Rusiñol, dibujado por Ramón Casas.

Es Ibiza tan fecunda en restos arqueológicos púnico-fenicios fue casi una costumbre que los grandes pintores y artistas que pasaban por nuestra Isla se trajeran piezas antiguas así como así, por el morro. En aquella época casi nadie les daba importancia. O las compradas en el mercado negro, o las rapiñaba o incluso eran agasajados con las mismas por los arqueólogos, por llamarlos de alguna forma, que dirigían las excavaciones o por aquellas pacatas autoridades que embelesadas por la visita de un gran pintor no dudaban en ofrecerle con inusitada alegría lo que no era suyo y sí del patrimonio común ibicenco; incluso estos pintores excavaban a su aire, como si tal cosa…

Dos grandes pintores que se trajeron a la Península obras de arte antiguas de la Pitiusa Mayor fueron Joaquín Sorolla, que estuvo en Ibiza en 1919 y Santiago Rusiñol (1861-1931), como consuelo estas piezas se conservan muy bien en los museos que estos dos artistas tienen con parte de sus cuadros tanto en Madrid con Sitges. Entre 1906 y 1920 se descubrieron un montón de yacimientos púnicos importantes en Ibiza y afloraron estatuillas y objetos cotidianos usados por los fenicios en cantidades ingentes, lógicamente proliferaron las excavaciones ilegales y el mercado negro, por eso hay piezas ibicencas en medio mundo, aunque hoy nos vamos a centrar en las que acumularon Sorolla y Rusiñol que tenían, además de ser grandes pintores, un eje común: los dos eran conocidos de Carlos Román Ferrer, archivero, arqueólogo, también político y diputado, el hombre que controlaba, con o sin la venia de otro personaje de calado, Vives y Escudero, casi todo lo que estaba escondido en el subsuelo de Ibiza.

En carta que se encuentra en el Museo Sorolla (Madrid), ya investigada por María Lena Prats, y otros, en el original manuscrito de esa epístola que hemos visto, con fecha de 6 de septiembre de 1919, se aprecia el membrete del diputado a Cortes por Ibiza, Carlos Román Ferrer (1887-1939). Román prepara la llegada de Sorolla a Ibiza y le dice que no hay ningún hotel bueno, sí una fonda o pensión medio potable a seis pesetas la noche y donde, por lo menos, la comida es abundante. Le comenta Román al artista levantino que está excavando frenéticamente… y precisamente eso fue lo que se encontró Sorolla cuando fue a la Pitiusa Mayor, a Roman excavando en Jundal y el resultado de la amistad pudieron ser esas antigüedades ibicencas que Sorolla se llevó de Ibiza. Recordemos que entonces Sorolla acababa de terminar los paneles de la Hispanic Society, era un pintor muy cotizado y de fama mundial y a ver quién le negaba una terracota púnica y por eso en su Museo matritense se aprecia una terracota procedente de la cueva de Es Cuyeram (yacimiento controlado por Carlos Román), una lucerna y un ungüentario, que sepamos.

El caso de Santiago Rusiñol fue parecido. Por el periódico La Región de 17 de agosto de 1912 sabemos que «el miércoles próximo llegara a Ibiza donde pasará una corta temporada el eximio pintor Don Santiago Rusiñol acompañado del caricaturista ibicenco “Picarol” y del exquisito literato mallorquín D. Gabriel Alomar. Se les prepara un grandioso recibimiento». Con ellos iba también Sureda, entonces propietario del palacio del Rey Sancho en Valldemossa (donde pasó una temporada Rubén Darío) y el secretario del Ayuntamiento de Ibiza, Arturo Pérez Cabrero Tur, arqueólogo aficionado, amigo de Román, y poseedor de una gran colección de antigüedades fenicias, no sería raro que le regalara algunas al ínclito Rusiñol. Se alquiló el vapor “Formentera” para que el catalán viera de cerca Es Vedrá y se le dejó a Rusiñol excavar supongo que a su sano antojo en el Puig des Molins y en otros sitios.

Lo cierto es que tras pasar por Ibiza, camino de Barcelona, Rusiñol recaló en Valencia donde el periódico Las Provincias comentó que el artista «ha estado en Ibiza verificando importantes trabajos arqueológicos, en los terrenos recientemente descubiertos y en los cuales se hallan notables ejemplares de vidriados y de cerámicas fenicias y romanas… anforetas, collares…bustos de tierra cocida… de todo ha encontrado el insigne pintor, enriqueciendo así su colección de antigüedades». En definitiva, se fue de Ibiza, 1913, cargado como una mula de restos arqueológicos fenicios o que fueron a parar a Ibiza (griegos, romanos, egipcios), más de doscientos. Nadie se lo impidió, todos le facilitaron la labor. Algunas de las cosas que se llevó se muestran en Cau Ferrat, la estupenda casa-museo de Rusiñol en Sitges.