El carnaval culminó con la quema de la malograda sardina que un año más contó con su tradicional sardinada y actuaciones humorísticas.

El color y ambiente festivo que predominó en los últimos días por la calles de Ibiza con las tradicionales rúas de carnaval se transformó ayer en oscuridad con el tradicional Entierro de la Sardina. El negro se impuso en un cortejo fúnebre para decir adiós al carnaval con los llantos de las plañideras que acompañaron al pescado hacia su trágico final, la hoguera. La malograda sardina era la única que puso color al desfile. «Sentimos mucho el fin del carnaval por eso tenemos una pena inmensa y no nos podemos aguantar las ganas de llorar», sentenció una de las dolidas plañideras.

El séquito mortuorio iba encabezado por la charanga de tambores de Es Clot junto a un obispo, un monaguillo, un alcalde y la comitiva ciudadana de riguroso luto. Pese a intentar darle cierta solemnidad al momento, el tono burlesco del desfile hacía reír a los asistentes. A su paso, los vecinos se agolpaban en las calles del barrio para contemplar las últimas horas de vida del pescado antes de su inevitable final. Pero, como cada año, éste no fue un sepelio al uso. Las plañideras, pese a estar de luto, iban con algunos atuendos ambientados en la movida de los años 80. «Aunque estamos en un momento muy duro, somos muy tonadilleras, lo mismo lloramos que reímos», afirmó otra de las viudas sardineras con desdén.

Pero, como cada año, la protagonista indiscutible fue la sardina. En esta edición se ha querido hacer un merecido homenaje a uno de los constructores de los últimos años, Basilio, fallecido recientemente. Quien fue su pareja, Toni Colón, ha continuado con su legado sardinero y este año fue él quien la ideó y la construyó en su casa en sus ratos libres. La colorines es el nombre escogido este año para la sardina, un nombre que le viene que ni pintado por la cantidad de colores que usó para crearla. Colón utilizó materiales como papel de periódico y forró la estructura de un metro y medio en plata y multitud de colores para lograr un efecto de escamas de pez.

150 kilos de sardina
La sardina no dejó indiferente a nadie y muchos vecinos no dudaron en inmortalizar la imagen con sus móviles. «Todos los años bajo de casa a verla porque me parece una figura preciosa», aseguró Josefa, una vecina acompañada de sus nietos.

Por su parte, el presidente de la Asociación de Vecinos de Es Clot, Pepe Pérez, celebró que este año el Entierro aboga por la liberación del hombre. «En esta edición, los hombres van a sacar toda la pluma que llevan dentro, cada uno en la medida que la tenga». Esta intención se mostró en el espectáculo de baile, donde el género masculino se dejó llevar por el ritmo de la música sin prejuicios.

Los asistentes al Parque de la Paz fueron testigos de un divertido número de baile a cargo de los integrantes de la asociación bajo la dirección musical de Victoria Balanzat. El baile amenizó la tradicional sardinada.

Desde antes de que acabara el desfile, un centenar de vecinos ya hacía cola para no quedarse sin su sardina a la plancha. Según el presidente de la asociación de vecinos, este año se repartieron 150 kilos de sardina, cedidos por el Ayuntamiento. Para acompañar tan preciado manjar se habilitó un barra donde se servían refrigerios de toda clase a precios populares.

Después de la quema de la sardina, la música fue la verdadera protagonista. Un edición más, el cantante cubano Ricardito puso en pie a todos los asistentes amenizando la velada con grandes éxitos salseros de todos los tiempos. La pobre sardina incinerada que horas antes había dado su toque de color al entierro fue devorada por las llamas en pocos minutos. Las meras cenizas fueron testigo de la algarabía vecinal, que ya solo miraba de manera impasible sus restos debido a su entrega al festejo final. Es tiempo de cuaresma.