en salud.