Moncho Ferrer, director de proyectos de la Fundación Vicente Ferrer, ayer en el Racó Vert. | DANIEL ESPINOSA

Moncho Ferrer, director de proyectos de la Fundación Vicente Ferrer, nos espera en el Racó Vert de Sant Josep en compañía de Isabel Pizá, delegada en Baleares. Lo hacen tomando un zumo de naranja, cargados cada uno con su maleta de mano y con cara de cansados. Llevan unos días muy intensos y por delante tienen una jornada en la que serán recibidos por el alcalde de Sant Josep, Josep Marí Ribas, Agustinet, tendrán un encuentro con voluntarios y responsables del Fons Piitius de Cooperació, y viajaran a Formentera para tener otro encuentro e inaugurar la exposición Mata Ombres en el Centro Antoni Tur, Gabrielet. Sin embargo, a pesar de no haber dormido las horas mínimamente recomendables ninguno pierde la sonrisa y la amabilidad en ningún momento.

—Vaya jornada intensa que tienen por delante. Les van a faltar horas en el día...
—Eso parece pero merece la pena. Hay que saludar y agradecer a todo el mundo de las Pitiusas el trabajo que llevan haciendo para ayudar a la Fundación Vicente Ferrer desde el 2002 más o menos.

Uno de sus proyectos estrella en Baleares está siendo Mata ombres. La exposición se podrá ver ahora en Formentera...
—Es cierto. Es un proyecto muy interesante que está teniendo un gran éxito. Y eso que al principio no sabíamos que pensar... transmitir la realidad de Anantapur desde el punto de vista de unos artistas que pintan y hacen murales allí era muy bonito pero también muy diferente a cualquier cosa que habíamos hecho hasta ahora. Afortunadamente ha ido muy bien y dentro de poco ya viajará el tercer grupo de artistas para allá.

—¿Han conseguido dar visibilidad a tanta gente de Anantapur que vive en la sombra?
—Pienso que sí. Es una forma diferente de hacerlo y de ahí tal vez su éxito. Normalmente se hacen documentales, vídeos, exposiciones de fotografías, libros... pero nunca algo así, a través del arte.

—Usted vive en Anantapur. ¿Cómo está ahora la situación allí?
—Pues este año hemos tenido una sequía muy fuerte. Afortunadamente y según me cuentan desde el terreno las fuertes lluvias de estos dos últimos días ha hecho que mejore un poco la situación.

—¿Un golpe más para una de las zonas más pobres de la India?
—Bueno la sequía siempre ha sido uno de los problemas históricos de Anantapur, y por eso es tan pobre. Además, como no hay buena canalización de agua corriente ni grandes extensiones de cultivo hay mucha violencia entre los habitantes que luchan por los pocos recursos. Es algo que lleva pasando desde hace 500 años y que estamos intentado erradicar aunque sabemos que es muy complicado.

—¿Uno de sus mayores logros ha sido poner Anantapur en el mapa? Ahora casi todo el mundo ha oido hablar de esta zona de la India.
—Seguro y eso ha sido gracias a mucha gente... mi padre, mi madre, los voluntarios, los trabajadores de la zona... todos han añadido su granito de arena para mejorar Anantapur y hacer un poco más feliz la vida allí. Una vez definieron a mi padre como «el hombre que quitó las lágrimas a la gente pobre de Anantapur» y creo que no puede ser más acertado.

—En el presente hay mucho por hacer pero ¿cómo ve el futuro de esa gente?
—Pues mira, hicimos una campaña en la que mandamos a la gente de allí unas tarjetas con dos preguntas. En una se les preguntaba por los últimos cincuenta años y en la otra por el futuro. Hemos recibido tantas respuestas que estamos sobrepasados pero de lo más importante que hemos sacado en claro es que en estos últimos cincuenta años hemos logrado enterrar la intocabilidad, desterrar el miedo y mirar al futuro con esperanza. Y que también se nos pide que no nos olvidemos de cumplir con los sueños y los objetivos que tenía Vicente Ferrer.

—¿Han conseguido acabar con los prejuicios de la casta de los intocables?
—Eso es imposible. Las castas no las puedes quitar en la India porque forma parte de su propia historia e identidad. Lo que hay que acabar es con la discriminación entre unas y otras. Afortunadamente poco a poco se van dando pasos como bodas entre miembros de distintas castas o niños y niñas que van juntos al colegio. Esto hasta hace poco era impensable y son grandes avances aunque hay que ir con cuidado porque aún sigue muriendo mucha gente por este tema.

—¿Cómo podemos ayudar desde el mundo occidental?
—Dejando de pensar que son gente que no tiene de nada y no sabe hacer nada. No hay que darles el pescado sino enseñarles a pescar. Es decir, no tenemos que darles alimentos sino los medios adecuados para que poder poner un sistema de riego por goteo o unas tuberías en condiciones. No queremos voluntarios que vayan a construir una escuela, para eso ya hay mucha gente en la India que puede hacerlo y que está deseando trabajar para ganarse un sueldo, sino patrocinadores que aporten el dinero necesario para comprar el material.

—¿Qué opina del voluntariado de Instagram? Esa avalancha de vacaciones solidarias que hacen muchos para sentirse mejor y lucirlo en las redes sociales...
—Que es una pena porque pervierte el mensaje y el sentido.

—Ibiza y Formentera siempre se ha volcado con la fundación. ¿Qué proyectos se han llevado a cabo con el apoyo pitiuso?
—Muchísimos. Se han podido concretar proyectos de construcción de viviendas, otro de compra masiva de bicicletas para que las niñas puedan ir a la escuela... o este último de Mata ombres. Sin embargo, hay que decir que nada sería posible sin el apoyo de los ayuntamientos de Vila y Sant Josep, del Fons Pitius de Coooperació que lleva muchos años apoyándonos y sobre todo, de las decenas de voluntarios que están ahí siempre se les necesita para arrimar el hombro.