Gustavo Gómez resalta la problemática que hay en materia de vivienda en la isla. | DANIEL ESPINOSA

Cáritas Diocesana ha atendido hasta noviembre de 2019 a más de 1.600 usuarios en Ibiza. Personas que se encuentran con numerosas dificultades en su día a día. Muchas, a pesar de tener un trabajo, viven bajo el umbral de la pobreza y buscan ayuda, principalmente comida, en la organización. El coordinador de la asociación parroquial en la isla, Gustavo Gómez, indica que los últimos datos del informe de la Fundación de Fomento de Estudios Sociales (Foessa), que señalan que el 21,5% de la población vive en exclusión social, son extrapolables a Ibiza.

La principal tendencia que marcan los datos del informe es el aumento de la distancia entre la clase media y la clase baja, ¿qué supone esto para las familias ibicencas? ¿la clase media vive muy bien o la baja muy mal?

—La gran mayoría de la clase media ibicenca, incluso con trabajo, está al límite o tiende a tener problemáticas diferentes que les acercan a la pobreza y exclusión. Hay muchas personas que, en una más que predecible nueva crisis, se quedarían todavía más cerca de la exclusión o en exclusión directamente. Una tendencia que se invierte al resto de España, donde la clase media tiende a vivir mejor, más cerca de la alta.

También es preocupante el aumento de la conflictividad en el hogar que refleja el informe Foessa.

—Sí, mucho. De hecho pensábamos que los investigadores se habían equivocado. Esto se refiere a temas de consumo, drogas, alcohol o hábitos de juego. En 2014, a nivel nacional se hablaba de poco más de un 2% y aquí estábamos en el 1,9%. En este último estudio, mientras que la media nacional se ha mantenido, en la isla ha aumentado hasta 9,8%. Cinco veces más que la media nacional. Es muy preocupante.

—Otro dato impactante es que el 14% de las familias se quedan bajo el umbral de la pobreza tras pagar gastos de vivienda. ¿hay muchos casos de estos en Ibiza?

—Sí, de hecho hemos notado que incluso en verano, que solía bajar el número de usuarios, hemos mantenido este año un nivel alto. Muchos vienen a por el vale de alimentos, que es una necesidad básica. Vienen personas con formación, con medios y con trabajo, pero que muchas veces no les da, y esto no debería ser así. Si enfocamos Ibiza solo a nivel económico, somos la leche y a nivel laboral, hay trabajo, aunque mal pagado. Ahí estamos entre las mejores comunidades de España, pero claro, cuando rascamos un poco más y miramos otras dimensiones, como educación, sanidad, política o socialización, es cuando vienen esos números del 21,5% de la población en nivel de exclusión.

—Los datos hablan también de un 20% de trabajadores en riesgo de exclusión. ¿Cómo puede ser?

—Confluyen como en todo muchos factores, sobre todo el tema de la vivienda y el tema de salarios bajos. El cóctel está claro. Si tienes que dedicar hasta el 60-70% a pagar una vivienda y conjugado con que te paguen 1.000 o 1.100 euros, pues en la isla es lo que tenemos y es muy complicado. Hay gente que viene a trabajar y nos cuenta que traen el coche para dormir, se apuntan al gimnasio para poder ducharse y trabajan 8 ó 10 horas diarias. Queremos dar buen servicio, pero con la problemática de la vivienda tampoco se puede porque un médico o un policía prefieren irse a Badajoz, por ejemplo, y tener un palacete por 400 euros, que aquí eso no les da ni para una habitación en piso compartido. Es un problema añadido a una isla que parece que es todo lujo y ostentación y estamos dando 40 menús cada noche a 200 metros de los yates que cuestan 30 millones de euros. Parece que no quieren que salga, pero es una realidad y cada vez más acuciante.

—Otra complicación relacionada con la vivienda es el empadronamiento...

—Así es. A día de hoy llevamos a unas 175 personas empadronadas en lo que va de año. No es un empadronamiento real porque no viven ahí, pero es algo que hacemos para facilitar trámites básicos, como poder escolarizar a un niño o tener tarjeta sanitaria. No obstante, estamos diciéndoles a los ayuntamientos que es algo que tienen que hacer ellos. Cáritas no puede estar resolviendo el empadronamiento de todas las personas que no se pueden empadronar en el municipio. Hay una ley que da las directrices sobre empadronamiento y que los municipios deben cumplir.

—¿No lo hacen?

—Tienen sus protocolos establecidos, y los siguen, pero la situación real que tienen las personas para poderse empadronar supera estas disposiciones, porque hay gente, por ejemplo, que vive en un local comercial habilitado como vivienda y no tiene licencia de habitabilidad. Entonces, hay que ver qué hacer. Otros, la mayoría es porque no tienen autorización del dueño de la casa, porque no declaran el alquiler y les puede traer problemas. El ayuntamiento debe favorecer la integración de las personas en el municipio y que desarrollen un sentido de pertenencia, pero tienen muchas dificultades.

—Con respecto a las personas sin hogar a las que también ayuda Cáritas, ¿hay una cifra estimada en la isla?

—No hay una cifra oficial, aunque el último estudio decía que unos 150-200 y no han bajado. Es algo que no estudia el informe Foessa, pero sería interesante hacerlo.

—¿Cuál es el perfil de estas personas?

—Desde hace un año, se empezó a notar que vienen más mujeres. De hecho, hemos habilitado un Espai Dona para empezar a trabajar con ellas en el segundo piso del Centro de Día. Allí, un par de días a la semana se hacen relajación, charlas… se trata de que se sientan a gusto, que es luego la manera de crear vínculos y que se puedan trabajar también sus dificultades.

—Se está trabajando en poner en marcha un centro de acogida de baja exigencia en es Gorg. Unas instalaciones que se esperan desde hace mucho.

—Lo promovimos nosotros hace 10 años. Llamamos tanto a ayuntamientos como al Consell para alcanzar un compromiso, ya que no había nada de baja exigencia. En este tiempo ha habido mucha teoría, aunque en la última legislatura se pegó un empujón grande. Es difícil porque son cinco ayuntamientos y Consell y, además, un proyecto de gran envergadura. Estamos esperanzados porque vemos que vamos caminando hacia ello, aunque hay que tener en cuenta que tardará en estar construido. Esperemos que no haya más problemas y se acabe porque cada vez hay más personas en la calle a las que les hace falta. Es vergonzoso que Ibiza no tenga uno a estas alturas.
Este centro es para personas con más dificultades, con consumos activos y es lo que hace falta. También se podrá usar para temas puntuales como las olas de frío.

—Los inviernos son muy duros para la gente que está en la calle.

—Sí. El año pasado se les daba un techo cuando la sensación térmica bajaba de 5 grados, pero hay que ver cómo hacemos. Cuando sube a 6 tampoco hay quien esté en la calle. Pero te encuentras sin respuestas ante la administración...

—Está pendiente también el albergue municipal de Vila.

—Se está construyendo ya. El Ayuntamiento ha movido viento y marea porque hoy donde está es un tercer piso del obispado muy viejo. Alguna persona mayor tarda hasta 15 minutos en subir y si hubiera un incendio o algo sería complicado. Este albergue será para personas que no consumen y deben estar integrados, aunque tienen falta de vivienda.

—Se habla de una treintena de plazas. ¿Serán suficientes?

—Había salido una primera aprobación de plazas pero serán una treintena finalmente. Siempre se quedará corto, hagamos lo que hagamos, pero es un avance para tener unas instalaciones más dignas.

—En Sant Antoni se propuso en pleno recientemente construir un albergue en el municipio ¿hacen falta más infraestructuras de este tipo en la isla?

—Hace falta sí, de hecho por ley los ayuntamientos de más de 20.000 habitantes están obligados a tener uno. Está claro que personas necesitadas hay en todos lados. Todo lo que sea más infraestructuras es una buena apuesta y dice mucho de los ayuntamientos. Que no porque tengamos es Gorg, en el que van a colaborar todos, pues ya no pueda haber otro tipo de recursos más cercanos e igual de necesarios.

—¿Cuántas personas está atendiendo Cáritas?

—Pues llevamos 1.600 usuarios en lo que va de año, aunque calculamos que llegaremos a los números de 2018 a final de año, unos 1.700, si sumamos todos los programas en los que ofrecemos ayuda.

—¿Qué tipo de ayuda es la que más solicitan?

—Por programas, sobre todo acuden al de acogida y al de empleo. Lo que quieren es trabajar. El perfil de estos usuarios, eso sí, es de personas no muy formadas, muchas mujeres, que buscan tema de limpieza, cuidado del hogar o de personas. Trabajamos para formarlas en capacitación. Además atendemos bolsas de empleo y lo estamos intentando hacer lo más profesionalmente posible, como agencia de colocación.

—¿Cómo se presenta el invierno?

—Pues tenemos dentro de poco reunión con el ayuntamiento y con Cruz Roja, dentro de la xarxa de Vila en los que tratamos estos temas. Además, ahora mismo estamos preparando la Navidad y tenemos la campaña de recogida de alimentos, que ya hemos iniciado en los colegios y que en una semana lanzaremos a la sociedad en general. La intención es recoger productos más navideños, pero también sensibilizar a la sociedad de que detrás de esa bolsa que entregan hay gente que lo está pasando mal y sufriendo.

—¿Cómo está Cáritas? ¿Tiene recursos suficientes para afrontar la situación actual?

—Estamos intentando potenciar los fondos propios, yendo a visitar empresas y tal. Es verdad que hay muchas necesidades en la isla, pero hay muchas personas sin hogar y en exclusión que atender y siempre necesitamos recursos económicos para seguir avanzando. La administración cada vez se porta mejor y paga cuando toca, se implica y ofrece, pero necesitamos potencial ayuda de socios o benefactores. Nos pueden apoyar porque tenemos muchas cosas que hacer y no hacemos porque nos faltan recursos.