Romero, con su mascarilla, tras el mostrador de Can Font.

Paula Romero es una joven de 27 años que amablemente nos atiende detrás del mostrador de la tienda de comestibles Can Font que regenta en el barrio de la Marina de Ibiza. El espacio es pequeño, familiar y muy concurrido, sobre todo en verano, donde se convierte en un punto imprescindible de parada para los turistas que buscan comprar algo para beber o comer mientras siguen su paseo por las calles de Dalt Vila o del barrio de casas blancas.

Situado junto a la iglesia de Sant Elm, justo enfrente del Mercat Vell, Paula asegura que se trata de la única tienda de comestibles y bebidas que hay en la zona, y que por eso se mantiene a flote durante la temporada de invierno. «Somos la única tienda de estas características que permanece abierta durante todo el año en la Marina y en Dalt Vila, y eso es una pena porque demuestra que este barrio, tan bonito y con tantas posibilidades, está bastante abandonado a su suerte», confirma la joven tras una mascarilla.

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En este sentido, Paula Romero asegura que estos días han notado un pequeño descenso en las ventas «y que están siendo días duros para el pequeño comercio porque la gente tiene mucho miedo». Además, confirma que ha notado «cierta psicosis» entre algunos clientes habituales de la tienda y otros que no lo son tanto. «Muchos vienen como locos para llevarse grandes cantidades de garrafas de agua, productos no perecederos como pasta y arroz y también pan o pastelería fresca que hacemos aquí cada día».

Asimismo, la joven responsable de Can Font dio las gracias a todas los repartidores de empresas de comestibles que siguen llegando puntualmente hasta su tienda: «Con todo esto del coronavirus, el miedo que hay en la calle a los contagios y las malas noticias de fallecidos, el trabajo que están haciendo para que no nos quedemos desabastecidos en ningún momento es impagable y por eso creo que tendríamos que reconocérselo como realmente merecen».

Además, Paula confirmó que ella misma está llevando pedidos a domicilio para las personas de Dalt Vila o del barrio que más lo necesitan. «Somos conscientes de que vivimos en una zona con una amplia cantidad de personas mayores que no pueden estar saliendo por motivos de seguridad y por eso no tenemos ningún problema en subir personalmente con las bolsas hasta las puertas de sus casas», concluye.