El Rey Gaspar acudió hasta la nave del Ayuntamiento de Ibiza en el polígono de Es Gorg | Arguiñe Escandón

Gaspar, uno de los tres Reyes Magos de Oriente junto a Baltasar y Melchor, anda muy atareado estos días. Junto a sus pajes están llevando a cabo todos los preparativos para que todo salga bien durante la noche del domingo al lunes y poniendo a punto su magia para poder estar en todos los lugares de España prácticamente a la misma hora. Además, Gaspar saca tiempo de donde puede para hacer una pequeña y rápida visita al almacén que tiene el Ayuntamiento de Ibiza en el polígono de Es Gorg para ver cómo han quedado las carrozas de este año, dedicadas por cierto a los veinte años desde que la UNESCO convirtió a Ibiza en Patrimonio de la Humanidad. Allí tuvimos la enorme fortuna de estar unos minutos con él para poderle hacer una entrevista. Simpático, amable, cercano y sabio, Gaspar nos dejó claro por qué los Reyes Magos caen tan bien a los niños de muchos lugares del mundo.

Muchas gracias Majestad por atendernos durante unos minutos. Sabemos que anda muy liado antes de la noche del domingo.

—De nada. El gusto es mío. Todo sea por hacer felices a mayores y pequeños de las Pitiusas y a todos aquellos que lean esta entrevista.

Le hemos cogido en una visita rápida a la nave del Ayuntamiento de Ibiza. ¿Qué le parecen las carrozas de este año?

—Es cierto, pero que quede claro que no vengo a supervisar nada sino porque algunos de mis pajes me habían avisado que este año las carrozas eran especiales por esto del homenaje al veinte aniversario de la declaración de Ibiza como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y la verdad es que he quedado impresionado. Son preciosas, no sólo las que usaremos nosotros, sino las que están dedicadas a las murallas, la posidonia, la flora y la fauna marina y los pageses de Ibiza. No estoy muy familiarizado con todo esto porque soy originario de Persia, donde mi nombre kansbar significa administrador del tesoro valioso, pero me parece una magnífica idea que se cuiden las tradiciones de un país, región o ciudad.

Además cada año las carrozas son más ecológicas. Este año no tirarán purpurina y reciclarán materiales de las de 2019.

—Es que es así como tiene que ser. Yo tengo muchos años y he visto muchas cosas junto a Melchor y Baltasar. Y por eso me da pena cómo estamos estropeando el medio ambiente y me preocupa como estará la tierra dentro de unos años. Me preocupa que aunque somos mágicos no podemos arreglar la situación si la gente no se conciencia de que hay que tomar medidas si queremos seguir disfrutando de este regalo tan maravilloso que es la vida, la Tierra y la naturaleza.

Es cierto. Majestad, mucha gente me ha pedido que le pregunte cómo hacen ustedes para poder llegar a tantos sitios a la vez.

—Eso es un secreto. No lo podemos contar. Se perdería el encanto. Pero sí que puedo decir que hemos dejado el camello y la carroza aparcados unas horas en el aparcamiento disuasorio de las afueras de la ciudad porque, como te he dicho antes, estamos muy concienciados con los problemas de movilidad y de contaminación. Eso sí, están bien escondidos para que no se arme jaleo (risas).

También algunos niños quieren saber si saben muchos idiomas para leer cartas de tantos países.

—Esa es otra de nuestras funciones. Somos capaces de hablar y entender todos los idiomas. Y de todos, el que mejor se nos da, es el de la ilusión porque es el mismo estés donde estés. Y el más bonito.

Su gabinete de comunicación nos dijo que se turnan para conceder entrevistas y atender a todo el mundo... ¿no son estresantes estos días?

—¡Qué va! ¡Es superdivertido! Además, la sonrisa de un niño lo compensa todo. Y tranquilo, que desde el gabinete trabajan genial y nos los dejan todo muy bien organizado. Además intentamos no repetir. El año pasado estuvo con vosotros Baltasar y hace dos Melchor en un programa de la Televisió d’Eivissa i Formentera que se llamaba Sardinas Negras. Sólo faltaba yo por estar con vosotros y ya tenía muchas ganas.

Y entre entrevista y entrevista también pasan por los hospitales y otros lugares parecidos...

—Claro que sí. Son visitas fijas todos los años porque allí los niños no lo están pasando bien y no nos cuesta nada hacerles algo más felices. Por eso, aunque nos quita trabajo de preparar regalos, es de lo más bonito de ser Rey Mago. Ver como crece la ilusión de la Navidad o conseguir la sonrisa en la cara de un niño es maravilloso.

Hay quien piensa que ustedes tres compiten con Papá Noel...

—¿Competir? No, ni en broma. Nos llevamos genial con él y con otros seres mágicos de otros países y continentes que también reparten juguetes e ilusión. No veas qué risas nos echamos con el Olentzero de Euskadi... es genial cenar con él porque es brutote, muy simpático y lleno de anécdotas... Lo mismo que, por ejemplo, La befana italiana que siempre nos trae la mejor pasta, o el Ded Moroz, el abuelo helado de la zona rusa. A ese no le envidio nada. Qué frío pasa siempre el pobre. ¡Ah! y también se suma a las cenas Nisse, un pequeño gnomo noruego, que siempre llega con su sand kager, una especie de turrón autóctono con mantequilla y almendras... Nos juntamos todos y nos divertimos mucho porque la diversidad y el respeto por lo diferente es algo básico para la convivencia.

¿Y cómo hacen para no liarse a la hora de repartir los regalos?

—(Risas). Esta es una pregunta que me han hecho muchas veces. No nos liamos porque estamos muy bien comunicados entre nosotros.

¿Vigilan a los niños todo el año?

—Claro. No hay que ser bueno solo en Navidad. Aunque no se sepa ni se diga, nosotros estamos siempre pendientes de lo que hacen los niños. Miramos si son buenos con los mayores, con sus padres y sus amigos y hermanos, si sacan buenas notas, si ayudan a los demás o en casa... Tienen que ser buenos todo el año.

Y no enfadarse si no les llega el regalo exacto que han pedido en sus cartas...

—Por supuesto. En eso siempre incidimos. Tenemos que inculcarles a los niños del mal llamado primer mundo que el mejor regalo está en la sonrisa de un amigo o de tus padres. No hay que fijarse en el contenido ni tener tanto apego por las cosas porque lo importante es no dejar nunca de ser niño ni perder la ilusión por disfrutar de la vida.

¿Y cómo se les puede inculcar, en los tiempos actuales, que no se puede tener todo?

—Pues es complicado porque vivimos en una sociedad donde el consumismo lo ha invadido todo. Y eso es muy triste porque los niños deben ser conscientes de las limitaciones que pasan sus familias para llegar a fin de mes y que nosotros no podemos dejarles todo porque ponemos en un apuro a sus padres. Por ejemplo, no pueden pedir un iPhone si se pasan apuros económicos. A veces lo más pequeño es lo más bonito... y eso es algo que no se valora lo suficiente.

Ojalá consiguieran convencerles. Ustedes además habrán visto tantas cosas durante sus viajes... me imagino que muchísimos contrastes.

—Es verdad. Hay muchas diferencias entre los continentes donde dejamos nuestros regalos y eso también tienen que saberlo los niños de las Pitiusas. Es algo que hablo a menudo con Melchor y Baltasar, un rey que refleja todo lo bueno de un continente africano siempre oprimido y al que hay que ayudar a que se levante. Por eso sería bueno que vuestros niños sean conscientes de las realidades de otros países teniendo en cuenta que estáis casi a la misma distancia de Barcelona que de África y allí son felices con un regalo en forma de cartón de leche, una sonrisa o una medicina.

¿Cree que se podría conseguir que todos los niños del mundo tuvieran un regalo?

—Ojalá. Somos Reyes Magos pero es cierto que aunque ponemos todos nuestro empeño a veces no es suficiente. Por eso también pedimos el esfuerzo de la sociedad. Es una cuestión de concienciación porque con un pequeño gesto se puede hacer algo muy grande.

Y ya la última... ¿cómo recuerda aquel primer viaje para conocer al Niño Jesús?

—Inolvidable. Han pasado más de 2.000 años, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Fue impresionante llegar a Belén guiados por una estrella y encontrar un portal sencillo, austero y desvencijado, calentado por una mula y un buey. Desde el primer momento supimos que aquel pequeñajo sería especial y cambiaría el mundo.