Aunque dice que es muy propenso a los mareos, Ribas asegura que uno se va acostumbrando. | Arguiñe Escandón - Arguiñe Escandón

Xicu Ribas ha visto cosas que vosotros, jóvenes ibicencos, no creeríais. Cuando llegó en 1995 a trabajar como arquitecto técnico a Formentera mucha gente de la isla no tenía teléfono. La mayoría de la red se instaló cuando él llegó. Cruzó es Freus con una barca que navegaba cuando no se atrevía nadie: ‘La joven Dolores’. Agradeció no sufrir ningún accidente cuando había que desplazarse a Ibiza hasta para hacerse una radiografía y el único transporte en caso de emergencias era una lancha-ambulancia.

Era una época en la que la triple insularidad era palmaria. Después de tres años regresó a Ibiza. Obtuvo plaza en el Consell d’Eivissa y Formentera. Pero en cuanto se formó el Consell de Formentera en 2009 decidió pedir traslado voluntario. Lo suyo es estar a pie de obra y ver a la gente cara a cara. Eso, dice, es lo que le motiva para seguir trabajando en Formentera.

Acabó la carrera en el año 92, una época en la que no había mucho trabajo en el sector privado, por lo que optó por opositar al sector público. La primera plaza que salió fue la del Ayuntamiento de Formentera. Así que allí se presentó, en junio del 95. Recuerda que para el examen eran 8 o 10 candidatos que fueron juntos en el barco. A la prueba se acercó el alcalde a saludar a los aspirantes. «Era un ambiente muy cercano», recuerda con una sonrisa.

Tras el examen los candidatos se fueron al bar de enfrente y allí les comunicaron al cabo de un rato las notas. «El alcalde me hizo llamar y me dijo: ven el 1 de julio y ya te explicaremos el trabajo. Una cosa muy de andar por casa. En aquel momento el ayuntamiento tenía unos 30 empleados, era muy pequeño. pero había un abanico de trabajo muy atractivo, desde información urbanística a obras públicas o asesoramiento urbanístico». Así empezó en el sector público, en el que trabaja a día de hoy.

Mareos cada día

Xicu es de Sant Jordi «de toda la vida». Cuenta que era de aquellas personas que se iba a pescar con un amigo en barca «para pasarlo mal». Se mareaba mucho. Fue un reto pasar aquellos exámenes, haciendo el recorrido en barco por la mañana. Luego tuvo que enfrentarse a ello cada día.

Recuerda que en aquella época había barcos como ‘La joven dolores’, el ‘Illa de Formentera’ o el ‘Tiburón’ que encalló en es Freus. «He vivido todavía esta generación de barcos que no eran los catamaranes actuales. El puerto no se cerraba tanto como se cierra ahora. Hoy hay una normativa más estricta que establece unos parámetros meteorológicos por los que se cierra el puerto».

El invierno era duro. De noviembre a febrero pasaba prácticamente dos temporales por semana. A veces temporales que duraban cuatro días. Alguna vez se quedaba «tirado» en Formentera pero lo habitual era que los barcos salieran. El capitán era el que decidía si salía de puerto o no. Por eso dice que nunca tuvo miedo. «Ahora, eso sí, mucho respeto», puntualiza.

Todavía tiene el recuerdo en la retina de un temporal de levante en el que cancelaron los barcos y se tuvo que quedar en Formentera. Al día siguiente les avisaron de que a las 9 salía uno. Fueron al puerto unas 40 personas. «Cuando vimos que la que salía era ‘La joven Dolores’, la mitad nos quedamos en puerto. En ‘La joven Dolores’ no». Ese día ‘La joven Dolores tardó 3 horas.

A los que no habían embarcado les avisaron a mediodía de que a las 16.00 saldría otro barco. Todos acudieron. Fue un viaje de una hora y cuarto muy movido. Recuerda que cuando llegaron a puerto un hombre salió a vomitar por la borda y otro le dijo «¿Ahora vomitas, que ya hemos llegado a puerto?» y el otro le contestó «Es que antes tenía tanto miedo que no podía».

Un momento de cambios

El comienzo en Formentera fue fascinante. La isla estaba creciendo. Las urgencias todavía se cubrían con una lancha ambulancia. En el 96 o 97 comenzó el helicóptero de traslados de accidentados que todavía durante un tiempo funcionó junto a la lancha. «Había un sentimiento reivindicativo de que existía esa tercera insularidad que suponía muchas carencias».

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Más adelante la creación del Consell de Formentera permitió ir cubriendo esas carencias, dice, «pero en los años 90 era cuando si se necesitaba un depósito de agua había que ir a Mallorca, aprovechar las relaciones que tenía el alcalde con el presidente del Govern. Era todo como un tira y afloja que no dependía tanto de la burocracia como hoy en día».

Recuerda que en aquella época Telefónica instaló la red de telefonía en la isla. Se puso tendido aéreo con palos por toda Formentera, pero en algunos sitios tuvieron incluso que instalar repetidores inalámbricos para llegar a todas las casas.

El transporte también era complicado. El primer barco de la mañana salía a las 7:45. «Cogíamos ese barco que como ya te he dicho era como una bandeja de cabaret, con dos filas de tres asientos a cada lado. Los días que había mal tiempo eran agotadores.

Cuando llegaban a puerto había gente que tenía un vehículo en Formentera, otros se iban con algún amigo que les venía a buscar o se hacía piña entre varios para coger un taxi o ir juntos en coche. «La gente que va en el primer barco es siempre la misma: funcionarios, gente de la banca, maestros de escuela, algún policía, algún guardia civil, el veterinario... así que era fácil ponerse de acuerdo».

Para volver era más complicado. El barco salía a las 17:00. «No había esta frecuencia de barcos que hay ahora, no salía ningún barco a las 15:30 como ahora. Esto hacía que las jornadas fueran más pesadas. A las 5 de la tarde en invierno era casi de noche. Con lo cual salías de casa de noche y volvías a casa de noche».

El trabajo a pie de obra

En el año 98 sacó plaza en el Consell d’Eivissa i Formentera. El año anterior se había casado y vio complicado formar una familia con tanto viaje. A pesar de todo siguió vinculado con la pequeña de las Pitiusas. Como conocía el terreno, cuando salía algún proyecto en Formentera se lo encargaban a él. Participó en proyectos como las dependencias de la Guardia Civil, el polideportivo de Sant Francesc o la sede del Consell.

Cuando en 2009 surgió la oportunidad de volver a Formentera se fue en comisión de servicios. Aún así nunca ha pensado en vivir en la pitiusa menor.

«Una de las ventajas de trabajar en Formentera es que cuando te vas dejas el trabajo allí. Poner esa distancia de por medio viene bien, para ellos y también para mí. Eres un profesional que va allí a trabajar». Recuerda que cuando trabajaba en Ibiza le era difícil desconectar, porque siempre se encontraba con alguien que le preguntaba por temas de trabajo.

Dice que trabajar en Formentera es muy intenso. «Somos pocos y en invierno, que es cuando sobre todo se hacen las obras trabajas mucho». Una de las cosas que le gusta de trabajar en la isla es «la proximidad de las obras públicas con los vecinos». Valora mucho esa doble faceta del Consell de Formentera como consell y como ayuntamiento. Algo que le permite mucha amplitud de competencias con la cercanía de la administración local.

Dice que además, las características de la isla le hace tener que planificar mucho más las cosas para ser eficiente al máximo. «Aquí hay un problema de transporte de mercancías. Cualquier cosa que necesitas la tienen que traer de fuera y tienes que esperar a que llegue. Alguna vez he pedido una plataforma de ladrillos y se han equivocado con el pedido. No pueden coger el camión, devolver los ladrillos y traerte otros. Tiene que ir en barco, esperar en Ibiza y volver a la península. Al final es un retraso de día y medio. Tienes que tener una planificación muy bien hecha para poder minimizar todo esto».

Reivindica que en cuanto al transporte de mercancías quizá deberían tenerse más en cuenta las necesidades de la isla «y poner algún barco directo de mercancías entre la Península y Formentera para traer materiales de construcción y productos de alimentación. Con el sistema actual sufres estos retrasos. Te dicen que la plataforma ha salido, pero ya veremos cuando llega».

Aún así dice que esas son «las cosas que tiene vivir en una isla pequeña», de las que el formenterer es consciente, pero exigente y reivindicativo. «Con todo esto le veo más ventajas que inconvenientes. Si todo fuese más fácil esta isla no tendría el encanto que tiene. Nos gusta lo difícil. Si es fácil parece que le quita atractivo».