Rafael Lambiés tiene su velero ‘Isla de Pascua’ desde hace 20 años y está acostumbrado a largas travesías.

Rafael Lambiés tiene 54 años y lleva navegando desde que tenía ocho. Es un apasionado del mar y se le nota cuando relata que está viviendo el estado de alarma desde su velero Isla de Pascua, en el islote de s’Espalmador de Formentera, tal y como adelantó ayer Nauta 360.


Lambiés, antiguo comodoro del Club Náutico de Valencia, veía que «en Italia se estaban tomando muchas medidas y aquí en España, no. Como, además, tenía cercanas las vacaciones de fallas y Pascua, estuve preparando el barco y, cuando vi que se ponía muy mal la cosa y no tomaban medidas, decidí venirme el viernes pasado a las Islas. Al llegar aquí puse la radio y vi que todo estaba peor. Conozco mucho las Pitiusas; vengo desde hace mucho tiempo», relata este ‘lobo de mar’, quien afirma que su decisión de venir a s’Espalmador a pasar la cuarentena se debe a que «es una isla muy pequeña en la cual si tengo mal tiempo o rola el viento me pudo ir al otro lado de la isla y estoy protegido. Tengo Ibiza cerca por si me pasa algo y estoy aislado y no supongo un peligro para nadie ni nadie para mí. Tengo de todo porque el velero está preparado para largas travesías».
En este sentido, Lambiés ha realizado varias travesías largas como a Croacia o Grecia, «que son 14 días de navegación sin parar desde Valencia». «Con los años, poco a poco, te vas equipando el barco y ahora lo tengo para afrontar la vuelta al mundo. Lo tengo desde hace 20 años. Es un velero al que le he hecho modificaciones, como cambiar los pesos de sitio o poner una cabina de fibra», dijo.


Al llegar a s’Espalmador avisó a la Guardia Civil de su presencia y también al Consell de Formentera. «Mi intención no es bajar a tierra ni ver a nadie; estoy aquí desde antes del cierre al tráfico marítimo y aéreo. Mi casa es mi barco».


El Isla de Pascua tiene un generador eólico y placas solares, además de motor, pero no lo está usando. «Tengo la despensa llena de comida fresca, latas y salazones. Ahora [por ayer a mediodía] estaba haciendo un arroz al horno», cuenta Lambiés.


Pese a estar solo en un barco, sus días pasan casi sin darse cuenta e, incluso, reconoce que le faltan horas. «Me levanto no muy pronto. Lo primero que hay que hacer es la revisión del barco y del ancla para ver que todo esté bien. Entonces, me aseo y bajo a tierra. Doy una vuelta por la playa, remo un poco con la piragua, me pongo el neopreno y nado para hacer ejercicio. Después, como, duermo la siesta y, por la noche, escribo, porque estoy escribiendo un libro, y veo la tele. Me faltan horas para todo lo que hago». Sobre la sensación de soledad, Lambiés afirma que «uno se adapta a todo» y asegura estar acostumbrado a hacer travesías largas y estar solo.