Varios clientes compran fruta en uno de los puestos del Mercat Vell | DANIEL ESPINOSA

Los vendedores de los puestos del Mercat Vell consideran que las limitaciones al tráfico que se han llevado a cabo en la zona han provocado una caída en el volumen de gente que acude a comprar. Dichas limitaciones consisten en la introducción de una barrera en el acceso proveniente del barrio de La Marina y en la limitación del aparcamiento a personas no residentes. Los comerciantes indican que tales medidas se han traducido en una merma de los clientes que acuden a comprar los productos que ofertan los puestos del Mercat Vell.

Pepita Ramis regenta junto a su hija un puesto de verduras y percibe que con los años el balance de la temporada incluso empeora. Ella explica que el comercio les da para vivir, pero porque lo mantienen abierto desde las seis de la mañana hasta las once o doce de la noche. A la queja sobre la limitación de la entrada añade que otro problema es que la mayoría de los clientes no son gente que viva en la isla, sino turistas que vienen a pasar el verano. Al explicar esto apunta a otro factor: muchas tiendas del lugar han desaparecido, por lo que el tipo de público que las frecuentaba -el mismo que acostumbraba a acercarse a los puestos del Mercat Vell- ya no transcurre por la zona.

Alejandra Ribas, dependienta de un puesto de productos ibicencos que abre durante el verano, coincide en que «a la gente de aquí ni se la ve» al no poder dejar los coches salvo por un período de tiempo muy corto, y aprecia que los turistas de los cruceros no aparecen por el Mercat Vell, por lo que está siendo una temporada un «poco rara». Sobre el perfil de los compradores este año, señala que están acudiendo muchas personas de nacionalidad alemana, italiana y holandesa. Con respecto a si han presentado alguna reclamación al Ayuntamiento de Eivissa para solicitar la disminución de las restricciones de acceso, declara que lo han pedido «por activa y por pasiva» pero han sido desoídos, y recuerda que, según asegura, se comprometieron a cambiar los toldos previamente a las elecciones.

«La temporada este año va a trompicones», afirma Miguel Ángel Guillén, quien reconoce que aún es pronto para hacer balance. También resalta que casi no han notado este año el tráfico de turistas de crucero. Reseña que para la dinamización del lugar el aparcamiento es «vital», por lo que aboga por dar mayores facilidades para estacionar. No obstante, refiere positivamente que el Mercat Vell se ha renovado, ha sido pintado y se ha mejorado la vigilancia.

Pese a las remodelaciones, parte de la antigüedad de la construcción no evita quedar evidenciada por la historia de algunos de sus puestos. Rosa es florista en el Mercat Vell. Trabaja en el comercio que en su día montó la abuela de su marido y que posteriormente pasó a manos de la hija. La larga trayectoria del negocio hace que resulte difícil calcular la antigüedad del mismo, aunque Rosa calcula que lleva dando servicio por lo menos más de cincuenta años.

El futuro de los puestos más antiguos del Mercat Vell es incierto, aunque quizá algunos de los comercios mantengan su rumbo sin siquiera cambiar la sangre de quienes los regentan. Puede que sea el caso del puesto que lleva Pepita con la ayuda de su hija, sobre quien desconoce si tomará otros caminos o continuará un negocio familiar que prioriza la oferta de producto local sobre el traído de fuera.