Óscar Esparza, minutos antes de la entrevista con Periódico de Ibiza y Formentera. | A. CAMARENA

Óscar Esparza es biólogo marino y coordinador de Áreas Marinas Protegidas en WWF España. Desde su cargo, Esparza lucha por incrementar la superficie marina protegida, tanto en España como en Europa, y en mejorar su gestión. Su objetivo principal: que todos los sectores se aúnen para intentar reducir la pérdida de biodiversidad y las tasas de extinción marinas. El pasado viernes fue uno de los participantes en el Forum Posidonia Project celebrado en Formentera. Allí, aprovechamos para charlar con él.

—Desde su experiencia profesional, ¿cuál es la situación actual de nuestros mares?
—Ahora mismo estamos en un momento crítico, porque estamos sobrepasando los límites planetarios en muchos procesos clave para el funcionamiento de muchos ecosistemas de la tierra. Además, estamos entrando en una zona de riesgo, de incertidumbre, donde no sabemos cuáles van a ser las consecuencias de nuestras actividades. Estamos alterando totalmente el equilibrio del planeta. Sin embargo, sabiendo que los mares tienen unos límites y que los recursos que nos dan son limitados, la actividad humana está concentrándose ahora en el mar, como un nuevo sector para explotar. Hay una fiebre del oro azul y detrás de eso está la apuesta que hace la Comisión Europea por lo que llama el nuevo crecimiento azul de los sectores económicos.

—¿Qué consecuencias podría tener la sobreexplotación de los mares?
—Si esto no se gestiona bien puede suponer un grave problema para nuestro bienestar como sociedad y también poner el riesgo el planeta en sí mismo, porque puede modificar de forma irreversible los ecosistemas marinos y las capacidades que tiene el mar para amortiguar el clima planetario o abastecernos de recursos. Estamos en un momento muy complicado y delicado y tenemos que ponerle freno.

—En su ponencia también citaba los graves efectos que sufre la fauna en este sentido…
—Ahora mismo hay un problema a nivel mundial con las tasas de extinción que estamos produciendo. Hay un millón de especies en peligro de extinción y la pérdida de grupos taxonómicos es enorme. En el informe Planeta Vivo de 2018, que sacamos recientemente, se ve cómo estamos generando unas tasas de extinción de todas las especies realmente alarmante y no somos conscientes del impacto. Pero no es solamente la tasa de extinción, sino también cómo estamos reduciendo la población de las especies. Los porcentajes de pérdida de biodiversidad de peces son escalofriantes.

—También citaba Manu San Félix en una de las ponencias que el mar Mediterráneo, por sus características, es vital en el planeta y, a la vez, uno de los más degradados. ¿Por qué ocurre esto?
—El Mediterráneo ocupa el 1% de la superficie oceánica y, sin embargo, tiene un 15% de todas las especies marinas conocidas, con lo cual es un sitio de biodiversidad muy importante a nivel planetario. Pero al mismo tiempo es un mar semicerrado y debido a que prácticamente la población en todos los países está concentrada en la costa, los impactos que se generan son muy grandes y la tasa de renovación de agua es muy pequeña. Lo que hace es acumular muchísimos impactos y esto provoca una gran presión.

—¿Cuáles son las herramientas para paliar de forma urgente esta degradación?
—Ahora mismo una de las principales herramientas que puedan ayudar a revertir esta situación es el uso de las Áreas Marinas Protegidas. Sin embargo, estas todavía son muy débiles. Hay unos compromisos que se están tratando de cumplir, pero llegamos tarde y mal. Por ejemplo, existen unos compromisos que se establecieron hace 10 años para llegar al 10% de protección marina y no estamos llegando. Además, si luego analizas estas áreas designadas como zonas protegidas la gestión es muy débil, no hay unas herramientas de gestión eficientes, ni medidas concretas. De este modo, se quedan en Áreas Marinas Protegidas de papel, solamente sobre un decreto, porque no hay nada más detrás de ellas. El principal reto que tenemos como sociedad es llevar a cabo una gestión eficaz, no solo de las zonas marinas protegidas, sino del mar en todo su conjunto.

—¿Qué papel juegan en este sentido los distintos poderes (el político, el económico, etc.)?
—Los principales factores de esta degradación ambiental y social son el aumento de la población mundial, del consumo y de la producción, así como la gran demanda que generamos como sociedad, entonces tenemos responsabilidad todos, a varios niveles. Por un lado está la responsabilidad individual. Como consumidores, podemos tratar de cambiar nuestros hábitos, y si demandamos otra forma de consumir las empresas que nos abastecen van a tener que cambiar las formas de producir. Pero no hay que derivar toda la responsabilidad los ciudadanos, sino que hay otros estamentos que tienen una responsabilidad mucho mayor y una capacidad de cambiar las cosas mucho más rápida, si se involucran. Si tenemos unos políticos concienciados, involucrados y que empujan estos procesos, el cambio se produce mucho más rápido.

—En este sentido, ¿contempla cambios en el sistema respecto a años atrás?
—Todavía queda mucho. Sí es cierto es que se dispone de mucha más información, que permite una mayor implicación y compromiso por parte de las administraciones. Sin embargo, estos compromisos y estos cambios de mentalidad no son homogéneos. Desafortunadamente, solemos tener una política que muchas veces da bandazos y no existe una política de estado donde los problemas ambientales estén encima de la mesa. Necesitamos políticos que se lo tomen en serio, que sean valientes, que apuesten por cambiar las cosas y que lideren procesos. Otro de los elementos importantes de cambio es la participación. Nosotros también debemos participar en cómo se gestiona nuestro entorno.

— ¿Cómo observa el papel que están jugando en este proceso las nuevas generaciones y su educación en los colegios?
—Nosotros vamos de camino al futuro y toda la gente que se está subiendo ahora mismo al carro se está encontrando una mochila que me parece una irresponsabilidad por nuestra parte dejársela tan cargada de basura. Entonces la responsabilidad es clave, no solamente para ellos. Yo creo que la educación no se tiene que delegar. Los niños no se educan solo de las escuelas, también se educan de lo que ven, del ejemplo que damos también los padres. Nuestra responsabilidad como adultos también es fundamental y clave. No podemos exigir a la gente que cambie de la noche a la mañana, pero sí podemos exigir que participen más, que cuando vayan a votar sepan lo que van a votar, que hagan cambios en la medida de sus posibilidades.

—¿Cómo valora la gestión del medioambiente por parte de la administración de Formentera e Ibiza?
—Cómo trabajan las Pitiusas en estos temas es un ejemplo de buenas prácticas. Hay una implicación en todos los estamentos de la sociedad. En la administración vemos que hay un claro compromiso medioambiental, pero también hay un compromiso en todos los sectores productivos y de la sociedad. Yo creo que como pitiusos debéis sentiros orgullosos.

—¿Esto serviría como alegato para que otros territorios tomen ejemplo?
—Esa labor de construcción hay que ponerla en valor y obviamente hay territorios en España, en Europa y en el mundo que tienen que dar pasos en esa dirección. Entonces yo creo que buenas prácticas y lecciones aprendidas como el trabajo que se está haciendo desde diversos estamentos creo que es algo que hay que valorarlo y que puede ayudar a inspirar a otros territorios. Aquí, sectores económicos como los pescadores han fomentado la creación de reservas marinas. Esto hace 15 o 20 años era impensable, se veía la protección como algo que solamente cortaba la actividad y fiscalizaba por parte de la administración. Ahora mismo se ve como una oportunidad porque se sabe que si el medio se conserva en buen estado se va a poder vivir de él.

—Después de este breve repaso, ¿cómo calificaría su postura respecto al futuro medioambiental?
—Yo trabajo en una ONG y trabajo para cambiar las cosas. No es tan simple como blanco o negro, siempre hay muchos matices. Si no hacemos nada el punto de vista es negro oscuro, oscuro. Pero precisamente a mí me hace ser optimista en cuanto a la capacidad que tenemos de decir “ya está bien, vamos a tratar de hacer las cosas de otra manera y vamos a actuar para tratar de cambiar el entorno en el que vivimos”. No es fácil, pero no tenemos otra opción.