Miguel y Linda han sido los dueños de la cafetería Concord durante más de cuarenta años. | Toni Planells

Tras más de cuatro décadas de actividad ininterrumpida, la mítica cafetería ibicenca Concord, ubicada en el centro de la ciudad de Ibiza, cambiará de dueños a finales de este año, según han confirmado los actuales propietarios, Miguel Torres Tur y Linda Ojeda. La dificultad de traspasar el negocio generacionalmente y el cambio de época son los principales motivos de esta decisión, que ha tardado dos años en hacerse realidad.

Toda una vida
Su dueño, Miguel Torres Tur, compró el establecimiento hace más de 40 años, aunque lo sigue recordando «como si hubiera sido anteayer». Su mujer se enamoró de Ibiza cuando vinieron de viaje de novios y eso fue lo que les impulsó a asentarse aquí.

El local llevaba en alquiler medio año, con un precio muy elevado. «El dueño me bajó el alquiler y pude pagarlo durante 13 años, hasta que quiso venderlo y yo me decidí a comprarlo, con mucho esfuerzo. En esa época nadie tenía dinero y los proveedores me fiaban», recordó ayer el propietario.

Sus comienzos fueron muy difíciles, puesto que no contaba con la clientela de ahora. Había que pagar facturas, hacer reformas y poner en marcha el bar.

Miguel explicó que, para que empezaran a conocerle en el barrio, invitaba a los vecinos el domingo a tomar un vermú y les pedía que trajeran a sus mujeres «porque si no, en esa época, las mujeres no entraban en los bares».

La idea era la de hacer un bar para la gente de Ibiza, para que pudieran sentirse como en casa. Que estén todas las mesas llenas «de caras conocidas» a las once de la mañana demuestra que su plan ha tenido éxito. Su clientela siempre ha sido fija, casi todos ibicencos que «siempre piden lo mismo». En invierno, las legumbres, el plato estrella de cada martes y, durante el verano, la ensalada payesa.

Desde el principio, Miguel y su mujer Linda gestionaron el negocio solos, pero a medida que fueron ganando fama, necesitaron ayuda externa.
Actualmente, trabajan cinco personas hasta el turno de tarde: dos en cocina, dos en sala y una en barra. Por la noche, cinco más.

Cuando sus hijos fueron mayores, también entraron a formar parte del negocio familiar. Linda está en la cocina con su hija pequeña, Adriana. Clara, la mayor, en barra y el mediano, Miguel, en sala. Por su parte, Miguel padre confiesa que sigue trabajando y «echando una mano siempre que puedo, aunque me riñan».

También añade que «si tuviera que darle algún consejo al nuevo propietario del local, le diría que conservara al personal externo que tenemos. Vale su peso en oro y el negocio lo han levantado ellos también».

Esencia ibicenca
Por su parte, los propietarios lamentan que ninguno de sus hijos haya querido continuar el negocio. Hace una década, acudieron al notario y se dividió en tres partes iguales, una para cada hijo, pero el traspaso en la tercera generación «parecía complicado» y creyeron que la venta era la mejor opción.

El nuevo propietario mantendrá el nombre de la cafetería e intentará que el local no tenga que cerrar durante el traspaso.

La hija pequeña, Clara, habló de las razones que han motivado la venta. «Cuando el bar lo llevaban mis padres era genial porque se entendían y se complementaban. Entre los tres hermanos es más complicado porque pensamos diferente».

Añadió que tener un bar es un trabajo «muy esclavo». Sin embargo, reconoció que cualquier trabajo hecho con pasión lo es.

Pero la Concord no es un bar convencional, es «la resistencia de la gente ibicenca. Un centro social de toda la vida». Cuando un cliente entra por la puerta, casi siempre suelen «saber qué es lo que quiere y cómo lo quiere».

Toda la familia está de acuerdo en que la venta ha llegado en el momento idóneo. La isla está cambiando y han aprovechado para decir basta, coincidiendo con que «encontrar personal cualificado es muy complicado por el tema de la vivienda».

El negocio ya está vendido y escriturado para otro ibicenco, que tomará posesión del bar después de Navidad. La venta ha llegado después de dos años de intentos con gente «que no cumplía los requisitos».