El presidente del Gobierno, durante una comparecencia ante los medios.

Quince días más. Que lo supiésemos no lo hace menos duro. Este anuncio es como el que nos devuelve la báscula tras regresar de unas vacaciones, demostrándonos que en una sola semana podemos perder el esfuerzo de meses. Imagínense lo que este número nos dice. Un mes encerrados en casa. Un mes sin poder generar patrimonio. Un mes con una isla que ve cercenada la temporada y, por ende, el sustento de todos.

Puede que resulte frívolo pensar ahora mismo en turismo, en la economía de nuestras empresas o en la manera en la que afectará todo esto a nuestros negocios cuando termine, pero créanme cuando les digo que si hay algo que a mí, personalmente, me quita el sueño cada noche, además de la salud de los míos, son los puestos de trabajo de mi equipo. La pescadilla que se muerde la cola se hace cada vez más pequeña y la impotencia de no poder protegerlas es una losa que cada día se me hace más pesada. Cuanto más tiempo pase hasta que la maquinaria de esta sociedad que nos hemos inventado vuelva a rodar, más complejo será recuperarla. Imagínense qué pasará, por ejemplo, con medios como este desde el que les escribo. Si ustedes dejan de poner publicidad, los periodistas que les dan vida no podrán seguir narrándoles lo que ocurre, conectándoles con la realidad y con la libertad de saber qué es lo que está pasando ahí fuera. Entonces la oscuridad será más negra.

Por eso tenemos que aguantar. Debemos ser pacientes, cautos y fríos. No podemos dejarnos llevar por el pánico y saltar del barco tan pronto. Ahora, lo que debemos hacer es achicar agua, ayudar a los que se están ahogando y ponernos a disposición de quienes tripulan este navío, nos gusten más o menos, porque solo así podremos llegar a puerto. Ahora debemos remar todos hacia el mismo rumbo y no crear motines a bordo.

Este fin de semana he visto cómo varios vecinos, de mi edificio y de los dos colindantes, subían ‘a proa’ y practicaban deporte o jugaban con sus hijos en las zonas comunes. A todos les he amonestado y les he recordado que lo que hacían no era legal, y en los tres casos me han mandado a freír espárragos, sin saber que tengo la nevera vacía.

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El primero me insultó, haciéndome sentir la típica amargada que no tiene vida y que necesita colgarse de la ajena, pero no logró amedrentarme. Hay unos pintores que estos días no han podido cesar su actividad y que están trabajando en nuestro edificio sin mascarillas, poniendo las zonas comunes y a sí mismos en peligro. A él le dio igual. Que esos señores, que superan en todos los casos los 50 años, estén expuestos y nos expongan al resto, le parecía una conjetura de loca. Tras insultarme se marchó, eso sí, como hacen los cobardes.

Ayer hizo lo mismo un ‘deportista’ que tuvo la necesidad imperiosa de correr de un lado a otro en el patio del edificio de enfrente. Simuló no oírme por los cascos y yo colgué en mis redes su gesta.

Hoy han sido dos mujeres extranjeras las que en el edificio de al lado han decidido organizar una clase de fitness. Al recriminarles que lo que hacían era susceptible de una multa, me han gritado: «Solo estamos tres días aquí y nos da igual; métete dentro y pírate». Así de amables se mostraban esas ‘señoras’ para quienes el tamaño de sus culos prima sobre la salud de sus congéneres. Eso sí, como en todos los casos, y una vez grabadas, se han colado como ratas en sus madrigueras.

Y con eso es con lo que nos estamos encontrando y con lo que vamos a seguir haciéndolo durante las tres próximas semanas que, como mínimo, nos quedan confinados en nuestros hogares. La frustración, el miedo y la indignación se van a hacer cada día más grandes, y llegará un momento en el que tendremos menos paciencia con los que no respetan nada y en el que comenzarán los conflictos entre camarotes.

Quince días más, amigos. Yo, al menos, puedo escribirles y desahogarme en esta bitácora, pero a ustedes les está tocando leerme. Les pido disculpas por anticipado si no consigo ser tan ocurrente, positiva, hilarante o buena cronista como debiera, pero es que la tristeza nos afecta a todos por igual. Sea como fuere, hoy ya es un día menos y, al menos, parece que en algún momento saldrá un poco el sol. No nos olvidemos de eso.