Una de las actividades que han realizado las camareras de piso. | DANIEL ESPINOSA

Con 60 camas diarias en la jornada laboral de una camarera de piso, el cuerpo se resiente. También surgen fricciones entre los compañeros o el superior. Cuerpo y mente flaquean en uno de los trabajos de temporada menos reconocidos en el ámbito laboral: el de camarera de piso. A escasos meses del inicio de la temporada, los centros de salud de Vila, Sant Antoni y Formentera forman a grupos de camareras de piso facilitándoles estrategias sobre la dieta, actividad física y afrontamiento del estrés laboral. Esta intervención está enmarcada dentro del estudio global ‘Camareras de pisos y salud’, en el que participan 34 centros de salud de las cuatro islas. Los centros de Sant Antoni, Vila y Formentera colaboran como centros de intervención, mientras que los de Can Misses, Es Viver y Santa Eulària son centros de control.

Vila es uno de los centros de intervención donde ayer se ofreció una jornada de fisioterapia, impartido por la fisioterapeuta Olga Hernández y la psicóloga Ana Serapio. Las lumbares, los hombros y las muñecas son las zonas más resentidas del cuerpo. «Es un trabajo fuerte. Tienen que coger pesos y hacer movimientos repetitivos. Tienen mucho estrés y les repercute en todo el cuerpo. Los ejercicios son de higiene postural, estiramientos fortalecimientos y abdominales», explica la fisioterapeuta.

Con Ana Serapio, la primera sesión se centró en el estrés y las consecuencias físicas y emocionales, ya que muchas de sus dolencias están relacionadas. La segunda versará en cómo manejar las situaciones conflictivas en temporada. «Le damos píldoras antiestrés y un botiquín de primeros auxilios para poder enfrentarse en momentos críticos con los que se van a encontrar durante la temporada por las características de su trabajo», explica. Esas píldoras a las que se refiere Serapio pasan por el manejo de pensamientos y emociones, el de situaciones en las que se pueden encontrar con distintos tipos de personas, y el aprender a ser asertivo, decir las cosas sin dañar al otro. En definitiva, dotarles de habilidades sociales y personales no sólo en el trabajo, sino en el día a día.

A Claudia Jiménez, que va a cumplir cuatro temporadas como camarera de piso, confiesa que la actividad le gusta. «Pasamos cinco o seis meses a full con un estrés extremo, pero en invierno se para y es como un shock. Parar de golpe es fatal para el cuerpo y la mente. El hecho de que nos enseñen a manejar todo eso es importante. Personalmente, hago deporte, pero muchas de mis compañeras están aprendiendo a comer, a hacer ejercicio y a manejar situaciones en el trabajo que nadie te enseña. Nos ayuda un montón, pero ayudaría más que mejoren las condiciones de trabajo», afirmó.

En su jornada laboral, de ocho a 16 horas, realiza una media de 60 camas diarias. «Es duro, pero no soy la única. A veces tienes menos camas, pero más exigencia. Depende las estrellas. Todas tenemos mucha exigencia», indicó Claudia, a quien la actividad psicológica es la que más le está ayudando.

«Estamos con los sentimientos latentes cuando trabajamos. Tenemos el estrés de las habitaciones que hay que cumplir y también la responsabilidad de cara al cliente de estar bien, pero cuesta porque no es sólo el trabajo», explicó. Confiesa que el primer año de trabajo le «estresaba mucho las relaciones con las compañeras y el jefe». «Nadie te enseñaba a manejarlo», agregó.

‘Kelly’ o camarera

A ella, que la llamen camarera o kelly le da igual. «Lo importante es que mejoren las condiciones de trabajo», subrayó.

Con más de 20 años como camarera de piso, Luisa Rodríguez Mendoza, otra de las participantes, respondió a la llamada de Estela Terrer para participar en el programa y la experiencia está siendo muy buena: «El estrés es lo que más le afecta, la parte emocional, cómo afrontar la situaciones; lo más difícil son las situaciones con las compañeras y los superiores, saber gestionarlo».