Yn montaje con algunas de las imágenes que se pueden ver en ‘Dalt Vila 1972-1973’. | D. ESPINOSA

Seguro que muchos despistados que pasen por la exposición Dalt Vila 1972-1973 que se inaugura el sábado en la sala Refectori del Ajuntament de Eivissa se sorprenderán al ver que hubo un tiempo no muy lejano en el que en la zona hubo gente viviendo y comercios abiertos, no sólo en verano. Y también que hay muchas zonas que han sido mejoradas por distintas actuaciones urbanísticas.

Es la gran conclusión que se puede extraer de una muestra compuesta por unas cincuenta fotografías realizadas en blanco y negro por Guillermo Monforte durante esos dos años. Eran parte de un encargo del arquitecto Luis Cervera Miralles e iban más allá de Dalt Vila, ya que también inmortalizó con su Hasselblad las fachadas de la Marina y Sa Penya. «La intención de Cervera Miralles era hacer montajes fotográficos para disponer de una visión urbanística global y después dibujar los trazados de las calles», explicó ayer en la presentación de la muestra el concejal de Cultura de Vila, Pep Tur. De hecho, el resultado acabó en la publicación Els carrers de l’Eivissa antiga, con textos de Joan Marí Cardona, y también colocada en la entrada de la exposición.

Más de 700 negativos
El resultado del trabajo de Monforte, quien se marchó fuera de España al terminar su trabajo, fueron más de 700 negativos que, gracias al eficaz trabajo una vez más del personal del Arxiu d’Imatge i So Municipal d’Eivissa (AISME) y del Ayuntamiento, se han recuperado. Son, como aseguró la técnico del consistorio, Ana Colomar, «el testimonio fiel de cómo ha evolucionado la ciudad amurallada, declarada Patrimonio de la Humanidad hace dos décadas».

De hecho, en ellas se pueden ver cómo eran los antiguos edificios de Dalt Vila, los comercios de la Plaza de Vila y sus calles adyacentes y que ya forman parte de la historia de la ciudad, cómo ha cambiado el edificio del Refectori y curiosidades «como un teatro de títeres, instalado en la Calle Santa María y cuya dueña fue asesinada en 1977 sin que nunca se hayan aclarado las circunstancias». Incluso, como aseguró Colomar, tienen un valor añadido: «El recordar como era la forma de vivir de la época, los coches y las motos, las vestimentas o costumbres que ya se han perdido, como la de tener las puertas de las casas resguardadas».