Yvonne Aranyó, en su establecimiento en la calle Isidor Macabich.

Ivonne Aranyó regenta la tienda Eiviberic, en la calle Isidor Macabich, muy cerca del Parque de la Paz. Durante un tiempo trabajó en el periodismo, pero ahora se dedica a vender charcutería y jamonería. También tiene un pequeño bar donde la gente podía ir a tomarse sus cervezas, sus tapas y sus tostadas. Según Aranyó, casi facturaba más en el bar que en la tienda propiamente dicha. Pero tal como están las cosas...

Con la situación actual de estado de alarma a causa del coronavirus, esta chica trabaja tan sólo de once de la mañana a dos de la tarde, tiempo que aprovechan los clientes para recoger los pedidos que previamente le han encargado por teléfono o vía Whatsapp.

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Según comentó Aranyó, de momento, lleva «bien» una situación que le permite «descansar» después de todo el trabajo que había llevado a cabo con su socio en el negocio. Sin embargo, admitió que, desde el punto de vista económico, le va «fatal, fatal». Sin ir más lejos, el viernes pasado, a las 12:30 de la mañana, había ingresado cuatro euros. Con suerte, ganará 100 euros en un día. Si no la tiene, se volverá a casa de vacío.
Teniendo en cuenta que hay «un alquiler que pagar, que es bastante alto», y facturando entre cero y 100 euros, mucho teme tener que cerrar cuando pase esta angustiosa situación. «También depende mucho del propietario del local, porque, si me hace pagar el alquiler, ya no puedo volver a abrir», añadió con resignación.

Precaución casi innecesaria
Hasta tal punto la situación es desesperada que prácticamente no le «hace falta» tomar medidas de precaución, ya que «no entra casi nadie». Cuando alguien se acerca a comprar, sí que se pone la mascarilla. También lleva guantes y, si se llega a acumular mucha gente o se acercan demasiado, les pide que mantengan la distancia. A veces deja la puerta cerrada y quien quiera pasar debe llamar primero.

Esta dependiente es bastante pesimista y se muestra casi segura de que este año «no va a haber temporada». En su caso, la cosa se agrava porque dispone de un camión de comida -foodtruck- con el que realiza eventos y esto, evidentemente, también ha quedado cancelado. Aranyó cree que «esto va, mínimo, para un mes en casa», si bien ella cree que serán dos. A ello hay que sumarle que no está claro que, inmediatamente después de que todo esto acabe, dejen reunirse de nuevo a la gente. Eso por no hablar de las discotecas.
«Lo veo muy negro. Hay que acostumbrarse o transformarse y adecuarse. O, si me dejan, volveré al periodismo», concluyó esta chica con una media sonrisa en la cara.