Gabriel, capitán de barco desde hace cuatro años, explica cómo llegó a la isla | TEF

Los antepasados de Gabriel Batle cruzaron durante generaciones el océano Atlántico en las travesías mercantes de Mallorca al Caribe. Tuvieron escarceos con piratas y alguno falleció en esas idas y venidas. Una época más romántica e interesante de la vida en el mar. Sobre el papel, claro. Al abuelo de Gabriel no le parecía ni lo uno ni lo otro, sino un drama para las mujeres que se quedaban en puerto. Es por ello que prohibió a todos sus hijos ser marinos o militares.

La tradición familiar marinera se rompió. Sin embargo Gabriel, sin saber nada de aquella historia, decidió «por descarte» estudiar la licenciatura en Náutica y Transporte Marítimo. A pesar de todo, quizá su abuelo estaría contento de saber que ha acabado en la ruta de ferris entre Ibiza y Formentera. Es marino, pero hace vida familiar y ve crecer a su bisnieta. Y eso, dice Gabriel, «es algo que no tiene precio».

Gabriel es capitán de barco desde hace cuatro años y medio. Hizo sus horas de navegación en rutas entre la Península y Balears, también en el estrecho de Gibraltar y en Canarias. Su pareja en aquella época era una ibicenca con la que se acabó casando. Es por eso que él ya dejaba caer que estar destinado en Ibiza le interesaba. Jugó bien sus cartas. A Baleària, la naviera para la que trabaja, le interesaba tener personal en la isla para la línea de ferris. Empezó con el Virot y ahora coordina la línea ECO.

«La verdad que el trabajo es muy duro pero estoy muy contento porque navego y cada día voy a dormir a casa. Es muy intenso porque se hacen muchas rotaciones. En las líneas grandes de la empresa tienes igual una maniobra al día, ocho horas de navegación y cuatro horas en puerto. Aquí es cada 20 minutos maniobra, navegación, de nuevo maniobra… que a mí me encanta porque lo que más me gusta de mi trabajo es la maniobra. Pero realmente hay días que son largos».

Un ruta corta pero compleja

La ruta que cruza es Freus, siendo corta, no es sencilla. La dureza del día a día viene marcada por dos factores: en verano, el tráfico marítimo y, en invierno, el mal tiempo. «Todo el mundo piensa que esto es el paraíso, que hace muy bien tiempo y que esto es fácil, pero en muy poco espacio hay muchas piedras y puede que sea la ruta del Mediterráneo con más tráfico durante los meses de verano».

Un tráfico marítimo marcado por las embarcaciones privadas, cuyos patrones muchas veces no han navegado antes por aguas de las Pitiusas o tienen solo nociones básicas de navegación. «No te fías», dice de ellos Gabriel.

«Esta gente no sabes cómo responderá. Así como entre profesionales hay un código que todo el mundo conoce, los que no tienen experiencia conocen solo parte del código. No entienden que este es un paso restringido y que los barcos grandes tienen limitación de calado, por tanto tienen prioridad. Aquí a veces te viene un velero que se cruza y te dice que va a vela. Pero la vela se debe apartar en los pasos restringidos. Intentas siempre que puedes darles un resguardo amplio porque no sabes lo que te harán».

En invierno, Gabriel dice que la navegación entre es Freus «también tiene su miga». «Hay veces que el viento es muy fuerte y el barco es pequeño. Tienes que ir con mucho cuidado y pensar mucho cómo actúas porque llevas pasaje a bordo. En una línea de ocho horas pongo el piloto automático y casi, excepto en la maniobra, no hay acción. Aquí en cambio cada dos minutos pasa algo, tienes que estar muy atento y eso agota».

A esos dos factores estacionales hay que añadir un tercero: es Freus. «Hay que conocer muy bien la zona porque hay bancos de arena, piedras… es quizá el paso de España en el que hay más accidentes, donde más actúa Salvamento Marítimo. Es una zona que a primera vista puede parecer muy simple, pero hay peligros y se tiene que ir con cuidado. Por eso aquí vamos dos oficiales. Un capitán y un primer oficial que tienen que estar de guardia, continuamente vigilantes y con toda la electrónica para que nos ayude».

Servicio contra viento y marea

Los temporales son un contratiempo importante en el mar. En una ruta que sirve en cierta manera de cordón umbilical entre Ibiza y Formentera, cancelar un trayecto puede suponer un problema para mucha gente. «Con los barcos de pasaje fuerzas al máximo», explica Gabriel, que apunta que a pesar de la voluntad de salir, «todos los barcos tienen límites operacionales y en todas las líneas hay un punto en el que no se puede salir».

Esos son los días más complicados, cuando «el puerto no cierra y los barcos están al límite de su capacidad operacional. Así que tienes que salir con el cuidado de evitarle al pasaje al máximo las incomodidades, despacio, buscando las zonas que puedan proteger un poco del temporal. No es lo mismo un norte, un poniente o un levante. Intentas tirar de experiencia y de situaciones anteriores que hayan salido bien para que el viaje salga lo mejor posible».

A pesar de todo indica que «a veces hay que cancelar porque no hay más remedio». Una decisión que no se toma a la ligera. «Siempre es mucho más complicado cancelar que salir, porque sabes que dejas a gente en tierra, que hay gente que a lo mejor tiene que coger un vuelo o ir al médico, pero a veces no queda otra que cancelar y esperar a que mejore el tiempo».

Salir con mala mar

«Con los temporales en es Freus tienes la suerte de que la mitad del viaje es bueno», cuenta el capitán. La mayoría de los temporales son de poniente o de levante, por lo que los propios islotes protegen del viento una parte del trayecto. «Pero luego sabes que viene la parte complicada».

Las condiciones meteorológicas a veces obligan a moderar la velocidad o incluso a «hacer navegación meteorológica», es decir, buscar la ruta y el modo de que el temporal afecte lo menos posible.

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El primer barco en el que Gabriel ejerció de capitán fue el Virot. Un barco de carga que no tiene estabilizadores «por lo tanto a veces tienes que hacer muchas más millas para llegar al mismo sitio». Alguna vez cuenta que tuvo que hacer incluso el doble de millas para evitar que la carga llegara a Formentera echa pedazos.

En los barcos de pasaje, Gabriel explica que los avances han sido considerables en las últimas décadas. «El pasaje tiene barcos más preparados para navegar en malas condiciones». Además antes eran de hierro mientras que ahora se navega con «barcos de fibra o de aluminio, más sensibles y mucho más rápidos».

A pesar de todo, los temporales también requieren habilidad. «Si hay mala mar comienzas a tomar diferentes rumbos, a coger las olas de una forma o de otra, incluso moderas la velocidad porque las aceleraciones son muy fuertes. No es que el barco no pueda aguantar, sino que el pasaje se resiente».

Unas mejora tecnológicas que que también han facilitado la previsión meteorológica. «Ahora está todo más controlado, hay mejores equipos, tienes mucha más información climatológica. Ahora es raro el día que sales y te pilla un temporal sin avisar. Tenemos muchos más medios y tomamos decisiones con muchas más información. Antes se arriesgaba un poquito más porque no se tenían tantos medios. La cosa evoluciona y hay que aprovechar las tecnologías».

Un trato muy familiar

La cercanía entre la tripulación y con el pasaje es otra de las peculiaridades que tienen las líneas entre Ibiza y Formentera. «Muchos tripulantes tienen amigos y familiares que cogen el barco y alguna vez los subimos al puente. Dentro de la tripulación nos conocemos por el nombre, que eso no lo he visto en ninguna otra línea. Los pasajeros también te ven más, en el muelle te ven subido en el puente, pasas entre el pasaje. Con diferencia es un trato mucho más familiar en comparación con otras líneas. Aquí acabas incluso conociendo a muchos pasajeros».

A nivel de tripulación, Gabriel agradece esta cercanía a diferencia de la situación que se da en barcos más grandes. En el Martín y Soler yo tenía 25 personas a mi cargo y aquí tengo cuatro. El trato allí era más impersonal y aquí ya conozco la vida de todos mis tripulantes. Sus problemas, sus alegrías, todo lo que les pasa. A mí me gusta mucho más trabajar así porque cuando necesitas algo sabes quién te responderá mejor. En aquellos barcos haces campañas, coincides, pero no llegas a tener el trato personal que tienes en estos barcos más pequeños. También en esos barcos delegas mucho trabajo. Aquí la asumes más, tienes más control del detalle. No todo el mundo vale para los barcos grandes ni para los barcos pequeños. Va un poco con el carácter y lo que te guste».

Hacia la navegación sostenible

Gabriel coordina la línea Eco de Balearia. Consta de seis equipos que rotan entre los cuatro barcos.

Estas embarcaciones son parte del proceso de evolución hacia la sostenibilidad que se nota en las navieras que ofrecen el servicio entre Ibiza y Formentera y en particular en Balearia.

«Básicamente se diseñó un barco especialmente para esta línea con medidas contenidas por tema de consumo, porque cuanto más grande es un barco más consume», explica Gabriel.

Los barcos tienen instaladas unas placas fotovoltaicas que sirven para descargar trabajos auxiliares de los generadores de electricidad. «Luego está el tema de los motores, que también son nuevos y están totalmente aislados. Han bajado el impacto acústico y el consumo respecto a lo que teníamos antes. La navegación de alta velocidad totalmente ecológica no existe, no hay potencia suficiente, pero se han dado los primeros pasos a través de experimentos».

«Este es un experimento a pequeña escala, muy en la línea de lo que es Ibiza y Formentera y el turismo que se quiere generar. Por tanto, contentos de estar trabajando en este experimento y ya pensando en las nuevas ediciones y cambios para que todavía sean mejores».

Un proyecto del que se recogió información para la reciente puesta en marcha de otra evolución en Balearia que es la navegación a gas.

Volver a casa a dormir

La vida que su abuelo les prohibió a sus tíos, no tiene nada que ver con el día a día de Gabriel. Un trabajo duro, sin duda, pero que no requiere estar semanas o meses lejos de la familia como antaño. «Yo ya mi época de salir fuera y atracar en puertos extranjeros y estar fuera sin ver a la familia ya la tuve. Estuve seis o siete años fuera y ahora estoy en casa veo crecer a mi hija y eso no tiene precio», valora, algo que dice que pueden disfrutar pocos marinos embarcados.

Es por ello que no contempla, de momento, cambiar de destino. «Si la cosa sigue así, el ambiente de trabajo es bueno y las cosas se hacen bien, yo estoy muy a gusto. Aparte, esta línea lo tiene todo. Tiene maniobra, estás todo el día maniobrando, no puedes poner piloto automático y tienes esta tensión que hace que los días pasen volando aunque sean largos. En invierno es una ruta tranquila y con los temporales sencillamente tienes que estar atento a los partes». Es por ello que dice que no echa en falta nada de las otras líneas de mayor recorrido. Su hija, aunque todavía es pequeña, ya le dice que quiere ser como papá.