Concepción se trasladó a Ibiza huyendo de su expareja. | DANIEL ESPINOSA

«Yo no quiero que guarden un minuto de silencio por mí, quiero que no nos dejen solas, que se luche a ‘grito pelado’ y que ayuden a nuestros hijos». Es la petición desesperada de Concepción, una cordobesa de 51 años, afincada en Ibiza desde 2017, que denuncia llevar ocho años aguantando el acoso de su pareja. «Él es un empresario catalán con mucho dinero y parece que eso vale más que nada. Yo ya no creo en la justicia», lamenta.

Esta misma semana pasada, Concepción estuvo en Córdoba para asistir al juicio por la custodia de su hija. «El fiscal dijo que la niña estará con él en Barcelona», explica a Periódico de Ibiza y Formentera. «Pero él no la ha visto en todos estos años, solo la conoció cuando nació», apunta. Según asegura, en ocho años ella no se ha negado a que el padre vea a la niña.

Ante la desesperación, Concepción ha querido hacer pública su historia porque «en estos casos, las mujeres nos sentimos solas», asegura.

Concepción cuenta que su calvario comenzó hace ahora ocho años, en Barcelona. «Empezó a pegarme cuando estaba embarazada. La primera vez fue la noche de San Juan de 2011, aprovechando el ruido de los petardos», recuerda. Según explica, después la dejó en la calle y estuvo durmiendo cinco días en su coche. Cuando tuvo la oportunidad huyó de Barcelona y se instaló en Córdoba, con su familia.

Después de numerosas denuncias, de ver cómo su ya ex pareja le «arrebataba» su casa y «de seguir recibiendo llamadas amenazantes», Concepción decidió en 2017 hacer las maletas y trasladarse a Ibiza a vivir. «Me dijeron que aquí estaría más segura», explica.
Los inicios en la isla no fueron fáciles. Cuenta que primero vivió con su hija en una habitación por la que pagaba 800 euros. Después consiguió una casa para ellas solas que Servicios Sociales le ayudaría a pagar, pero «una vez que tenía hasta mis cosas dentro el dueño me pidió sexo a cambio de vivir allí. Otra vez estaba en la calle», recuerda.
Una vez que su vida parecía estabilizada, su pareja volvió a dar señales. «Ahora que ya no puede conmigo va a por la niña», dice entre sollozos.

Concepción dice que intenta ser fuerte, pero «todo tiene un límite y estoy desesperada». Pide «más ayuda a las administraciones y más justicia» y espera que historias como la suya hagan recapacitar a las administraciones de cómo se actúa en estos casos, antes de que vuelva a ser tarde.