José Rodríguez despacha a un par de clientes que se acercaron ayer al Mercat Nou. | MARCELO SASTRE

«¿Cuánto puede aguantar un negocio en esta situación? No lo sé». Ese era el sentir en la mayoría de los puestos que conforman el Mercat Nou. Ayer era sábado, pero no lo parecía. La crisis de la COVID-19 se está empezando notar también en los pequeños negocios de alimentación. Tras una primera semana de grandes ventas por la psicosis generada ante la situación que se veía venir, las transacciones han caído en picado estos últimos días.
Entrando por la puerta de la calle Castilla, lo primero que te encuentras a mano derecha es el puesto de Frutas y Verduras Riera. Desde detrás de una montaña de frutas, Cati Roselló explica que la situación no es buena: «Ha bajado la venta. La gente tiene miedo a contagiarse y se nota». Desde el puesto de enfrente, Congelados Riera, la sensación es la misma: «Para ser un sábado está viniendo muy poca gente».

Y es que en el mercado todos coinciden en que está siendo una de las peores semanas que recuerdan. En cuanto a lo que se lleva la gente, no notan diferencia. No hay productos estrella para esta situación de emergencia sanitaria.

Siguiendo por el pasillo central, se llega a la carnicería Hermanos Pérez. Desde el mostrador y mientras coloca parte del género, Carmen no oculta que no son buenos tiempos para el negocio. «La semana pasada fue bestial, pero esta ha bajado muchísimo. Entre semana hemos tenido muy poco movimiento, ha estado prácticamente vacío y hoy –ayer para el lector–, para ser sábado, apenas hay clientes. Los primeros días con la psicosis todo el mundo se lanzó a la carrera porque tenía miedo de que cerrara todo, pero ahora todos han visto que se puede comprar todos los días».

Uno de los aspectos que más está perjudicando a estos negocios es el hecho de que la gente tenga que comprar en sus zonas de residencia. «Tenemos muchos clientes de otros pueblos que venían al mercado a por un producto que les gustaba y que, ahora, no lo pueden hacer porque se tienen que quedar en sus casas», explica Carmen. También señala que el cierre de bares y cafeterías es otro aspecto que se está notando ya que muchos eran clientes habituales del mercado.

Además, esta vendedora no descarta que, si las cosas siguen así, tenga que cerrar por vacaciones una temporada.

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Enfrente, en Carnes Colom, José Rodríguez intenta ser más optimista. «Viene menos gente, pero las compras son más grandes», asegura. Además, también reconoce que ha perdido algunos clientes por las restricciones, aunque ha salvado alguno llevando algún encargo a domicilio: «El otro día, una clienta de Santa Eulària no pudo entrar en Ibiza y le tuve que llevar yo la compra a su casa».

En el puesto de verduras Fruita i Camp parece que hay bastante movimiento, pero sus dependientes pronto hacen ver que no es así. «Está la cosa muy fastidiada. No sé cuánto podrán aguantar así los negocios», avisan.

Dos tipos de compradores

Algo en lo que también coinciden los dependientes de estos puestos es que se están encontrando dos tipos de compradores. Por un lado están los que se han acogido a las recomendaciones de las autoridades y salen a comprar con responsabilidad, haciendo una compra semanal en la que se llevan un gran número de productos.

Por otro lado, se están encontrando con clientes que hacen caso omiso a las advertencias y, bien por costumbre o bien por irresponsabilidad, están bajando a comprar todos los días. «Tengo clientes que vienen un día y me compran una pechuga de pollo y vienen el siguiente y comprar otra pechuga», lamentaba una de las dependientes.

Ella, al igual que sus compañeros, sabe que para salir de esta crisis es necesaria la colaboración de todo el mundo. Piden responsabilidad porque saben que sus negocios están en juego.