El grupo vasco Korrontxi, liderado por Agus Barandiaran, actúa mañana a las 20.30 horas en Cas Serres.

En el año 2004 el trikitilari Agus Barandiaran fundó la banda vasca de folk Korrontzi. Desde el primer momento lo tuvo claro, su intención era dar a conocer la música tradicional y los sonidos y bailes ancestrales de su tierra pero intentando adaptarlos a los nuevos tiempos. Para ello, además de tocar su trikititxa (acordeón diatónico vasco) Barandiaran emplea en sus discos y conciertos otros instrumentos tradicionales como la txalaparta o la alboka combinados con otros como la mandolina, el bajo eléctrico, el contrabajo o las percusiones. Gracias a ello, tras ocho discos Korrontzi se ha convertido en un referente en este campo, ofreciendo conciertos por todo el mundo. El próximo será este viernes en el Centro Polivalente de Cas Serres de Ibiza a partir de las 20.30 horas.

—Para los que no conozcan su música y el folklore de Euskadi, ¿qué vamos a encontrar en su concierto de mañana?
—Un resumen de nuestra trayectoria, desde que comenzamos en el año 2004, y de los temas más importantes de nuestros ochos discos. Se trata de una gira que nos está llevando por todo el mundo desde hace tiempo enseñando que es la trikititxa y haciendo de escaparate para el folklore vasco.

—Después de estos años, ¿cuál cree que ha sido el secreto de su éxito?
—No te sabría decir porque no me gusta hablar de éxito si no de buena acogida entre el público. Tal vez lo más importante que hayamos hecho en este tiempo es intentar congeniar nuevas propuestas al folklore de Euskadi que nos enseñaron siendo pequeños.

—Usted es trikitilari. ¿De dónde aprendió a tocar este acordeón diatónico vasco?
—Fue cuando tenía 13 años gracias a un maestro que también tenía un bar, Rufino Arrola. Lo hice frente a frente sin solfeo ni nada y allí en su establecimiento. Yo era un adolescente y él tenía unos ochenta años así que fue todo muy especial. Lo que más me impresionaba de él era el respeto que mostraba sobre lo que tocaba y sobre lo que había aprendido él de generación en generación.

—¿Por qué han decidido fusionar modernidad con tradición?
—Porque creemos que es el paso lógico. Toda tradición lleva en sí mismo una innovación. Cuando se crearon aquellas canciones hace siglos resultaron novedosas para quien las escuchaba y por eso nosotros queremos ser respetuosos con lo que nos dejaron.

—¿Es también una forma muy atractiva para llegar a las nuevas generaciones?
—Pienso que sí. Los jóvenes que tienen 15 o 16 años viven metidos y absortos en sus programas de televisión o en su Instagram y creen que no hay nada más que sus canciones de Reggaeton o Papi Chulo. Y eso no es así. Creo que es importante que entiendan que hay que amar las tradiciones del lugar en el que viven, sea cual sea, para poder entenderlo. Y sobre todo que se puede ser moderno y actual escuchando música y bailes tradicionales. Nuestras tradiciones son las que nos hacen diferentes en un mundo repleto de riqueza y diversidad cultural.

—Para conseguir su objetivo también ha hecho televisión y cine... la película Basque Selfie. ¿Con qué formato se queda?
—Sin duda con la música y el baile aunque todo ayuda. El programa de Euskal Televista era muy interesante, sobre todo el formato, porque Korrontzi llegaba a un pueblo y allí conocía al grupo de baile y les enseñábamos nuestras coreografías. Era una idea más moderna de transmitir nuestra historia y creo que tuvo bastante éxito.

—¿Y sobre la película? ¿Era suyo el caserío?
—Pues sí. Todo lo que aparece en la película es real. La historia y lo que cuenta me sucedió a mi y refleja a la perfección lo que soy: Una persona que ama su tierra y que está muy apegada a las tradiciones que aprendió desde pequeño pero sin pisar a los demás.

—Una idea que degraciadamente parece que no está muy de moda ahora con todo lo que tenemos encima...
—Desgraciadamente sí. Ahora que estamos en tiempos de elecciones les diría a todos esos intransigentetes que cada uno puede sentirse diferente según su cultura sin pisar a los demás. Cada uno tenemos la nuestra, es muy rica y tenemos que preservarla pero sin creernos mejores que los demás. Es más, tenemos que aprender unos de los otros para ser mejores.

—¿Qué tiene la trikititxa que engancha a tanta gente?
—Bueno realmente está comprobado por todos los años que llevamos en esto que aunque la gente no conozca el instrumento, en cuanto comienzo a darle al fuelle, enseguida comienzan a mover los pies. Es un instrumento muy dinámico que transmite mucho ritmo y sobre todo mucho buen rollo.

—Y todo con lo difícil que es aprender euskera....
—(Risas) Es cierto. Nosotros lógicamente no pedimos que la gente salte a la pista a bailar un fandango o un ariñani igual que lo hacen los bailarines de Euskadi. Solo pedimos que se lo pasen bien y disfruten y lo bailen como les salga del cuerpo.

—¿Se consideran un ejemplo a seguir entre los grupos de Euskadi?
—Nunca he creído en las palabras absolutas. No creo que seamos un ejemplo para nadie porque entre otras cosas hay otros grupos que también están haciendo un magnífico trabajo. Lo que si puedo decir es que nos sentimos muy orgullosos de llevar la música, el baile y las tradiciones de Euskadi por todo el mundo.

—¿Cuál es el sito más lejando en el que han tocado?
—Hemos estado en todo el mundo. Pero por ejemplo fue muy especial Malasia. Allí te puedes imaginar que la mayoría del auditorio no había oído hablar de Euskadi en su vida pero al final, cuando terminamos, nos dijeron que gracias a lo que hicimos muchos empezaron a colocar esta pequeña porción de tierra en el mar. Y eso es una gozada.