La clausura de Un mar de posibilidades.

Un mar de posibilidades es mucho más que unos juegos en la playa». Esta idea se repitió ayer varias veces durante la clausura de la decimosexta edición de este programa social y terapéutico que organiza el Club Náutico de Ibiza.

No les falta razón. Este año se han beneficiado de sus actividades en Talamanca desde mayo a octubre un total de 346 personas con necesidades especiales y/o en riesgo de exclusión correspondientes a 10 centros y 14 asociaciones. Además, han contado con 13 voluntarios, incluyendo por primera vez los del programa Feim voluntariat del Ayuntamiento de Vila.

Los patrocinadores vuelven a ser la Fundación Abel Matutes, Valoriza, la Obra Social de La Caixa, el Consell d’Eivissa, el Govern balear y todos los ayuntamientos de la isla.

«No volver atrás»
Ayer en el Club Náutico de Ibiza tocó hacer balance de este 2019. Un año repleto, como suele ser habitual, «de felicidad, alegría, sonrisas y beneficios» para los usuarios y en el que una vez más no ha habido ninguna incidencia. De hecho, su creador e impulsor, Pedro Cárceles, aseguró que en estos 16 años «nunca hemos tenido que lamentar ningún problema salvo el día en que una medusa picó a una mujer en Cala Pada».

Por ello, viendo que el proyecto «está totalmente consolidado, con más de 350 participantes, voluntarios ya fijos y una buena salud económica», Cárceles hizo un llamamiento «para no volver atrás». «Ahora que gracias al esfuerzo de muchas personas Ibiza conoce los beneficios de Un mar de posibilidades tenemos que seguir mirando adelante sin miedo para seguir aumentando el número de usuarios».

De las actividades habló la fisioterapeuta del programa, Lina Silveira. Están basadas en diferentes visiones terapéuticas integradas al entorno marino, se realizan en la arena, en la orilla del mar o dentro del agua y tienen en común «su capacidad para facilitar el proceso terapéutico».

Actividades en arena y mar
Según Silveira se dividen entre las que se realizan en la playa o en el mar.
Entre las primeras los usuarios disfrutan de un circuito con pelotas «que trabaja el sistema cognitivo, motor y psicosocial», un calentamiento «para mejorar la flexibilización corporal y el equilibrio», o juegos de palas «que ayudan a mejorar la coordinación viso-manual, el equilibrio y la lateralización».

Además, hay paseos por la arena y el agua «que facilitan la estimulación sensorial al caminar descalzos y el equilibrio integrado a terrenos de arena, agua o posidonia». Tampoco faltan las actividades con boyas suspendidas para mejorar aspectos físicos y psicosociales, la masoterapia, los masajes de manos, la fisioterapia, la aplicación de arcillas marinas, la samoterapia o una de las actividades que más gusta a los usuarios, los masajes de pies a la orilla del mar. «Les encanta porque se crea un vínculo con el terapeuta y porque fomenta la relajación, la estimulación táctil, la percepción de los pies y las piernas, la estimulación de puntos de reflexología podal y disminuye la ansiedad a través de la respiración en el entorno marino», aseguró Silveira.

Mientras entre las actividades que se hacen en el mar hay algunas sorprendentes teniendo en cuenta al público que van dirigidas. Sin embargo, año tras año, se demuestra «que las barreras solo están en nuestra mente». Es el caso, por ejemplo, de los ejercicios de flotación «que disminuyen el estrés, las inflamaciones articulares y los dolores de cabeza crónicos, y ayudan en la relajación muscular, la estimulación cognitiva, la recuperación energética».

También hay ejercicios en una lancha, en un velero, en hinchables, en una plataforma marina ideada por Pedro Cárceles «para crear un hidromasaje natural» o en kayak «que potencia la lateralidad y el equilibrio del tronco, la sincronía de movimientos, la coordinación motora o el autocontrol». Incluso, se hace snorkel «para mejorar su percepción particular de los sentidos, su coordinación motora, su control respiratorio, el ejercicio físico o su relajación mental» y buceo con aire comprimido. Aquí, junto a Pedro Cárceles hay inmersiones a un máximo de tres metros con pacientes neurológicos «que se benefician de la sensación de ligereza que aporta el fondo marino mientras potencian su autocontrol y autoconfianza a través del control de su respiración y activan la visión y la audición sobre otros sentidos».

Por último, también hay terapias con perros «que favorecen la relación afectiva persona-animal, la interacción para el desarrollo del aprendizaje cognitivo y la estimulación del instinto de protección y cuidado de otro ser».