Algunos locales están trabajando bien en la temporada, en contraste con los que tienen que cerrar sus puertas. | MARCELO SASTRE

La mayoría de los comercios que rodean la zona del puerto de Ibiza llevan trabajando más de 20 años, desde locales típicos como Can Vinyes, que vende el mítico cesto ibicenco de margallón desde hace 109 años, hasta las tiendas más modernas con ropa peculiar como Piratas, que ahora se traspasa.

Todos coinciden en el cambio radical que ha sufrido la zona desde aproximadamente el año 1995, debido a varios factores, como que cada vez hay más oferta de productos, el cambio de turismo que ha sacudido a la isla en los últimos años y el difícil acceso a la zona en coche.

Aseguran que los turistas ahora son de un menor nivel adquisitivo y muchos llegan de forma masiva a la isla en crucero, en los que tienen todo incluido y sólo están unas horas por la Marina, realizando compras mínimas y de bajo coste. El turismo que invertía y lo hacía en productos de calidad está desapareciendo, ahora simplemente buscan algún souvenir económico que llevarse de recuerdo. A su vez, los comerciantes también se quejan de que este tipo de visitantes dejan las calles sucias tras su recorrido.

Otro de los problemas con los que se encuentra la zona es el difícil acceso para entrar en coche, ya que todo es zona azul y además, hay que aparcar lejos. Antes se podía entrar hasta dentro del puerto con el vehículo. Este cambio consideran que afecta mucho a la comodidad del cliente a la hora de ir de compras y que sólo se acerca la gente que tiene interés real en comprar algo específico.

Es el caso, por ejemplo, de la comerciante Catalina Bonet, que tiene su clientela fija y afirma que no ha notado bajada en las ventas y que sus clientes, incluso, en algunas ocasiones, piden que les envíe algún artículo si no pueden viajar a la isla. «La gente cuando quiere comprar al final se mueve», asegura, aunque sí que sufrió el problema de los alquileres y se tuvo que cambiar hace cuatro años de ubicación, de la calle Castelar a la calle de Enmig, por la subida del alquiler al finalizarse su contrato. Justo la misma calle donde cerrará esta temporada una tienda abierto desde 1983, Boutique Arizona, un negocio artesanal que después de 36 años se ve obligado a ponerle fin a su actividad.

Situación vivida también por el dueño de la tienda Piratas la pasada temporada, que tuvo que cerrar su tienda en Vara de Rey porque, según explicó, el arrendador le quiso subir el alquiler de 48.000 a 109.000 euros anuales. Ahora traspasa el local que tiene en la zona del puerto por los pocos beneficios que obtiene.

El metro cuadrado en la zona está aproximadamente a unos 35 euros para el alquiler, que viene a ser unos 2.100 euros mensuales por 60 m2 y a unos 6,5 euros para la venta. Los arrendadores suelen pedir todo el año por adelantado más una fianza y suelen hacer contratos de tres a cinco años de duración, por lo que muchos arrendatarios cuando se les acaba el contrato se ven en la necesidad de cambiar de local o, en el peor de los casos, cerrarlo. A pesar de ser un lugar en el que la mayoría de los comercios sólo trabajan en temporada estival, están obligados a pagar alquileres elevados durante todo el año para mantenerlos.

Teniendo en cuenta estas variables, desde si el local es en propiedad o alquilado, el tipo de artículos que venden y hacia qué clientela va dirigido, las sensaciones de cómo se está desarrollando la temporada en la zona de la Marina son muy distintas. Para algunas personas la actividad comercial va mejor que el año pasado y para otras sus negocios están teniendo pérdidas.

En lo que sí coinciden la mayoría es que en los últimos años son mejores los meses de baja que los de alta temporada, por el tipo de clientela que visita la isla y su poder adquisitivo. Comentan que el turismo de julio y agosto es «un turismo en masa que no gasta».