Según explicaron los camareros con los que habló este periódico, las bodegas objeto de la regulación, que ahora permanecen cerradas, solían abrir la temporada a partir de la Semana Santa, que este año cae a mediados de abril, y funcionaban con un horario que iba «desde las diez de la mañana hasta altas horas de la noche».
Al ser preguntados sobre si estas bodegas les causaban algún tipo de problema, la respuesta general era que habitualmente no era así, ya que se entiende que la gente que estaba consumiendo en los lugares que ahora se han regulado eran también, posiblemente, potenciales clientes suyos.
Esta circunstancia se hace más clara en el caso de los bares, donde hubo dos camareros que aseguraron que no solían tener demasiadas incidencias, salvo en casos de grupos «aislados» de gente que, en medio de la borrachera, armaban un mayor jaleo del que sería deseable.
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Algunos comerciantes niegan sufrir problemas salvo cuando hay problemas.