La titular del juzgado de lo Penal número 2,Martina Rodríguez, dictó la sentencia ante el acusado, que aceptó seis meses de prisión. | DANIEL ESPINOSA

El primer día de actividad judicial en sa Graduada deparó los primeros juicios y condenas en una matinal marcada por las dudas y preguntas entre los operadores judiciales y la nutrida presencia de medios de comunicación para cubrir una vista oral por un caso de receptación.

La vista estaba programada para las 10.00 horas, pero se demoró hasta poco antes de las 10.45, un retraso que entra en los parámetros habituales. Sorprendido por la masiva presencia de cámaras, el acusado, de origen rumano, reconoció los hechos ante el tribunal y ratificó el acuerdo de conformidad que se plasmó en una condena de seis meses de prisión por un delito de receptación.

La titular del juzgado de lo Penal número de 2 de Ibiza, Martina Rodríguez, dictó la sentencia ‘in voce’ y explicó al acusado que la pena quedaba en suspensión durante un periodo de dos años, medida de gracia que será revocada si el individuo vuelve a delinquir en ese plazo.

La agenda de Penal tenía otros dos juicios señalados para el día de ayer, uno de lesiones que fue suspendido y otro por calumnias para cerrar la jornada.

Periodo de aclimatación

Los funcionarios destacaron aspectos como la amplitud de las nuevas instalaciones, pero la satisfacción era mayor por el hecho de haber puesto fin a ocho meses de éxodo en las exiguas dependencias provisionales en el Consell de Eivissa.

A media mañana, el recibidor y el ala que se extiende en la planta baja del edificio acogía a una gran cantidad de personas. Víctimas, afectados o personas implicadas en algún proceso que asistían al constante ir y venir del personal judicial y de abogados por el edificio. La mayoría de los usuarios destacaron las instalaciones. También había quien desconocía el hecho de que se trataba de la primera jornada de actividad en una sede judicial que ha ampliado las medidas de seguridad.

La «fase de ajuste» advertida por el juez decano se traducía en despachos pendientes de equipar y cajas todavía por desembalar en un edificio en el que el personal de vigilancia se ha multiplicado respecto a la sede de Isidor Macabich, testigo en la cercanía de un cambio para la historia que por el incendio se adelantó, aunque no mucho, respecto a las previsiones iniciales.