Hoy estoy de mejor humor. Tal vez se deba a que es fin de semana y, por alguna razón, me he inventado que los días cuando se visten de sábado y de domingo son mejores, o puede que sea porque dentro de unos días cambian la hora y ha llegado la primavera. Simplemente, hoy estoy más contenta.

Tengo ganas de escribir, de leer, de cocinar, de cenar virtualmente con mis amigos, y me estoy tomando el café de la mañana, mientras les escribo, en una taza preciosa que me regaló mi hermana con una foto familiar de nuestro primer y único viaje a Disneyland París. Digo el primer y único viaje a este destino, porque mi madre lo calificó de ‘mataabuelos’ y porque los que no tenemos niños no llevamos muy bien eso de seguir rutinas y limpiar mocos. Ahora volvería mil veces a subirme a las tacitas de té con mis sobrinas y a morirme de miedo en las atracciones infantiles con Hugo y con Rodrigo, porque a sus 10 años me superan en valentía y aguante. Esto es una cita.

Hoy estoy de mejor humor porque tengo una maraña de grupos de WhatsApp que me alegran los días. ‘Familia Monsalve’, ‘Familia Monsalve 2’ (que incluye a todos mis tíos y primos), ‘Primos Monsalve’ (este es de los más ‘jóvenes’, e incluye a nuestros primos segundos de Albacete, a los que queremos muchísimo), ‘Chicas de vinos’, ‘Team Imam’, ‘Vecinos’, ‘Dougla´s birthday’ o ‘Viajando que es gerundio’. Algunas veces me llegan los mismos chistes, vídeos o mensajes apocalípticos a un porcentaje altísimo de mis grupos. La mayoría saben que no pueden osar mandarme audios y se mueren de la risa con las canciones diarias que les envío, aunque eso se lo contaré en la próxima bitácora.

En ‘Viajando que es gerundio’, el grupo que tengo con mis amigos de Ibiza, con los que emprendemos viajes, salimos de tapeo y organizamos planes imposibles e improvisados casi a diario, me están dando mucha ‘carnaza’ estos días para sorberme las lágrimas y, sobre todo, para mirar con alegría y con esperanza el futuro que está cada día más cerca. Se han tomado muy en serio lo de ayudarme en esta crónica diaria que les relato y hasta le han puesto título: ‘La rubia del segundo’. Bueno, para serles honesta, ellos habían incluido un ‘pija’ que he decidido eliminar, porque hoy les estoy escribiendo en pijama y creo que eso me resta puntos.

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En mi grupo de amigos hay dos gallegos, una alemana, un argentino, una madrileña que ha vivido en medio mundo pero tiene sangre ibicenca, una ibicenca pero con pedigrí manchego, mi chico y yo; vamos, una de Aranda y uno de León. Así enumerado, somos casi personajes de un mal chiste y cumplimos con todos los tópicos que se nos pueden atribuir. Yo soy la seca, la recia y fiel; los gallegos a veces sí y a veces también; el argentino tiene unas ocurrencias y frases que nos hacen desternillarnos de risa y, obviamente, hace los mejores asados del mundo, y la madrileña con sangre ibicenca se hace querer por todos, aunque trabaja demasiado. La alemana rompe las reglas porque, además de ser increíblemente dulce, habla más que el argentino y la ibicenca con aires manchegos es una de esas maestras cursadas en el noble arte de dar los mejores consejos del mundo. Mi leonés acapara lo mejor también de su tierra: noble, sociable, inteligente y divertido, y además es muy poco cabezón, así que se lleva bien con esta arandina con la que le ha tocado el confinamiento.

A mi gallego le están haciendo ir a trabajar cada día y a mí me tiene muerta de miedo, así que desde aquí le exijo que no se quite los guantes ni la mascarilla para nada y que, por una vez, no sea tan encantador como siempre y respete la distancia de seguridad escrupulosamente. ¿He añadido ya que en mi grupo yo soy la mandona, quien impone qué, dónde, cuándo y cómo cenamos?

Anoche les dejamos una gran porción de tiramisú en el felpudo a nuestros adorados vecinos para endulzarles la noche y nos fuimos corriendo a casa y ahora amenazan con dejarnos alguno de sus manjares como afrenta. Aquí añado que el argentino es, además de la persona que más me hace rabiar del mundo, el mejor cocinero de la historia y, para más inri, nuestro vecino.

Mientras les cuento esto, escucho llorar a sus mellizas, que son, además, nuestras ahijadas, y al amonestarles en nuestro grupo por romper con sus gritos mi paz al otro lado del descansillo, nos cuentan que «es que les están cortando las uñas». Ya lo ven, cómo no voy a tener mejor día hoy si me cruzo letras con los integrantes de mi pandilla ‘Viajando que es Gerundio’.