Imagen de Vara de Rey, con alguna persona caminando y otro hombre sentado en uno de los bancos. | J.R.P.

Con matices, podría haberse tratado de Un domingo cualquiera, la película dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Al Pacino, Cameron Diaz, Dennis Quaid y James Woods en el año 1999. Esa era la sensación que desprendían ayer las calles de Vila y lugares aledaños, como Jesús, en los que, sin haber muchos comercios abiertos –sólo los permitidos por el Decreto–, la gente continuaba estando en la calle sin, muchas veces, estar comprando, ni siquiera yendo a casa.

Por la mañana, Periódico de Ibiza y Formentera recorrió el centro de la ciudad con el objetivo de palpar el ambiente y comprobar en qué grado los vecinos habían hecho caso de las instrucciones del Gobierno para protegerse del coronavirus.

En el Passeig de Vara de Rey, si bien es cierto que no había tanta gente al ser domingo, un extraterrestre se había extrañado lo suficiente si hubiera conocido el Decreto del Estado de Alarma publicado el viernes por el Gobierno central. En la calle había gente sentada en los bancos y algunos caminaban con bolsas, paseaban con perros o simplemente estaban ahí.
Por ejemplo, las holandesas Fleur Woundenberg e Iza Blackland tenían que haber volado ayer de vuelta a Amsterdam, pero no lo tenían nada claro. Pese a que dijeron que estaban un poco asustadas porque el coronavirus les había cogido por sorpresa aquí en Ibiza y a que no tenían certezas de poder volar a casa, tampoco se les veía excesivamente preocupadas por ello.

En la farmacia que hay en esa calle, propiedad de Antonia María Tur y Bartolomé Marí Cava de Llano, Nerea Valera explicó que los domingos siempre había mucha gente. Además, contrariamente a otros días en que habían podido realizar descansos en su labor, ayer, según dijo, fue «un no parar». Todo el mundo acudía a comprar geles y mascarillas, pero lamentablemente un cartel en el mostrador indicaba que no quedaban. Varias personas esperaban para ser atendidas.

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Al salir de la farmacia, desde un coche de Policía, un agente con un megáfono pedía a los ciudadanos, en varios idiomas, que se marcharan a sus casas.

A algunas personas no hacía falta decírselo, como una mujer que caminaba con prisa por la Avinguda d’Espanya y que dijo que sólo había salido a comprar y se volvía a su hogar rápidamente. En la misma calle, Jordi Cardona iba con una bolsa a comprar. En uno de esos establecimientos, la gerente indicó que los domingos había normalmente «muchísima gente» y ayer no era la excepción. «Pero esta semana fue exagerado», añadió. Y debe de ser verdad, porque en algunas estanterías escaseaban los víveres. Tal era el caso de las verduras.

Una estampa similar encontramos en la Avinguda d’Ignasi Wallis, con la gasolinera con bastante gente. También estaba concurrida la tienda Viandas, adonde entraron varias personas en cuestión de cinco minutos. No obstante, para el dependiente Juan Cruz no parecía ser suficiente, pues, según dijo, se notaba mucho la diferencia respecto a otros días. Además, Cruz explicó que la Policía Nacional les había pedido por la mañana guardar las mesas de la terraza para el café, por lo que sólo lo estaban vendiendo para llevar. Por ello, decidieron que, a partir de ahora y para mantener el negocio, realizarían entregas a domicilio.

Cerca de allí, en una pastelería de la calle del Metge Riera Pujol, la dependienta María Alba también dijo que había bajado la clientela a la mitad. Por allí caminaba un trabajador de Aqualia que desveló que había estado de guardia 24 horas, porque el agua de la ciudad «dependía de ello».

A todo esto, nadie llevaba mascarillas; solamente encontramos una pareja en el recorrido y que además prefirió no hablar para este periódico.