Este sábado se inauguró en el Espacio Micus, la galería del kilómetro 3 de la carretera de Jesús a Cala Llonga, una nueva exposición del artista catalán Joan Hernández Pijuan (1931-2005). La muestra estará abierta hasta octubre los domingos de 11.00 a 14.00 horas o concertando una cita previa en el teléfono (+34) 971191923.

La responsable de la galería, Katja Micus, se ha encargado de seleccionar las obras y realizar el montaje. Sin embargo, Joan Hernández, hijo del pintor y encargado de promocionar su obra y quien acudió personalmente a Ibiza para presentar la exposición, explicó a Periódico de Ibiza y Formentera que «no es una retrospectiva sino una selección realizada desde la sensibilidad de Katja» y que únicamente él impuso la presencia del primer grabado que aparece en un cartel de una exposición de 1972 en la galería Van der Voort.

De hecho, el artista nacido en Barcelona en 1931 y fallecido en esta misma ciudad en 2005 entabló amistad con Micus, Cristina y Erwin Betchtold y otros artistas que habían llegado a Ibiza en esos años y realizó varias exposiciones en la galería Van der Voort. Además, no es la primera muestra en Espacio Micus, ya que la primera se remonta a 2001, junto para reanudar su actividad tras la muerte de Micus.

Inspirados en los paisajes de Folquer
En este caso, la exposición actual consta de 70 grabados «basados en los paisajes de Folquer, en Cataluña». Según su hijo, en ellos «aparecen elementos recurrentes como los surcos de los arados sobre la tierra, las nubes, las casas, las flores, los árboles… convertidos en símbolos e iconos propios de su lenguaje personal». Además, Joan Hernández destacó que «los papeles japoneses son tratados con diferentes técnicas como aguatintas, linóleo o grabado en piedra y en cobre».

Así mismo, explicó que la gama cromática que utilizaba su padre en estas obras «es muy reducida ya que se limita a colores terrosos y algún verde». Por último destacó que Pijuan «no vivía el paisaje como un impresionista sino desde la memoria, trabajando en el estudio como la memoria de la tierra vivida». Por ello, fue, resumiendo, «un pintor que pisó su propia obra, con mirada de arquitecto y siempre buscando la tridimensionalidad mediante la perspectiva y los planos superpuestos y la profundidad usando las gradaciones del color».

Amplia trayectoria llena de premios
Joan Hernández Pijuan cursó sus primeros estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de la Llotja de Barcelona en 1945 y después acudió a la también barcelonesa Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi, desde 1952 a 1956.

Su obra inicial, «donde ya se aprecia una incipiente preocupación por los volúmenes junto con un sobrio sentido del color», se encuadra en una especial forma de expresionismo. Tras participar en la creación del Grupo Sílex en 1956, permanece durante un año en París conociendo las corrientes artísticas internacionales y ampliando estudios de Dibujo y Grabado en la École des Beaux Arts. A su regreso a Barcelona, «comienza a construir sus lienzos a base de grandes trazos gestuales en blanco y negro, en los que resulta evidente la influencia de los entramados de Franz Kline».

A mediados de la década de los sesenta del pasado siglo introduce en sus obras imágenes muy sencillas de objetos aislados, rodeados de grandes superficies pictóricas uniformes, «lo que contribuye a acentuar la tensión entre los propios objetos y su espacio circundante». En esa misma década realiza también sendas series de litografías que resultarán premiadas en la sexta Bienal Internacional de Ljubliana y en la primera Bienal de Grabado de Cracovia, respectivamente.

A partir de 1972, coincidiendo con el traslado de su estudio a la masía de Folquer, situada en plena naturaleza en la leridana comarca de la Noguera, sus composiciones se centran en torno al tema del paisaje, «entendido como un espacio físico y mental que propicia la reflexión sobre los conceptos de luz, color y movimiento». En 1976 inicia su actividad docente como profesor de la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona y en los ochenta, recupera en sus lienzos los tonos grises y negros, «manifestando a la vez un renovado interés por el dibujo» y volviendo a apostar por el color «que con el tiempo irá alcanzando un mayor protagonismo».

En 1988 presenta su tesis doctoral, Pintura i espai: una expèriencia personal, siendo nombrado catedrático de Pintura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, donde actualmente ocupa el cargo de decano electo entre 1992 y 1997. En 1993 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía le dedica una exposición retrospectiva, y en 2003 el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) organiza una nueva muestra recopilatoria de su obra. Previamente había recibido el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1981, y posteriormente, en 1985, la Cruz de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña. En el año 2000 tiene lugar su ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y en 2003 recibe el premio Ciutat de Barcelona d’Arts Plàstiques.